El Madrid prolong¨® a la Liga su crisis de identidad
El Madrid prolong¨® su crisis de identidad y de juego a su territorio m¨¢s conocido, la Liga. Su falta de convicci¨®n es cada jornada m¨¢s notoria, y afecta a parcelas que hasta ahora le eran sagradas. El Madrid parece ahora m¨¢s vulnerable que nunca en una competici¨®n que hab¨ªa tomado como propia. Dos meses despu¨¦s de comenzar el campeonato del equipo de Toshack ya ha sufrido dos derrotas, una m¨¢s, por ejemplo, que la cosechada en toda la campa?a anterior. La debilidad ¨²ltima del Madrid comienza por una p¨¦rdida de la autoestima en el campo.La ausencia de convicci¨®n en el juego ha provocado un grave conflicto en un equipo que siempre se ha caracterizado por la defensa irrenunciable de su m¨¦todo. Los rivales jugaban seg¨²n las condiciones que el Madrid dictaba. Y cuando no se segu¨ªa este principio, aparec¨ªan las deficiencias, las dudas y las grandes derrotas.
La relaci¨®n de dependencia con el adversario es notable en estos momentos. John Toshack hila y deshilvana sus alineaciones, sometido a las dudas existenciales que le provoca el equipo contrario, cualquiera que sea su posici¨®n en la escala social del f¨²tbol. El resultado de este conflicto de personalidad amenaza con desvirtuar los postulados b¨¢sicos del equipo.
La desorientaci¨®n se advierte en un juego h¨ªbrido y despersonalizado, como el que practic¨® en Atocha. El Madrid no jug¨® ni bien, ni mal, en un campo que comenz¨® satinado con el sirimiri y acab¨® convertido en un fangal imposible para el juego. El problema vino de la falta de convicci¨®n moral de su superioridad en la cancha. En este sentido, la Real Sociedad hizo un partido mod¨¦lico. Sac¨® su juego de la caseta y lo llev¨® hasta las ¨²ltimas consecuencias. El Madrid, no. Comenz¨® tocando la pelota, como culpabilizados todos por el desatino a¨¦reo del ¨²ltimo mi¨¦rcoles, pero acusando un exceso de blandura ante un equipo que se impon¨ªa por la v¨ªa f¨ªsica. El bal¨®n del Madrid discurr¨ªa mortecino entre sus l¨ªneas, preocupados todos los jugadores por cumplir el libreto, pero ninguno capaz de transgredir aquella rigidez.
La Real Sociedad siempre fue m¨¢s compacta, especialmente mientras el estado del campo permit¨ªa delimitar los estilos de cada cual. Los goles certificaron esta supremac¨ªa. El Madrid podr¨¢ alegar en su defensa el doble rebote en los postes del remate de Hugo poco despu¨¦s del primer gol local. Pero aquella acci¨®n pod¨ªa escribirse en la capacidad individual que tiene el mexicano.
En unas condiciones tan precarias de fe, de nada le vali¨® al Madrid un dise?o m¨¢s natural de la, alineaci¨®n. Chendo fue devuelto a la banda, donde es alguien en el f¨²tbol, y el resto se acomod¨® con cierta sensatez en el terreno. M¨¢s sorprendente fue la presencia de Agust¨ªn en lugar de: Buyo, movimiento que Toshack justific¨® por motivos estrictainente t¨¢cticos pero que en la grada se interpret¨® como una concesi¨®n en un partido de enorme tensi¨®n ambiental.
Agust¨ªn se encontr¨®, en estas circuristancias adversas, en una situaci¨®n muy delicada. Falto de partidos, sin la capacidad de mando que s¨®lo entregan las presencias repetidas en la porter¨ªa, el guardameta madridista acus¨® una considerable debilidad en el primer tercio del partido, cuando marc¨® la Real.
Los dos goles y el progresivo deterioro del campo dejaron un partidos¨®lo disponible para atletas. En esta tarea, el Madrid pele¨® con verg¨¹enza y ganas, virtudes tambi¨¦n compartidas por la Real Sociedad. No se ve¨ªa, poz tanto, que el Madrid encontrara la posibilidad de reconducir el juego y el resultado. Sus defectos se hab¨ªan instalado antes, cuando el campo ofrec¨ªa opoitunidades para todos. En aquellos instantes, la Real Sociedad mostr¨® todas sus armas y se vaci¨® con ellas. El Madrid ofreci¨®, por el contrario, la imagen desdibujada y triste de los equipos que desconflan de su juego y su destino. Naturalmente, perdi¨® y ayud¨® a sembrar m¨¢s; dudas entre su decepcionada afici¨®n.
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