Riesgos y esperanzas de una nueva Europa
La historia europea entr¨® ayer en una fase radicalmente nueva llena de esperanzas de una convivencia m¨¢s estrecha y m¨¢s libre, plagada tanbi¨¦n de graves riesgos, algunos previsibles, muchas insospechados. Un orden internacional basado en el enfrentamiento y la disuasi¨®n por el terror ante el adversario qued¨® superado por la historia.El s¨ªmbolo de cerca de nueve lustros de lucha ideol¨®gica entre los sistemas, el muro de Berl¨ªn y los cerca de 1.000 kil¨®metros de frontera fortificada e implacablemente vigilada, desaparece por anacr¨®nico e in¨²til. La Europa de la generaci¨®n que hoy va a la escuela ser¨¢ radicalmente distinta de la de sus mayores.
Desde ayer ya. no se trata s¨®lo de que ciertos pa¨ªses como Hungr¨ªa y Polonia hayan recuperado su libertad, hegemon¨ªa. El discurso pol¨ªtico del siglo XX ha quedado liquidado. Los 20 a?os de tensi¨®n entre las dos grandes guerras estuvieron marcados por la crisis entre Alemania y Francia. Los 40 a?os de paz enfrentada desde 1945 fueron de choque ideol¨®gico. La ideolog¨ªa beligerante que ha marcado el siglo se ha agotado en su impotencia ante los nuevos retos.
El fundamento de toda estabilidad en Europa es un consenso occidental sobre la gran fuerza del centro, Alemania. El hundimiento del r¨¦gimen posestalinista en la RDA ha cogido una din¨¢mica que tiene a todo el mundo sin aliento. Hace a¨²n pocos meses, el anciano Erich Honeeker, incapaz de interpretar ya la historia con sus r¨ªgidos dogmas del comunista de los a?os treinta, dec¨ªa que "el muro segurir¨¢ en pie en cincuenta o cien a?os". Hoy aquel comentario ya no. provoca sino sonrisas.
Las reformas liberalizadoras en el este de Europa, reactivadas por Mijail Gorbachov cuando accedi¨® al poder, causaron en principio perplejidad y una gran dosis de incredulidad en Occidente. Hoy est¨¢ claro que la actualidad es historia. Europa no ha vivido momentos de tal magnitud hist¨®rica desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial y el final de la Segunda.
Ayer, la RDA, baluarte de la ortodoxia marxista-leninista desde su creaci¨®n, demostr¨® espectacularmente que nos hallamos en el umbral de un orden internacional radicalmente nuevo. La frontera interalemana y el muro de Berl¨ªn han quedado abiertos. Bajo la presi¨®n masiva de una poblaci¨®n informada, que, como todas las sociedades europeas orientales, se niega ya a ser tutelada por una direcci¨®n fracasada cuya ¨²nica legitimidad est¨¢ en las armas, el r¨¦gimen comunista de la RDA renuncia al arma que, seg¨²n afirma oficialmente, ha garantizado su existencia.
En 1961, Walter Ulbricht y Erich Honecker construyeron el muro para evitar que la RDA se desangrara. Hoy, los sucesores de estos dos hist¨®ricos l¨ªderes renuncian a un monumento de la guerra fr¨ªa cuya efectividad hab¨ªa sido minada ya por las reformas en pa¨ªses vecinos. Alemania oriental no pod¨ªa construir muros en todas sus fronteras.
El peligro de desangrarse persiste. Occidente, y sobre todo la Rep¨²blica Federal de Alemania, tiene un inter¨¦s vital por evitar que la desaparici¨®n de una frontera inhumana provoque las conmociones que supondr¨ªa una migraci¨®n de dimensiones b¨ªblicas hacia el Oeste.
El r¨¦gimen comunista alem¨¢n ha dado el primer paso en su retirada hacia la irrelevancia. Las superpotencias y toda la comunidad europea de naciones deber¨¢n ayudar con enorme prudencia a que el segundo Estado alem¨¢n pueda despojarse del lastre dictatorial sin poner en peligro el equilibrio europeo y lo que le es inherente, los intereses de todos los Estados en Centroeuropa, en primer lugar la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
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