Cuatreros
PARA ETA y sus ayudantes, lo importante no son los objetivos a conseguir, sino demostrar que su intervenci¨®n en cualquier asunto resulta determinante. En el l¨ªmite, ETA aceptar¨¢ resultados expresamente contradictorios con los ideales nacionalistas siempre que quede claro que esos resultados son el efecto del miedo que su actuaci¨®n provoca. Ello es una forma involuntaria de reconocer que ya no tiene objetivos, pero tal reconocimiento resulta demasiado sutil para sus mentes. Es lo que est¨¢ ocurriendo con el asunto de la autov¨ªa entre Guip¨²zcoa y Navarra.Esa autov¨ªa era hace una d¨¦cada una reivindicaci¨®n nacionalista. Los portavoces de Herri Batasuna la consideraron imprescindible, y tacharon de antivascos a quienes expresaron reticencias sobre su viabilidad. Entre tanto, grupos ecologistas llamaron la atenci¨®n sobre los posibles efectos ambientales negativos. Durante a?os, las instituciones concernidas debatieron la forma de hacer compatible el objetivo de mejorar las comunicaciones entre Navarra y Guip¨²zcoa con el de reducir al m¨ªnimo el impacto ambiental. Algunos partidos s¨®lo dieron su apoyo a la autov¨ªa cuando se introdujeron modificaciones al primitivo proyecto y se ofrecieron garant¨ªas complementarias. Finalmente fue aprobado por unanimidad tanto en las Juntas Generales de Guip¨²zcoa como en el Parlamento foral navarro.
As¨ª estaban las cosas cuando una ETA a la b¨²squeda desesperada de causas en las que intervenir decidi¨® hacerse presente: los t¨¦cnicos y otras personas relacionadas con la construcci¨®n de la autov¨ªa fueron declarados "objetivos militares" de los terroristas. Buscando la simetr¨ªa, alg¨²n obediente portavoz civil aficionado a los tebeos de Haza?as b¨¦licas declar¨® entonces que tal vez el proyecto de la autov¨ªa escondiera un plan destinado a favorecer una intervenci¨®n militar por carretera contra Euskadi. Ning¨²n vasco se tom¨® a broma la amenaza porque hace a?os que saben que los argumentos racionales tienen escaso peso para ETA. La Coordinadora Antiautov¨ªa sufri¨® las bajas de quienes se negaron a ser instrumentalizados, pero no hizo ascos a a?adir a sus argumentos ecol¨®gicos el mucho m¨¢s contundente de la coacci¨®n. Con todo, acept¨® rebajar a un mes la moratoria de medio a?o que los terroristas exig¨ªan. Las instituciones y los partidos expresaron en los t¨¦rminos m¨¢s contundentes su rechazo al chantaje y su voluntad de seguir adelante con la autov¨ªa, pero las personas y empresas m¨¢s directamente amenazadas comunicaron que no iniciar¨ªan las obras en esas condiciones.
Ante esa situaci¨®n, las instituciones no han tenido m¨¢s remedio que buscar alguna salida. El presidente navarro indic¨® que estaba dispuesto a hablar con la Coordinadora Antiautov¨ªa si ETA retiraba su amenaza. Y el diputado general de Guip¨²zcoa, Imanol Mur¨²a, se entrevist¨® con los ecologistas. Fruto de esa entrevista fue un aparente compromiso por el que se aceptaba de hecho la moratoria a fin de dar oportunidad a la coordinadora de defender su propuesta alternativa ante las Juntas Generales de Guip¨²zcoa. Mur¨²a explic¨® la moratoria por la necesidad de esperar el pronunciamiento de la Comisi¨®n de Medio Ambiente de la CE y de adecuar el proyecto a las recomendaciones en materia ambiental del Gobierno vasco. Por otra parte, insisti¨® en que la decisi¨®n final corresponder¨ªa a las instituciones, lo que formalmente salvaba el principio democr¨¢tico, y asegur¨® que la coordinadora se hab¨ªa comprometido a acatarla. Pero 24 horas despu¨¦s, la coordinadora ha cuestionado confusamente ese acuerdo diciendo que plantear el asunto en las Juntas Generales "no es la ¨²nica posibilidad". Para acabar de arreglarlo, un portavoz de Herri Batasuna acaba de afirmar que las instituciones "no han podido imponerse a la lucha popular" y que en el resultado ha sido "determinante el ¨®rdago de ETA".
El di¨¢logo que propone ETA es el del cuatrero con el granjero que levanta las manos ante el arma que le amenaza. Los que, ecologistas sinceros o de ocasi¨®n, se escudan tras el cuatrero, aceptan esa l¨®gica del m¨¢s fuerte que nada tiene que ver con la defensa de la naturaleza. Ser¨ªa f¨¢cil exigir de las instituciones un comportamiento m¨¢s contundente. Pero, tal como est¨¢n las cosas, dif¨ªcilmente pod¨ªan haber hecho otra cosa que intentar un acuerdo que, al menos, garantice que la decisi¨®n final no la tomen los pistoleros.
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