Madrid burgu¨¦s y modernizante
El ego¨ªsmo ilustrado, racional, o sea, el amor propio como ¨¦tica, constituye la esencia del esp¨ªritu burgu¨¦s. "Nuestra utilidad, nuestro inter¨¦s, es lo que nos hace amar u odiar los objetos", dice Holbach, y a?ade c¨ªnicamente Bentham: "Los intereses individuales son los ¨²nicos intereses reales". As¨ª, mejorar el medio ambiente innovando las ciudades era requisito necesario para llegar a la felicidad individual.La burgues¨ªa, con escaso poder y poco numerosa, se consolida, seg¨²n el historiador Manuel Tu?¨®n de Lara, despu¨¦s de 1898, al regresar los capitales espa?oles de Cuba y Filipinas. Otro renacimiento burgu¨¦s se produjo en los a?os que siguieron a la I Guerra Mundial, originando una riqueza que se reflej¨® en los cambios del Madrid urbano.
El 6 de marzo de 1882, el peri¨®dico El Progreso publica un art¨ªculo de Arturo Soria titulado 'Causa de la carest¨ªa de la vida madrile?a. Madrid remendado', en el que propone la ciudad lineal como f¨®rmula de una arquitectura racional. En 1892 publica su proyecto de una Ciudad Lineal que, envolviendo Madrid por fuera de sus l¨ªmites municipales, la un¨ªa con la mayor parte de los pueblos agregados: Canillas, Chamart¨ªn, los Carabancheles. Pero la concepci¨®n m¨¢s original de Soria, y que se llev¨® a la pr¨¢ctica, fue la construcci¨®n del hotel burgu¨¦s: "Para cada familia, una casa, y en cada casa, una huerta y un jard¨ªn". En la actual calle de Arturo Soria, n¨²mero 73, todav¨ªa se conserva una casa de aspecto norte?o, con tejados empinados y estructura de madera pintada sobre paramentos blancos. Tambi¨¦n existe la antigua casa de Miguel Fleta, como ejemplos vivos de este tipo de viviendas que concibi¨® Arturo Soria, autor de El progreso indefinido, obra en la que expresa su convicci¨®n en el evolucionismo biol¨®gico y humano. As¨ª, desde los primitivos y m¨ªseros hoteles obreros, como se les llamaba, se fueron construyendo las hermosas viviendas de aquella burgues¨ªa ilustrada, cuya religi¨®n laica fue el krausismo, seg¨²n el profesor Eloy Terr¨®n.
Misterios
En nuestra peregrinaci¨®n por este barrio respiramos la vivificadora y refrescante atm¨®sfera de los pinares de Chamart¨ªn, atravesados por la elegante calle del Condado de Trevi?o, y recorrimos L¨®pez de Hoyos, evocadora del sabio humanista maestro de Cervantes. Dando vueltas y revueltas, nos sorprende la calle de Los Misterios, donde quiz¨¢ se esconden vidas y amores secretos de personajes an¨®nimos.
?Existe otro Madrid burgu¨¦s y modernizante? Lo descubrimos siguiendo los Bulevares, que, sin duda, pretenden recordar a los construidos en Par¨ªs por el bar¨®n Hausman. La calle de Alberto Aguilera, que empieza en la antigua glorieta de San Bernardo y acaba en la calle de la Princesa, desde donde pudimos vislumbrar el fondo azul de la sierra, amplia y hermosa, se ha formado en pocos a?os con altas casas de vecindad, que contrastan con las de un solo piso que exist¨ªan anteriormente. En el n¨²mero 70 vivi¨® durante a?os nuestro gran novelista Benito P¨¦rez Gald¨®s, y en esta su pen¨²ltima vivienda escribi¨® muchas de sus obras.
Pozos de nieve
La calle de Sagasta, que va de la glorieta de Bilbao a la plaza de Alonso Mart¨ªnez, era la antigua ronda de Santa B¨¢rbara, hoy con magn¨ªficas casas que la embellecen. Entre los primeros edificios que se alzaron en ella mand¨® construir dos hoteles un poderoso capitalista llamado Girona, lo que demuestra la contribuci¨®n de aquella burgues¨ªa al engrandecimiento urbano de la capital de Espa?a. Volvemos a la glorieta de Bilbao, rodeada por las calles de Carranza, Fuencarral, Luchana y Sagasta. Toma su nombre de la antigua Puerta de Bilbao, que era salida y entrada a la ciudad. Tambi¨¦n se llam¨® Pozos de la Nieve cuando all¨ª estaban situados, a la derecha, los pozos que hicieron rico a su explotador, Paulo Charquias, en el siglo XVII. M¨¢s tarde fue una de las plazas m¨¢s bonitas y alegres de Madrid, pues donde antes no hab¨ªa m¨¢s que algunos tiovivos se alzaron hermosos edificios, caf¨¦s y teatros, uno de los cuales ten¨ªa el asombroso nombre de Maravillas. Y volvemos a la glorieta de San Bernardo, situada casi al final de la calle de] mismo nombre y enmarcada por las de Alberto Aguilera y Carranza. La que fue en otros tiempos quemadero de la Inquisici¨®n, luce hoy modernas construcciones. En su vecindad evocamos la calle Ancha y las revueltas estudiantiles de 1854 y 1866 en las noches de San Daniel y Santa Isabel.
Aquella burgues¨ªa racionalista y so?adora, rica de utop¨ªas tecnol¨®gicas, cambi¨® modernizando zonas c¨¦ntricas y perif¨¦ricas del Madrid empobrecido y retrasado. Claro est¨¢ que la contradicci¨®n persiste entre el hotel burgu¨¦s y el piso estrecho, asfixiante de la peque?a clase media y el trabajador. La indiferencia por el inter¨¦s colectivo apareja estos desequilibrios, creados por el darwinismo social que propugnaba en El origen poli¨¦drico de las especies aquel gran liberal progresista que fue Arturo Soria.
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