Los 'cuatro de Guildford'
Tras 15 a?os en la c¨¢rcel acusados de terrorismo, un tribunal brit¨¢nico pone en la calle a cuatro inocentes
Uno y otro d¨ªa, las calles del pa¨ªs eran recorridas por manifestantes que clamaban por la expulsi¨®n de los irlandeses. La Prensa sensacionalista echaba carnaza xen¨®foba en grandes titulares, mientras en los cuatro puntos cardinales del Reino Unido se suced¨ªan sin descanso explosiones, ataques y tiroteos. El 21 de noviembre de 1974, dos bombas hab¨ªan estallado en sendos pubs de Birmingham y provocado la mayor escabechina de civiles de la historia brit¨¢nica: 21 muertos y casi 200 heridos.
Unos d¨ªas antes, otra bomba hab¨ªa matado a dos parroquianos del King's Arms de Woolwich, en el este de Londres, y el mes anterior, otros cinco hab¨ªan perecido destrozados en el Horse and Groom de Guildford, al sur de la capital brit¨¢nica. La situaci¨®n se hac¨ªa insostenible por minutos. La polic¨ªa daba alarmantes muestras de impotencia, y la calle ard¨ªa con ciudadanos iracundos. El Parlamento aprob¨® urgentemente el d¨ªa 29 de noviembre la Prevention of Terrorism Act (PTA, ley antiterrorista). La v¨ªspera hab¨ªa sido detenido Paul Hill, un cat¨®lico de Belfast con un pasado de activismo nacionalista, a quien siguieron Gerard Conlon, Patrick Arnistrong y Carole Richardson.Los tres hombres estaban en la veintena, eran de Belfast y viv¨ªan sin oficio ni beneficio, lo mismo que Carole, una londinense de 17 a?os, novia de Amstrong, que se hab¨ªa escapado de casa y era proclive al abuso de anfetaminas. Hill ten¨ªa alg¨²n parecido con el retrato robot de uno de los presuntos terroristas que atacaron el Horse and Groom, un local frecuentado por soldados.
Un polic¨ªa norirland¨¦s, que conoc¨ªa a Hill por sus andanzas en los m¨¢rgenes del IRA, hizo algunas pesquisas en Belfast y pas¨® la informaci¨®n a la polic¨ªa de Surrey, encargada del caso. Hill fue localizado y detenido. Y apaleado y amenazado: su novia, embarazada, tambi¨¦n ser¨ªa detenida si ¨¦l no reconoc¨ªa su implicaci¨®n en los atentados. Las minutas de los interrogatorios muestran que Hill confes¨® lo que los polic¨ªas quer¨ªan. Conlon, Armstrong y Richardson fueron detenidos como c¨®mplices y coautores.
Sus interrogatorios siguieron la misma rutina. "Parec¨ªa que iban a hacer lo que fuera para acusarme", recuerda ahora Conlon. Firm¨® dos declaraciones despu¨¦s de que un comisario le dijera que "se pod¨ªa preparar un accidente para mi madre y mi hermana". A un soldado se le podr¨ªa disparar el arma. "Eso lo cambi¨® todo". "Nunca me sent¨ª tan aliviado de salir de la comisar¨ªa e ir a la c¨¢rcel". Firm¨® tambien que su t¨ªa, Anne Macguire, una mujer de la limpieza, fabricaba explosivos en casa. Anne fue detenida junto a otras seis personas: los siete Maeguire.
Los 'seis de Birmingham'
Cuando comparecieron ante el juez, los seis de Birmingham ya hab¨ªan sido condenados a 21 cadenas perpetuas, despu¨¦s de negar su culpabilidad y denunciar que las confesiones les hab¨ªan sido extra¨ªdas a golpes. El juez, el fiscal y el jurado del caso de los cuatro de Guiffl¨®rd escucharon las declaraciones de cinco polic¨ªas que hab¨ªan intervenido en los interrogatorios.No cab¨ªa duda de que los cuatro se hab¨ªan declarado culpables. Ellos negaban las confesiones que se les atribu¨ªan, pero como la polic¨ªa no puede mentir nunca, eran los acusados los falsarios. No hubo otras pruebas forenses, ni testigos que ratificaran la acusaci¨®n. Los que exculpaban a alguno de quienes estaban en el banquillo fueron rechazados. Para el sistema judicial ingl¨¦s eran culpables, sin sombra de duda. "Si existiese la pena de muerte, ustedes ser¨ªan ejecutados", dijo el juez Donaldson antes de condenarles a cadena perpetua.
El caso suscit¨® demasiadas desconfianzas desde el primer momento, cuando a la defensa se le neg¨® el acceso a la totalidad de las minutas de los interrogatorios. La apelaci¨®n fue rechazada. Con el paso del tiempo creci¨® el n¨²mero de quienes estaban convencidos de que la justicia hab¨ªa sido burlada. Una investigaci¨®n oficial posterior en el desarrollo del caso no arroj¨® nueva luz.
El pasado mes de enero fue ordenada una nueva investigaci¨®n, y descubri¨® toneladas de basura. Mentiras y corrupci¨®n all¨¢ donde se mirara. Manipulaci¨®n de documentos. Alteraci¨®n de declaraciones. Ocultamiento de pruebas que debilitaban la acusaci¨®n.Los detenidos, mientras, segu¨ªan sometidos al r¨¦gimen carcelario de quienes est¨¢n clasificados como presos muy peligrosos.
Mentira tras mentira
El pasado jueves, despu¨¦s de escuchar a la fiscal¨ªa arrojar mentira tras mentira ante el Tribunal de Apelaci¨®n, presidido por lord Lane -una de las m¨¢ximas figuras judiciales del pa¨ªs desde su posici¨®n de lord chief Justice of England y un hombre que no tolera que nadie ponga en cuesti¨®n a la justicia brit¨¢nica-, el juez se rindi¨® ante la evidencia: "De hecho, los polic¨ªas debieron haber mentido", y tom¨® la hist¨®rica decisi¨®n de decretar la libertad de los acusados.La fiscal¨ªa ha emprendido una investigaci¨®n sobre las actuaciones de cinco agentes perjuros, uno de los cuales ya ha fallecido, mientras el Gobierno ha ordenado otra investigaci¨®n judicial sobre el desarrollo de todo el procedimiento, que tambi¨¦n analizar¨¢ el caso de los siete Macguire, quienes siempre insistieron en su inocencia. El ¨²ltimo de ellos sali¨® de la c¨¢rcel en 1985, cinco a?os despu¨¦s de que muriera tras las rejas Patrick Conlon, padre de Gerard, detenido en Londres tras llegar de Belfast para interesarse por la detenci¨®n de su hijo.
Es probable que la investigaci¨®n tambi¨¦n considere la eventual reforma del Tribunal de Apelaci¨®n, que s¨®lo puede pronunciarse sobre las pruebas que se le presentan y no tiene capacidad para ordenar investigaciones adicionales.
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