Retorno al polvor¨ªn
Es seguramente una de las mayores iron¨ªas de la historia contempor¨¢nea el hecho de que vayamos a entrar en la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX con un panorama exactamente igual al que ten¨ªamos cuando ¨ªbamos a entrar en la primera: la presencia de una gran preocupaci¨®n de que las tensiones y rivalidades existentes en la Europa del Este traigan consigo una inestabilidad pol¨ªtica generalizada, y en consecuencia, una crisis en el sistema internacional.Dadas las incre¨ªbles transformaciones que se han producido en los ¨²ltimos 80 a?os (el fin de los imperios coloniales, la guerra fr¨ªa, etc¨¦tera), hombres de Estado y estrategas deben prestar mucha atenci¨®n a lo que est¨¢ sucediendo con la poblaci¨®n y con los territorios situados en la frontera occidental de la Uni¨®n Sovi¨¦tica y en la oriental de Alemania. Nos guste o no, hemos de tener presentes los acontecimientos de 1914, y tambi¨¦n, aunque en menor grado, los de 1939.
A principios de este siglo exist¨ªan dos factores por los que le Europa oriental pod¨ªa ser considerada como un polvor¨ªn. La primera era que una de las grandes superpotencias de la zona -el Imperio austro-h¨²ngaro- mostraba indicios de fisuras internas e inminente derrumbamiento. Aunque muchos de los pueblos que se encontraban bajo la jurisdicci¨®n de los Hasburgo (checos, polacos, serbios e italianos) mostraban su hostilidad contra el imperio, su existencia garantizaba, al menos, la estabilidad territorial. Esta situaci¨®n era especialmente preocupante debido a la presencia del segundo factor: hab¨ªa muchas rivalidades locales y territoriales (checos contra alemanes, h¨²ngaros contra rumanos... ) que s¨®lo estaban parcialmente contenidas por el gobierno de los Hasburgo, y estaba claro que resurgir¨ªan si este gobierno desaparec¨ªa. Si el Imperio austro-h¨²ngaro se desvanec¨ªa o se ve¨ªa mermado, ?qu¨¦ nuevas estructuras y acuerdos podr¨ªan mantener esa estabilidad?; ?qu¨¦ pod¨ªa pasar si la Rusia de los zares o la Alemania imperial se inmiscu¨ªan en el vac¨ªo de poder creado por la desaparici¨®n del Imperio austro-h¨²ngaro?; m¨¢s a¨²n, ?qu¨¦ ocurrir¨ªa si los c¨ªrculos militares m¨¢s conservadores de Viena reaccionaban ante las fisuras suprimiendo por la fuerza todos los movimientos que abogaban por la libertad pol¨ªtica?
?stos son precisamente los mismos interrogantes que debemos plantearnos hoy d¨ªa. Esta vez es el imperio sovi¨¦tico el que se presenta amenazado por las agitaciones internas y la desintegraci¨®n. La fuerza centr¨ªfuga es muy evidente tanto en los Estados del B¨¢ltico como en las Rep¨²blicas musulmanas del sur. Adem¨¢s, los apuros econ¨®micos y el descontento pol¨ªtico han provocado una gran presi¨®n en favor del cambio en todos y cada uno de sus Estados sat¨¦lites de Europa central y del Este. Polacos y h¨²ngaros han puesto en marcha medidas liberalizadoras a gran escala, y en Alemania Oriental se esperan grandes cambios tras la marcha de Erich Honecker. Mientras tanto, las autoridades checas y b¨²lgaras luchan en vano por mantener el viejo orden marxista, y en Rumania sigue reinando la represi¨®n. Por otra parte, al igual que a principios de este siglo, parece probable que vuelvan a surgir las viejas rencillas ¨¦tnicas y ling¨¹¨ªsticas en Bulgaria y Ruman¨ªa, respectivamente, y en el sur tenemos los problemas entre Yugoslavia y Albania, ahora que sus sistemas federalistas se disgregan. La mayor¨ªa de estas rencillas (exceptuando la cuesti¨®n yugoslava) han estado controladas gracias a la existencia del imperio sovi¨¦tico, a la presencia de divisiones del Ej¨¦rcito y a la estructura de integraci¨®n del Pacto de Varsovia. Ojal¨¢ no tengamos que enfrentarnos a toda una serie de disputas territoriales si todo esto desaparece.
Por si fuera poco, aparece tambi¨¦n un factor que puede complicar a¨²n m¨¢s la situaci¨®n: el renacimiento de la cuesti¨®n alemana, es decir, la posibilidad de que gran parte de la zona quede bajo la creciente influencia del generador de la econom¨ªa europea -Alemania-, como ocurri¨® en los a?os treinta. Como muchos han se?alado, la guerra fr¨ªa en la Europa dividida puede no haber sido m¨¢s que una soluci¨®n temporal al problema alem¨¢n. Fue una h¨¢bil maniobra el dividir la naci¨®n en dos partes y situar cada una de ellas en uno de los bloques de la alianza, bajo la influencia de su correspondiente superpotencia.
Pero ?qu¨¦ puede suceder si realmente el bloque sovi¨¦tico se desintegra? ?Qu¨¦ le pasar¨¢ a la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana si su ideolog¨ªa marxista y su econom¨ªa pol¨ªtica -¨²nica justificaci¨®n para su existencia como Estado separado- caen por la borda en esta oleada de reformas liberalizadoras? ?Estamos preparados para el retorno de una Alemania unida de m¨¢s de 80 millones de habitantes, con una eficacia industrial y unos recursos econ¨®micos que pueden convertirla en una especie de im¨¢n para la mayor¨ªa de los desesperados pueblos y Gobiernos del Este? ?Est¨¢n los propios alemanes de la Rep¨²blica Federal -por no hablar de sus aliados de la Europa occidental- preparados para esto?
Y a¨²n queda por despejar la mayor inc¨®gnita: ?c¨®mo reaccionar¨¢ la Uni¨®n Sovi¨¦tica? No se puede saber si va a tolerar situaciones como la creciente descentralizaci¨®n que se est¨¢ produciendo en su territorio, las reformas democr¨¢ticas de Polonia y Hungr¨ªa, la metamorfosis de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana hasta el punto de una uni¨®n con la Rep¨²blica Federal, la continua retirada de tropas sovi¨¦ticas o su p¨¦rdida de influencia en toda la Europa oriental. Podr¨ªa incluso suceder que las fuerzas conservadoras del Kremlin y el Ej¨¦rcito, alarmadas por la inestabilidad y la p¨¦rdida de control, forzaran la supresi¨®n de estas tendencias liberalizadoras y manifestaran una profunda hostilidad contra cualquier otra gran potencia cuyo poder pareciera alzarse mientras el suyo se hund¨ªa. En este punto radica la mayor analog¨ªa con la Austria-Hungr¨ªa de 1914.
Si el Oeste quiere impedir que se repitan aquellos desastrosos acontecimientos, ¨¦ste es el momento de trabajar en firme para evitarlos. Para empezar, se tienen que incrementar muy considerablemente las ayudas y las medidas para el desarrollo de la Europa del Este. Adem¨¢s, Estados Unidos y los pa¨ªses de la Europa comunitaria tienen que hacer una consideraci¨®n seria de todas las posibilidades (y de todos los imprevistos). El anuncio de la pr¨®xima cumbre entre el presidente Bush y el primer mandatario de la URSS, Mijail S. Gorbachov, ofrece a Estados Unidos la oportunidad de un sincero intercambio de temores y esperanzas con el l¨ªder sovi¨¦tico sobre el futuro de la Europa oriental. Ni el momento hist¨®rico ni la zona pol¨ªtica propician una actitud pasiva ante los acontecimientos.
Copyright: Los Angeles Times Syndicate.Traducci¨®n: Lorena Catalina.
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