El psicodrama de Occhetto, el Gorbachov italiano
El l¨ªder comunista se juega su futuro pol¨ªtico en la reuni¨®n del Comit¨¦ Central del PCI, que comienza hoy en Roma
Achille Ochetto pretende que de las cenizas del viejo e hist¨®rico Partido Comunista Italiano (PCI), fundado en 1921 por Gramsci y Togliatti, nazca una fuerza capaz de estar a la altura del terremoto pol¨ªtico que est¨¢ sacudiendo al planeta y capaz, asimismo, de remover a fondo las aguas estancadas del eterno predominio democristiano sobre la vida pol¨ªtica italiana. Se trata de una apuesta importante en un pa¨ªs donde la pretensi¨®n de Bettino Craxi de crear una gran fuerza socialista y europea, capaz de desbancar del poder al partido cat¨®lico, no s¨®lo no ha logrado enraizarse, sino que ha servido m¨¢s bien para mantener est¨¦rilmente divididas a las fuerzas de izquierda.El l¨ªder comunista italiano se juega a partir de hoy, en el debate que esta tarde inician los 300 miembros del Comit¨¦ Central del PCI, todo su pasado y todo su futuro pol¨ªtico. Porque, como ha explicado a sus colaboradores m¨¢s estrechos, si su perestroika no se impone ¨¦l se retira.
Y la jugada no ser¨¢ f¨¢cil ni indolora. Los comentaristas pol¨ªticos aseguran que este Comit¨¦ Central ser¨¢ el m¨¢s importante y decisivo en la historia del PCI. Y la suerte a¨²n no est¨¢ echada, porque la revolucionaria propuesta de Occhetto de abrir una fase constituyente para transformar el PCI en una "nueva fuerza pol¨ªtica", capaz de recoger en su seno a todas las fuerzas socialistas, progresistas y cat¨®licas que atraviesan hoy transversalmente los partidos tradicionales sin identificarse plenamente con ellos, y que, l¨®gicamente, no podr¨ªa apellidarse comunista, ha levantado un avispero de pasiones y reacciones; las m¨¢s, opuestas.
Para Occhetto, explica a EL PA?S un psic¨®logo, supone "un aut¨¦ntico psicodrama". Y no s¨®lo existencial, sino tambi¨¦n, y sobre todo, pol¨ªtico. Baste pensar que el primero que se le ha puesto en contra es Pietro Ingrao, su antiguo maestro pol¨ªtico, el l¨ªder carism¨¢tico de la izquierda en movimiento, la que mejor dialoga con todas esas fuerzas injertadas en la sociedad, desde los verdes a los radicales, pasando por los movimientos de base cat¨®licos con los que tanto cuenta Occhetto precisamente para formar una nueva fuerza pol¨ªtica progresista.
Adem¨¢s, Ingrao fue el que permiti¨® a Occhetto obtener una victoria un¨¢nime en el ¨²ltimo congreso, celebrado en Roma el pasado mes de marzo. En cambio ahora, el incondicional de Occhetto es Giorgio Napolitano, el alma conservadora del partido, el m¨¢s filosocialista, que se adhiri¨® al resultado del congreso con cierto sufrimiento. Todo esto trastoca de hecho la mayor¨ªa pol¨ªtica surgida del congreso y que hab¨ªa colocado a Occhetto en el ala izquierda del PCI. Ingrao teme que la perestroika de Occhetto pueda en realidad consumar toda su fuerza revolucionaria en una "fusi¨®n con el Partido Socialista de Craxi", perdiendo as¨ª todo su peso y carisma hist¨®ricos de fuerza de izquierdas y de oposici¨®n.
Pero mientras Ingrao se ha plantado y su oposici¨®n ha creado una profunda crisis de conciencia, sobre todo en los viejos militantes que han visto siempre en el anciano l¨ªder de la izquierda un maestro y un gu¨ªa en los momentos cruciales, Occhetto se ha encontrado con la sorpresa de que a su lado se ha puesto nada menos que el intelectual Bruno Trentin, el poderoso secretario general de CGIL, el sindicato socialista-comunista que cuenta con 4,5 millones de afiliados y que supone la gran mayor¨ªa de la base obrera del partido.
M¨¢s aun, con Occhetto se ha aliado el gran fil¨®sofo Norberto Bobbio, la conciencia m¨¢s limpia del liberal-socialismo del pa¨ªs, que ha aplaudido su coraje.
Y, sobre todo, el secretario cuenta con el apoyo de una parte hoy esencial del partido que fue protagonista indiscutible en el congreso: las mujeres, que han recibido, han dicho, "con enorme felicidad" la idea de abrir una fase constituyente capaz de "emprender un camino nuevo e in¨¦dito" en el cual la presencia femenina comunista pueda encontrar su merecido protagonismo.
Prisa desconcertante
Lo que m¨¢s ha desconcertado a muchos dentro del partido ha sido, en primer lugar, la prisa con la que Occhetto ha levantado la cuesti¨®n y, despu¨¦s, la intenci¨®n de cambiar el nombre del partido, algo que ha despertado emociones, rechazos, angustias y hasta enfermedades psicosom¨¢ticas en no pocos militantes. Es como si a los cristianos que han consagrado una vida a su fe, el Papa les anunciara que deben cambiar de nombre, porque el de cristianos ya no sirve al haber sido utilizado en algunos momentos hist¨®ricos para llevar a cabo verdaderas atrocidades, coment¨® ayer a EL PA?S un viejo militante, un metal¨²rgico que se sorb¨ªa las l¨¢grimas porque no se atrev¨ªa a sacar el pa?uelo para no hacer ver que estaba llorando.
Como le ocurre a Mijail Gorbachov en la URSS, tambi¨¦n a Occhetto le est¨¢n llegando m¨¢s aplausos para su perestroika del exterior que del interior. Por ejemplo, el l¨ªder laborista ingl¨¦s Neil Kinnock ha ofrecido todo su apoyo al secretario comunista italiano para entrar en la Internacional Socialista (IS).
Tambi¨¦n Peter Glotz, el brazo derecho de Willy Brandt, ha interpretado el deseo de Occhetto de cambiar el nombre del partido como "una forma de arrebatarles a sus adversarios pol¨ªticos un instrumento de propaganda", como explic¨® ayer en una entrevista a La Repubblica.
Gilles Martinet, exponente del partido de Fran?ois Mitterrand y ex embajador de Par¨ªs en Roma, ha alabado a Occhetto afirmando que el cambio de nombre no es otra cosa que el punto de llegada de un largo proceso iniciado hace diez a?os.
Occhetto pondr¨¢ esta tarde toda la carne en el asador para obtener un consenso sobre su propuesta revolucionaria, explicando que lo del cambio de nombre -que despierta tantos fantasmas dentro del partido y tantos miedos fuera, aunque por motivos muy distintos- no es prioritario, sino consecuencia de un proceso profundo que debe hacerse s¨®lo con el "consenso de todo el partido"; que nada est¨¢ a¨²n decidido, y que el debate se trasladar¨¢, si el Comit¨¦ Central no se opone a ello, a un congreso extraordinario que ponga las bases para una fase constituyente de refundaci¨®n, cuyos resultados ir¨¢n a un nuevo congreso para su aprobaci¨®n definitiva.
El secretario har¨¢ esfuerzos por tranquilizar a quienes temen que el partido, cambiando tan profundamente, pueda perder fuerza y acabar subalterno del de Craxi. Al contrario, seg¨²n Occhetto, esta operaci¨®n es imprescindible para evitar que, bajo la excusa de que hoy ya no existe el comunismo en ninguna parte, los socialistas italianos sigan queriendo hegemonizar la izquierda como ¨²nica fuerza socialista capaz de gobernar.
Nuevo partido socialista
Hasta ahora se hab¨ªa dicho que una alternativa de izquierdas en Italia s¨®lo pod¨ªa ser capitaneada por Craxi porque era impensable en Occidente que lo fuera por un partido comunista. Pero si el PCI deja de ser comunista y entra en la IS, convirti¨¦ndose a todos los efectos en un nuevo partido socialista europeo, el castillo de Craxi se derrumba. En ese punto contar¨¢ s¨®lo la fuerza de los votos de cada uno de los partidos, el que recoja m¨¢s consensos en elcampo progresista del pa¨ªs. Se acaban los prejuicios y los vetos pol¨ªticos. Y el PCI, aunque con nombre distinto pero con toda su fuerza, su bagaje cultural, su riqueza de base, su atracci¨®n en el ¨¢mbito cat¨®lico progresista, con su historial de partido serio y no zarandeado por los esc¨¢ndalos, podr¨ªa muy bien ser candidato a protagonizar la izquierda del pa¨ªs.
De hecho, recalcan en Botteghe Oscure (sede del PCI), Craxi est¨¢ muy nervioso, como lo est¨¢ la Democracia Cristiana, frente a esta revoluci¨®n comunista. Hasta ahora el l¨ªder socialista hab¨ªa insistido machaconamente que mientras el PCI no cambiara de nombre era imposible hablar de unidad de las izquierdas italianas. Y segu¨ªa repitiendo que el nuevo partido comunista de Occhetto era m¨¢s viejo y m¨¢s sectario que el anterior. Ahora ha afirmado que lo que se prepara en Botteghe Oscure es serio y que hay que esperar a ver sus frutos.
La revoluci¨®n de Occhetto puede dar miedo a unos y a otros, pero lo que nadie puede dudar es que se trata de algo trascendental en cuyo debate est¨¢ participando todo el pa¨ªs, desde los pol¨ªticos a los publicitarios, desde la Iglesia a los artistas. Y se multiplican las sugerencias sobre el nombre que deber¨ªa adoptar esa nueva fuerza pol¨ªtica progresista, socialista y de izquierdas que Occhetto quiere hacer nacer del vientre del hist¨®rico comunismo italiano, el ¨²nico que ha sabido sobrevivir al terremoto que ha visto desplomarse a los otros partidos hermanos.
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