De Jawaharlal a Rajiv
Hoy, 14 de noviembre, se cumplen cien a?os del nacimiento de una de las grandes figuras de nuestro tiempo. En Bhavan Place, Allahabad, Uttar Pradesh, Provincias Unidas en la ¨¦poca, norte de *la India, nac¨ªa en 1889 Jawaharlal Nehru, primer jefe de Gobierno del ¨²nico gran pa¨ªs del Tercer Mundo que desde la independencia siempre ha figurado en el campo de las democracias.A los 25 a?os de la muerte de Nehru, ocurrida el 27 de mayo de 1964,y a algo m¨¢s de 40 de la independencia proclamada el 15 de agosto de 1947, la India afronta a fines de este mes su en¨¦sima elecci¨®n democr¨¢tica con Rajiv Gandhi, nieto del gran l¨ªder hist¨®rico, en la direcci¨®n del Gobierno. Rajiv, a su vez, hered¨® la corona, republicana de su madre, Indira, Nehru de nacirniento y Gandhi s¨®lo por v¨ªa matrirnonial. Hasta la fecha ¨²nicamente dos extra?os han ocupado la jefatura. de Gobierno de la India independiente: Lal Bahadur Shastri, de 1964 a su fallecimiento en 1966, y Morarji Desai, de 1977 a 1979; en total, apenas cuatro a?os sobre 42, el resto de los cuales ha estado cubierto por una sola estirpe din¨¢stica: Jawaharlal, de 1947 a 1964; Indira, de 1966 a 1984, con el par¨¦ntesis Desai; y Rajiv, desde la muerte de su madre en 1984 a la actualidad. Ante esa -insistencia en lo consangu¨ªneo cabe preguntarse por qu¨¦ la India ha votado democr¨¢ticamente a una cierta realeza, y cu¨¢les son los m¨¦ritos hist¨®ricos que han dado a una familia casi el monopolio del poder pol¨ªtico en un Estado, hoy de m¨¢s de 800 millones de habitantes, que habla una docen¨ªa de lenguas mayores, alberga, alg¨²n centenar de grupos raciales y observa buena parte de todas las religiones del planeta.
Nehru pudo pensar la India porque era lo m¨¢s extranjero que cab¨ªa sin dejar de ser, por ello indio , y a la vez amar apasionadamente a su pa¨ªs. El gran l¨ªder de la independencia hab¨ªa sido educado en una clara visi¨®n del mundo por venir. As¨ª fue como, formado en los colegios y universidades de la aristocracia inglesa, vino a realizar aquella ut¨®pica y generosa pretensi¨®n del historiador Macaulay, cuando a mediados del siglo pasado cifraba como objetivo de la dominaci¨®n brit¨¢nica en la India la formaci¨®n de ingleses de piel oscura. No tan oscura, en el caso de Nehru, v¨¢stago de una familia procedente de Cachemira, tez casi europea, raza visiblemente aria, religi¨®n inevitablemente hinduista, casta socialmente privilegiada.
Su alteridad a una India que a la independencia vio estallar todas las tensiones de las lenguas de las religiones de las castas, y de los pueblos, le permiti¨® abarcar en una s¨ªntesis el futuro del Estado, o el Estado del futuro. El colonialismo brit¨¢nico hab¨ªa sostenido que ¨²nicamente su dominaci¨®n hab¨ªa dado un cierto sentido a la India, que s¨®lo la reina Victoria hab¨ªa inventado una India posible convirti¨¦ndola en imperio. Nehru rechazaba, naturalmente, esa visi¨®n, pero no en nombre de un pasado feudal que en Delhi hubiera tenido a uno u otro monarca de poderes m¨¢s que dudosos sobre el subcontinente, sino en el de la presunta conciencia de todos sus habitantes de constituir un ¨²nico destino pol¨ªtico. Por ello, su obra naci¨® en cierto modo fracasada, al producirse a la independencia. la partici¨®n del espacio indost¨¢nico en un Pakist¨¢n parapetado en lo isl¨¢mico y una Uni¨®n India de aspiraciones seculares.
La visi¨®n occidental de esos
dram¨¢ticos meses que envuelven la proclamaci¨®n de la doble independencia, india y paquistan¨ª, ha sido consistentemente favorable a Nehru: el visionario laico que ofrec¨ªa un hogar com¨²n a todas las religiones en nombre de un patriotismo panindio hab¨ªa supuestamente perdido la batalla de la unidad ante la intransigencia de Ali Jinnah, el hombre que prefiri¨® el Estado teol¨®gico s¨®lo para musulmanes. La realidad, sin embargo, nunca puede ser tan rotunda. Jinnah quiso tanto como Nehru esa India de todos, pero con unas garant¨ªas para la poblaci¨®n isl¨¢mica que, si no Jawaharlal, al menos poderosas fuerzas del partido del Congreso siempre le negaron. La partici¨®n fue por ello una tragedia de doble direcci¨®n.Durante sus a?os al frente del Gobierno, Nehru se convirti¨® en el gran estadista internacional de la India contempor¨¢nea, contribuy¨® decisivamente a la creaci¨®n del movimiento-no alineado y fue aceptado como un perfil ¨¦tico para el mundo entero. En el pa¨ªs, en cambio, las ilusiones del despertar a la independencia se fueron diluyendo en las escaramuzas de un partido todo terreno pensado para reba?ar hasta el ¨²ltimo sufragio; el propio Nehru, cuya ideolog¨ªa se nutr¨ªa de un tenue socialismo apenas definido como antiimperialista, no logr¨® imprimir en el Congreso un sentido claro de misi¨®n; por ello, su obra se extenu¨® en un socialismo coreado como una marca de detergente, en una corrupci¨®n institucional y en un clientelismo irradicable. Nehru mor¨ªa en 1964 con el pesar de haber visto destruida, por a?adidura, una de sus grandes ilusiones exteriores: la guerra de 1962 con China mostraba c¨®mo las contradicciones entre las potencias del Tercer Mundo pesaban m¨¢s que el mesianismo cultivado y elegante del gran se?or de Delhi.
A diferencia de Nehru, Indira Gandhi opt¨® por zambullirse en la realidad profunda de la India. Pese a su educaci¨®n en Suiza e Inglaterra, la primera ministra no pod¨ªa permitirse el lujo intelectual de la gran visi¨®n del padre, desde la que la India constitu¨ªa un todo intuido hacia el futuro; a vueltas con el partido que la hab¨ªa elegido con la esperanza de convertirla en su instrumento, breg¨® en la batalla cloaquera de las influencias, de las im¨¢genes mitol¨®gicas del pa¨ªs; deliberadamente oposit¨® al t¨ªtulo de madre carism¨¢tica de la naci¨®n, y como mother India se hizo conocer, pr¨®xima y distante a la vez; su pol¨ªtica fue la de convertirse en una figura de pante¨®n, y s¨®lo fiaba la unidad de la Uni¨®n a una continuidad din¨¢stica, lo que jam¨¢s le hubiera pasado por la cabeza al involuntario patriarca de una familia en el poder.
Rajiv Gandhi no ha pretendido abarcar la India desde la diferencia, como Nehru, ni justificarse reencontrando el pa¨ªs, como Indira, sino que se presenta ya como la misma India sin mediaciones, s¨®lo que una India del futuro, hecha al ordenador, adaptada a su tiempo, naci¨®n que ha resuelto sus problemas existenciales. Rajiv, educado en Cambridge, piloto de l¨ªneas a¨¦reas, tecn¨®crata rodeado de tecn¨®cratas, quiere ser aquel que no necesite para ser l¨ªder del pa¨ªs ni una ideolog¨ªa hecha de compostura ¨¦tica como el abuelo, ni una patente de hinduismo y astrolog¨ªa como la madre. ?ste es, por supuesto, el mito de s¨ª mismo que expende Rajiv Gandhi; y otra cosa puede ser lo que la India haga un d¨ªa con todo ello.
Cuando el 22 de noviembre las masas del subcontinente comiencen a votar una nueva representaci¨®n democr¨¢tica del pa¨ªs, lo har¨¢n tambi¨¦n en favor o en contra de una sucesi¨®n; no s¨®lo se definir¨¢n por ello respecto de Rajiv Gandhi, sino de la continuidad de un proyecto al que le puso nombre Nehru y que por el camino de la divinizaci¨®n familiar llev¨® adelante Indira; votar¨¢n, por tanto, a un compuesto de esas tres personalidades, con lo que un veredicto negativo podr¨ªa ser particularmente nefasto para la idea din¨¢stica de la India. De un lado, un apartamiento decisivo de la vertical Nehru-Gandhi reforzar¨ªa probablemente una versi¨®n no mitol¨®gica del pa¨ªs, lo que no parece malo; pero de otro, el reforzamiento de ese eje hist¨®rico-familiar es quiz¨¢ mejor garant¨ªa a corto plazo de las cohesiones de la Uni¨®n. Si as¨ª fuera, a los 100 a?os de su muerte, Nehru habr¨ªa ganado sin quererlo una nueva apuesta electoral.
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