Alcohol en la escuela
HAY DECISIONES tan elementales que cuando se adoptan causa verdadera sorpresa que no estuvieran en vigor desde mucho tiempo atr¨¢s, antes de que una situaci¨®n amenazante reclame con urgencia su implantaci¨®n. Es lo que acaba de ocurrir con la orden ministerial publicada en el Bolet¨ªn Oficial del Estado del pasado d¨ªa 13 prohibiendo la venta y distribuci¨®n de tabaco y bebidas alcoh¨®licas en los centros escolares p¨²blicos.Es dif¨ªcil imaginar que el consumo de tabaco y alcohol -cerveza fundamentalmente-, nocivos para la salud de los adolescentes, estuviese santificados en el pasado con el debido silencio administrativo. Lo que adem¨¢s resultaba incongruente con las ¨²ltimas disposiciones oficiales que restringen ya la venta y el consumo de tabaco en otros ¨¢mbitos p¨²blicos.
Es positivo, pues, que el ministerio haya decidido dar este elemental paso, aunque todav¨ªa mejor, desde el punto de vista de la vida ciudadana, hubiese sido que los propios ¨®rganos directivos de la comunidad escolar, tan en primera l¨ªnea a la hora de instrumentar otras demandas, hubieran adoptado por propia iniciativa una medida necesaria para preservar la salud y el nivel de rendimiento de los j¨®venes estudiantes. Procede ahora que la orden ministerial no quede en papel mojado, como tantas otras cosas, y que la comunidad escolar en su conjunto se muestre m¨¢s beligerante a la hora de explicar a los propios adolescentes los efectos que pueden producir en su desarrollo el consumo de alcohol y tabaco. Resulta sorprendente, por otra parte, que la decisi¨®n oficial afecte s¨®lo a los centros escolares p¨²blicos y deje fuera de su ¨¢mbito a los concertados y privados.
El acceso al consumo de bebidas alcoh¨®licas por parte de los m¨¢s j¨®venes resulta demasiado f¨¢cil, y no es extra?o que tambi¨¦n se manifieste en el ¨¢mbito escolar. Un medio social tremendamente competitivo, el paro laboral, la falta de perspectivas de muchos j¨®venes y la constante presi¨®n publicitaria al consumo son algunos ingredientes que componen el c¨®ctel de la alcoholemia, que entre la juventud est¨¢ asociado a la aparici¨®n de las litronas. Es dif¨ªcil luchar contra costumbres profundamente arraigadas en lo social, y m¨¢s si son exacerbadas por la moda imperante, pero ello no exime a los poderes p¨²blicos de comprometerse en la educaci¨®n de la poblaci¨®n para que sepa proteger su salud. Entre esas modas destaca, por el ¨¦xito de la iniciativa, el que durante los fines de semana las discotecas afamadas abran sus puertas en horarios especiales -de siete de la tarde a diez de la noche- para p¨²blicos menores de 18 a?os, una iniciativa que se acompa?a, y esto es lo grave, con la venta indiscriminada de alcohol a todo aquel que lo solicite y pague, al margen de su edad. El adolescente, seg¨²n los psicologos, es especialmente proclive a emular los h¨¢bitos de los adultos, algo que conocen perfectamente quienes anteponen sus negocios y beneficios privados al bienestar p¨²blico.
Por este camino no es extra?o que Espa?a alcance pronto el primer puesto en el ¨ªndice de alcoh¨®licos de la CE. El abuso de la bebida se est¨¢ convirtiendo en una especie de alocado campeonato nacional que produce graves consecuencias sociales, laborales, intelectuales y familiares en nuestro pa¨ªs. Cada vez es mayor su tr¨¢gica incidencia en los accidentes de tr¨¢fico, cuyas v¨ªctimas son en su gran mayor¨ªa estos j¨®venes que beben durante los fines de semana. Algo podr¨ªan hacer los poderes p¨²blicos tambi¨¦n en este terreno. La vida del adolescente no concluye, ni mucho menos, a la salida de los colegios.
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