Un poco de Patolog¨ªa
Las obras que tratan de filosof¨ªa de la historia dan cuenta de diferentes sistemas, a cu¨¢l m¨¢s grandioso o de significado absoluto. Lo mismo los antiguos, providencialistas, que los modernos o m¨¢s modernos, como el materialismo hist¨®rico. En cambio, muchas otras que se ocupan de historia monda y lironda nos hacen pensar que a lo largo de ella no han regido m¨¢s que el caso y el azar. En tercer t¨¦rmino, a veces (e incluso guiados por lo que nos ha tocado ver) podemos advertir que entre las visiones sistem¨¢ticas falta una: la que conducir¨ªa a una interpretaci¨®n patol¨®gica de la historia misma. Se podr¨ªa basar ¨¦sta no en el estudio del papel que en ella han desempe?ado los hechos econ¨®micos, ni las razas, ni los h¨¦roes, sino los perturbados mentales y los enfermos en general. Los apoyos documentales ser¨ªan f¨¢ciles de encontrar. En la historia de los 12 c¨¦sares de Suetonio podr¨ªamos encontrar uno decisivo, para empezar. Obras m¨¢s modernas que la utilizan podr¨ªan darnos mayores m¨¢rgenes de reflexi¨®n.Durante estos d¨ªas ¨²ltimos he vuelto a leer L'antechrist, de Renan, y una vez m¨¢s volv¨ªa a admirar el modo como el autor explica la conexi¨®n de los actos de un loco, con su lado grotesco y c¨®mico y su lado tr¨¢gico, con la visi¨®n apocal¨ªptica del mundo y la creaci¨®n de la Figura del anticristo. De la pura psicopatolog¨ªa pasamos a la historia del pensamiento cristiano: de lo individual y hasta cierto punto casual, a lo general y trascendente. El ejemplo es como para darle miles de vueltas. Acaso sea el m¨¢s exagerado entre los que podemos utilizar a lo largo de la historia. Pero no cabe duda de que hay otros muchos en los que advierte el poder de lo patol¨®gico en enfermos m¨²ltiples sobre hechos generales. Un poder m¨¢s claro cuantas m¨¢s atribuciones tiene una persona.
Nietzsche sac¨® del franc¨¦s la palabra ressentiment y la emple¨® con frecuencia. A veces, de modo bastante discutible. Pero no cabe duda de que su uso ha puesto de relieve uno de los sentimientos humanos m¨¢s frecuentes y con efectos de todas clases. El resentimiento personal puede llegar a encontrarse hasta en los libros de texto del bachillerato, y puede estar originado en oscuros episodios de la iniancia y la adolescencia.
A prop¨®sito de esto recuerdo haber le¨ªdo que cuando el joven emperador Carino alcanz¨® el poder, lo primero que hizo fue mandar matar a todos los condisc¨ªpulos que hab¨ªan tenido mejores notas que ¨¦l en la escuela. El resentimiento llega, as¨ª, a grados incre¨ªbles. A efectos mayores.
No hace falta buscar ejemplos en textos antiguos. Cerca y en ¨¦pocas muy recientes cabe hallar muestras de reacciones patol¨®gicas en la actividad p¨²blica: el arquetipo o el modelo se reproduce en escala menor y en escenario tambi¨¦n m¨¢s humilde. ?Cu¨¢ntos peque?os Catilinas vemos que se dan en nuestros d¨ªas, en rincones oscuros, pero cercanos? Hombres que tienen una o bsesi¨®n destructiva, que manejan a una chiquiller¨ªa violenta, que incluso se divierten con el alboroto y tumulto a hora determinada. Querer explicar sus acciones en t¨¦rminos ideol¨®gicos es poco ¨²til. Las ideas (o lo que se llama as¨ª) son poca cosa en ellos, aunque no lo crean.
No obstante, la experiencia indica que son muchos los historiadores profesionales (sobre todo, los que se llaman contemporane¨ªstas) que escriben ensayos y obras de m¨¢s volumen buscando en las ideas la trama y urdimbre de todo de lo que tratan. A muchos de los que hemos vivido en los tiempos en que se desarrollaron las acciones en cuesti¨®n nos irrita tanta explicaci¨®n racional. Lo que recordamos nos parece que tuvo lugar sin que la raz¨®n y la ideolog¨ªa fueran los elementos dominantes. En cambio, vemos que hay una falta absoluta de referencia a factores irracionales, individuales y colectivos, a pasiones y emociones desatadas y a veces desenfrenadas, a actuaciones de personas desequilibradas, etc¨¦tera, etc¨¦tera. ?Por qu¨¦? ?No ha habido grandes enfermos, grandes neur¨®ticos, al frente de los Estados m¨¢s importantes de nuestros d¨ªas? ?No los han conducido a cat¨¢strofes inmensas? S¨ª. ?Entonces? El ejemplo no sirve. El ejemplo no ilustra. Hay que seguir con el Ideal. Con may¨²scula.
Porque tampoco faltaron, como no faltaron en la Antig¨¹edad, gentes que idealicen al monstruo responsable de las mayores enormidades. Ner¨®n fue para muchos la imagen del Antieristo, un monstruo apocal¨ªptico como va dicho. No faltaron, sin embargo, los que cre¨ªan que no hab¨ªa muerto o que volver¨ªa al mundo de modo milagroso para sembrar la felicidad. Hoy existen los peque?os Catilinas y los Nerones para uso de las minor¨ªas que, como las antiguas, los idealizan.
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