Malvenidos a Bucarest
Mientras una decena de hombrecillos misteriosos iba de un lado a otro del aeropuerto, clavando miradas sin disimulo a los periodistas reci¨¦n llegados, los guardias de aduanas empezaron a registrar los equipajes.Mil¨ªmetro a mil¨ªmetro, los agentes revisaron cualquier papel hasta depurar toda sombra de disidencia. En sus manos quedaron decenas de recortes y notas que esta periodista llevaba consigo, n¨²meros de tel¨¦fonos y hasta las p¨¢ginas de internacional y opini¨®n de EL PA?S del s¨¢bado, que fueron separadas sin piedad del resto del peri¨®dico.
La misma escena se repiti¨® con los colegas presentes, y as¨ª hab¨ªa ocurrido la v¨ªspera con otros periodistas llegados a Bucarest con ocasi¨®n del inicio hoy del congreso del Partido Comunista Rumano. Otros, unos 35, ni siquiera han podido entrar, al hab¨¦rseles denegado el visado, entre ellos el corresponsal de EL PA?S para Europa del Este, Hermann Tertsch.
En las carpetas quedaron los programas oficiales del congreso, editados por el Gobierno rumano, y un par de cuadernos en blanco. Una peque?a c¨¢mara oculta nos registraba y nos daba la bienvenida a Bucarest.
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