Espejos
Bastaban s¨®lo dos funcionarios por planta para llenar todo el ministerio. Un sistema de espejos montado en los ¨¢ngulos los reflejaba, los multiplicaba indefinidamente e introduc¨ªa su imagen en los despachos, en las distintas salas. De esta forma, cualquier ciudadano que entrara en este edificio de la Administraci¨®n no, advert¨ªa nada extra?o. Cada mesa parec¨ªa ocupada a simple vista por un servidor del Estado. Varios centenares de personas estaban en n¨®mina en ese organismo, pero ninguna excepto dos por planta seg¨²n el orden establecido acud¨ªa nunca al trabajo. La pareja de funcionarios de carne y hueso se colocaba frente al espejo principal del piso asignado y all¨ª comenzaba a actuar. Mientras uno escrib¨ªa a m¨¢quina o bostezaba, otro remov¨ªa cartapacios en una estanter¨ªa o trataba de atender al p¨²blico. Este simulacro con ademanes id¨¦nticos se divid¨ªa de modo confuso, se multiplicaba ilimitadamente por medio de sucesivos espejos secundarios y, verti¨¦ndose a trav¨¦s de escaleras y altillos, las im¨¢genes se entrelazaban, compon¨ªan todas las variantes del, funcionariado y finalmente se situaban -en el lugar exacto, sustituyendo a cada empleado de aquel ministerio. El p¨²blico depart¨ªa con subdirectores generales, jefes de negociado, oficiales y bedeles sin advertir que s¨®lo hablaba con unas sombras o reflejos. Nadie sabe cu¨¢ndo comenz¨® esta ficci¨®n. S¨®lo se sabe que ternin¨® por un simple accidente el otro d¨ªa. Un ciudadano vulgar entr¨® en el edificio para reclamar un expediente durante muchos meses archivado y tuvo un altercado fuera de lo com¨²n con un funcionario que no quiso atenderle. El ciudadano trat¨® de agarrarlo por el cuello por encima del mostrador y entonces vio con terror que aquella figura se desvanec¨ªa dentro de su pu?o. Lleno de p¨¢nico, arroj¨® el malet¨ªn contra un cristal y al instante todas las infinitas im¨¢genes que los espejos reflejaban en cadena se disolvieron rotas en pedazos, quedando el ministerio desierto. El p¨²blico huy¨® despavorido. Y a¨²n hoy se ignora si esto mismo va a ocurrir en todas las oficinas del Estado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.