'Cascos azules' espa?oles para la paz
Las fuerzas de la ONU supervisan las elecciones que hoy empiezan en Namibia, la ¨²ltima colonia africana
"Ondangua de Namea, ?me escuchas?". "Adelante, cambio". Son las siete de la tarde y la noche ya ha ca¨ªdo sobre Namibia, donde a partir de hoy sus habitantes votan por primera vez como futuro pa¨ªs independiente. La jornada ha sido larga para el poco m¨¢s de un centenar de espa?oles que integran los cascos azules de la ONU desplegados en Namibia para supervisar el proceso de independencia de la ¨²ltima colonia africana. En las ¨²ltimas dos semanas, los febriles preparativos para las elecciones que comenzar¨¢n hoy han apretado a¨²n m¨¢s los largos horarios de los militares espa?oles, que operan con ocho aviones caza y un H¨¦rcules.
Para ellos no es f¨¢cil mantener operativos los ocho Aviocar las 24 horas al d¨ªa con apenas nueve tripulaciones. Las tripulaciones del H¨¦rcules comparten con ellos las dificultades que imponen las bajas provocadas por la malaria, los problemas en el abastecimiento de repuestos o la inexistencia de facilidades que a menudo les obligan a ponerse manos a la obra, sin distinci¨®n de grado, para descargar los 16.000 kilos que llevan en su avi¨®n. Si antes de las elecciones era casi imposible disfrutar de vacaciones, ahora tampoco hay libranzas.Durante las elecciones, el grueso de los vuelos se realiza desde la capital, Windhoek, mientras que dos destacamentos, cada uno de cuatro hombres, permanecen en alerta en las bases de Ondangua y Rund¨², en el norte del pa¨ªs, para hacer frente a las posibles operaciones de emergencia.
Ondangua es una destartalada aldea situada a 700 kil¨®metros de Windhoek, en medio de una ¨¢spera y seca sabana. All¨ª, y no en Windhoek, empieza el ?frica verdadera. La primera residencia del contingente, que ahora ocupan los militares malayos, no ten¨ªa ventanas, y en las noches de escarcha los hombres se tapaban incluso con los colchones. Ahora que tienen una guarida m¨¢s digna, incluso son presa del optimismo: al menos en Ondangua el cocinero de la base es italiano y hace una comida m¨¢s apetitosa que la que prepara su colega surafricano en Suiderhof, la residencia de los cascos azules en Windhoek, donde s¨®lo se cocina con aceite de soja.
Nada m¨¢s dado el aviso, los cuatro hombres se ponen en marcha. Entre 15 minutos y media hora despu¨¦s, est¨¢n listos para salir hacia Ruacan¨¢, en la frontera con Angola. Justo en este tiempo, los miembros suizos del contingente de las Naciones Unidas encargado de la sanidad terminan de preparar al herido. De all¨ª, en algo m¨¢s de dos horas, llegar¨¢n a Windhoek.
Aeropuerto sin controlador
No todo sale como es deseado: en Eros, el aeropuerto militar de Windhoek, no hay controlador porque el que hab¨ªa formaba parte del contingente de surafricanos que ya se retiraron a su pa¨ªs. Y para colmo de males, las luces de la pista est¨¢n apagadas. Controlando su posici¨®n con las informaciones que se intercambian con los aviones en vuelo por la misma zona, aprovechando la claridad, por fin, toman tierra felizmente.Al d¨ªa siguiente, poco despu¨¦s del amanecer, comienza de nuevo la actividad del contingente espa?ol. Las rutas hacia el norte, donde estos d¨ªas ha habido que desplazar a miles de observadores internacionales que sembrar¨¢n el territorio dos veces m¨¢s grande que Espa?a de mesas electorales, son las m¨¢s frecuentes. Tambi¨¦n son las m¨¢s arriesgadas: del paralelo 18.30 hasta la frontera con Angola, la paz es todav¨ªa demasiado reciente y fr¨¢gil. Una guerra especialmente larga y cruenta ha dejado sobre el terreno grupos incontrolados y bien armados que o est¨¢n aislados o no se sienten vinculados a las resoluciones de la ONU y los acuerdos de paz alcanzados este a?o para el ?frica austral. Una confusi¨®n, el pasado abril, llev¨® a la Uni¨®n Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA, la guerilla contrarrevolucionaria angole?a, que todav¨ªa no ha firmado la paz) a abatir un helic¨®ptero de sus protectores surafricanos.
El principal peligro en esta zona estriba en la posesi¨®n de estos grupos de los misiles SAM-7. Para esquivarlos, al llegar a la altura de la mancha perfectamente blanca del parque nacional de Tosha (un perfecto desierto que en el mes de las lluvias se convierte en un lago paradisiaco), los Aviocar descienden a una altura por debajo de los 125 pies (unos 40 metros), medida por debajo de la cual los misiles son ineficaces. "El vuelo a baja cota nos libra del peligro de los misiles, pero tambi¨¦n tiene sus riesgos", explica el capit¨¢n Ignacio Pimentel. "En caso de paro de un motor a esta altura hay escasas posibilidades de salir adelante". Las arenas del parque est¨¢n ahora al alcance de la mano. Al paso del avi¨®n, siguiendo los regueros de huellas dejados por otras manadas, jirafas y ganado vacuno se lanzan a la huida entre los secos arbustos que comienzan a ser m¨¢s frecuentes.
Chozas de ca?a y barro
Por fin comienzan a aparecer las chozas redondas de ca?a y barro que rodean Oshakati, situada a apenas 40 kil¨®metros de Ondangua y en la provincia Ovambo. ?ste es el territorio donde reinan las banderas de la Organizaci¨®n Popular de ?frica del Suroeste (SWAPO), el movimiento de liberaci¨®n que se ha enfrentado durante casi 30 a?os a la ocupaci¨®n ilegal de Sur¨¢frica. Los pastores salen de sus moradas a saludar al avi¨®n, levantando el brazo y el pu?o cerrado en se?al de victoria de su partido. Aqu¨ª, como en el resto del territorio, las fuerzas de la ONU no son bien vistas por los surafricanos ni por la poblaci¨®n blanca namibia, que acusa a la organizaci¨®n de seguir favoreciendo a la SWAPO.Mientras el avi¨®n toma tierra, otro aparato, el que ha ofrecido Mozambique, alquil¨¢ndolo a Sur¨¢frica, tambi¨¦n se aproxima a Oshakati. En su caso no es necesario el vuelo a baja cota, ya que la presurizaci¨®n le permite viajar a una altura de 20.000 pies, el extremo superior que garantiza la inoperatividad de los SAM-7. Para aterrizar, el avi¨®n surafricano se sit¨²a sobre la vertical de la pista. Dibujando una espiral, desciende a 3.000 pies por minuto. Mientras, dos helic¨®pteros surafricanos armados de ametralladoras rastrean los alrededores. En caso de detectar un disparo de misil, lanzar¨¢n las bengalas, que, al ser una fuente de calor mayor que los aviones, desviar¨¢n el tiro.
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