Autonom¨ªa sindical democracia industrial
Toda organizaci¨®n, en la medida en que es soberana para autodefinirse, es aut¨®noma. En tal sentido, PSOE y UGT han sido siempre aut¨®nomas. Autonom¨ªa limitada, sin embargo, por la propia decisi¨®n de ambos de situarse en un territorio estrat¨¦gico com¨²n, sumando los esfuerzos de ambas para lograr los mismos objetivos.Hablo, por tanto, de sindicalismo autonomista para dibujar una realidad en la cual el sindicato o no establece objetivos pol¨ªticos o, de establecerlos, los fija ¨¦l y no un partido pol¨ªtico af¨ªn. Algunos describen este marco como pansindicalismo.
Actualmente existen en el seno de UGT fuertes tendencias que, dadas las grandes dificultades de entendimiento con el PSOE, preconizan la autonom¨ªa del sindicato para fijar sus objetivos pol¨ªticos. Como resulta evidente, el modelo organizativo que m¨¢s conviene a tales prop¨®sitos es el representativo, que permite captar una representatividad social superior a la que proporciona la mera estructura afiliacional. Lo curioso es que en semejantes tesis convergen quienes, inspirados en ra¨ªces anarquistas y cristianas (CFDT-USO), siempre concibieron as¨ª el sindicalismo y algunos largocaballeristas decepcionados que, obedeciendo a otra filosof¨ªa, consideran, sin embargo, imposible llevarla al partido y reaccionan sum¨¢ndose al modelo alternativo. Voces aisladas claman por la soluci¨®n laborista. Dos factores dificultan que se intente dicha soluci¨®n: por una parte, el equilibrio en el n¨²mero de afiliados entre UGT y PSOE, que es de dos a uno (UGT, dos; PSOE, uno) y no de 10 a uno, como en tiempos de Largo Caballero, am¨¦n de la solidez institucional del PSOE, y, por otra parte, el temor de la direcci¨®n de UGT a perder una batalla dif¨ªcil que ineludiblemente supondr¨ªa tambi¨¦n llevar la discusi¨®n al seno de UGT.
El factor condicionante que supone CC OO no es el menor. En un modelo representativo, en el que el poder sindical depende de la representaci¨®n conseguida, obtener voto es una necesidad. La imagen del sindicato que se transmite y mediatiza a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n es fundamental. Asumir responsabilidades en este esquema implica una voluntad muy decidida y correr ciertos riesgos. La pugna sindical por el voto se convierte con toda facilidad en una pugna de demagogias donde habitualmente CC OO abre la sesi¨®n y casi siempre tambi¨¦n la cierra.
Muchos militantes de UGT conocen en propia carne lo dificil que resulta oponerse a tal din¨¢mica.
As¨ª pues, este c¨²mulo de circunstancias en las relaciones de UGT con el PSOE, a las que se a?ade el condicionante externo de CC OO, hace que en nuestro pa¨ªs se est¨¦ asentando un modelo de relaciones laborales caracterizado por ser:
1. Representativo. y no organizativo en cuanto a estructura.
2. Autonomista y pansindical en lo pol¨ªtico.
3. De confrontaci¨®n y de no concertaci¨®n en cuanto a la negociaci¨®n.
La pregunta ¨²ltima viene dada: ?el modelo de sindicalismo representativo, autonomista y de confrontaci¨®n permite avances en las condiciones de vida de los trabajadores y en la fuerza del propio movimiento sindical?
Desde mi punto de vista, no.
Modelo inoperante
Un modelo de estas caracter¨ªsticas resulta absolutamente inoperante en el sector privado y competitivo de la econom¨ªa, y aun cuando despliegue sus virtualidades en el sector p¨²blico, sobre el que primordialmente descansa, engendra contradicciones corporativas en el interior de las administraciones p¨²blicas y estados de opini¨®n sobre los servicios p¨²blicos que le lastran definitivamente.
En el sector competitivo de la econom¨ªa, y habida cuenta de la internacionalizaci¨®n de los mercados, la originaria y siempre presente lucha de clases se convierte a menudo hoy d¨ªa en concurrencia de intereses. No es ya que muchos trabajadores necesiten sentirse identificados e incluso orgullosos del trabajo que realizan, sino que adem¨¢s la direcci¨®n de la empresa no coincide con la propiedad. Los directivos son unos asalariados de lujo que planifican la producci¨®n, cuyos intereses pueden estar m¨¢s cerca de los trabajadores que de los accionistas: la denominada tecnoestructura. En tal situaci¨®n, que Galbraith denomina de concurrencia de intereses, el natural antagonismo trabajadores-patr¨®n queda enmarcado por la necesidad de defender de com¨²n acuerdo la supervivencia y buena marcha de la empresa en los agitados mares de una competencia cada d¨ªa m¨¢s internacionalizada. En este sector, hacer buen sindicalismo es asumir mucha corresponsabilidad y provocar muy poca conflictividad. De ah¨ª que los pocos pa¨ªses en los que sigue existiendo una conflictividad alta ¨¦sta tiene lugar casi exclusivamente en los servicios p¨²blicos u otros sectores no competitivos de la econom¨ªa.
Servicios p¨²blicos
El sindicalismo que aplica como norma un enfrentamiento directo o larvado no es viable en la mayor parte de los sectores competitivos, y, de practicarse, acaba en el debilitamiento y la marginaci¨®n del sindicato. Evidentemente siempre existir¨¢n conflictos puntuales, que incluso pueden ser virulentos, derivados de la latente lucha de clases y de intereses, pero tal esp¨ªritu no puede ser el habitual en unas relaciones laborales modernas.
La conflictividad se produce mucho m¨¢s en los sectores no competitivos, que pueden soportar todo y que a menudo son servicios p¨²blicos. En Francia y Espa?a, con sindicatos que. act¨²an como partidos bis, la huelga en servicios p¨²blicos conlleva dem¨¢s el aliciente de jugarse en terreno pol¨ªtico. El oponente de los sindicatos pasa a ser el Gobierno, mientras la patronal queda olvidada en un rec¨®ndito lugar a salvo de los avatares. Esta l¨®gica comienza, no obstante, a estar en entredicho en muchos pa¨ªses. Por una parte, los propios sindicatos comprueban c¨®mo movimientos espont¨¢neos, corporativizados y sin carga de responsabilidad le quitan la acci¨®n sindical de las manos (Italia, Francia, Espa?a). Por otra, en pa¨ªses m¨¢s maduros los sectores que financian con sus impuestos el sector p¨²blico discuten en el seno del propio sindicato sobre el sentido de la acci¨®n sindical de aquellas ramas que viven de los impuestos (Suecia).
No parece, pues, que en el actual estado de las relaciones industriales un sindicalismo basado en el enfrentamiento y la no corresponsabilidad (hay sindicatos que casi nunca firman compromisos) pueda efectuar progresos sustanciales a la hora de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y en la llamada democracia industrial. La democracia industrial, cuya esencia es un alto grado de participaci¨®n tanto en la gesti¨®n de las empresas como en las instituciones p¨²blicas relacionadas con el mundo del trabajo, exige como condici¨®n sine qua non un esp¨ªritu de colaboraci¨®n y de propensi¨®n al pacto y a la asunci¨®n de responsabilidades. Justo lo contrario de esa idea seg¨²n la cual lo propio del sindicalista es armar la bronca. Adem¨¢s, la democracia industrial exige tambi¨¦n que el poder sindical vaya acompa?ado de un poder pol¨ªtico solidario, que sobre la base del pacto vaya ?mplementado el esfuerzo sindical. Con ello no se niega la evidente contraposici¨®n de intereses; simplemente se resuelve.
Tampoco el autonomismo pol¨ªtico se revela especialmente eficiente. La idea de algunos l¨ªderes sindicales de que "los pol¨ªticos enga?an siempre a los obreros" puede producir alguna satisfacci¨®n emocional, pero no conduce a ning¨²n sitio. El movimiento sindical y, con ¨¦l, las condiciones de vida de los trabajadores han progresado all¨ª donde la acci¨®n sindical ha tenido la implementaci¨®n de poderes pol¨ªticos pr¨®ximos con los que se coordinaba. Lo contrario tambi¨¦n es cierto y casi puede establecerse una ecuaci¨®n entre autonomismo y debilidad sindical.
Movimientos sindicales
Movimientos sindicales mod¨¦licos como el sueco pasaron d¨¦cadas negociando con la patronal, sin interferir en la esfera legislativa y pol¨ªtica, limit¨¢ndose a pactar con el partido socialdem¨®crata las transformaciones que ¨¦ste pod¨ªa efectuar. Creciendo, como los buenos ¨¢rboles, hacia abajo y hacia dentro antes de sacar ramas y frutos. ?Qu¨¦ puede ofrecer frente a eso el sindicalismo de la CFDT francesa con su herencia anarcosindicalista y cristiana a cuestas?
Por ¨²ltimo, es obvio que un modelo sindical que descansa en el voto y no en la afiliaci¨®n es un modelo absolutamente d¨¦bil por definici¨®n. No han sido sindicalistas preclaros los que han inventado la f¨®rmula, sino m¨¢s bien quienes no quer¨ªan la existencia de organizaciones sindicales. Acabo, pues, diciendo que el sindicalismo espa?ol y en concreto UGT, ¨²nica organizaci¨®n que podr¨ªa cambiar la situaci¨®n, no est¨¢n, a mi entender, en una estrategia acertada. Hay militantes ugetistas que comparten en gran parte los an¨¢lisis aqu¨ª efectuados y que incluso explicitan el modelo sindical que desear¨ªan: el socialdem¨®crata. Ese modelo no es articulable, por razones elementales, de la mano de CC OO y contra el Gobierno del PSOE, que es la situaci¨®n actual. Desde el PSOE ayudar¨ªa una reflexi¨®n paralela.
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