Werner Herzog dirige en Bolonia "Giovanna d'Arco", su tercer montaje l¨ªrico
El teatro Comunale se consolida como uno de los m¨¢s inquietos de Italia
Tras Doktor Faust y Lohengrin, el cineasta alem¨¢n Werner Herzog afronta una olvidada ¨®pera de juventud de Verdi. El teatro Comunale de Bolonia, que se consolida a?o tras a?o como uno de los m¨¢s inquietos de Italia, ha inaugurado su temporada de ¨®pera 1989-1990 con un montaje de impacto: una Giovanna d?Arco, t¨ªtulo olvidado de Verdi del que apenas existen en el mercado dos versiones discogr¨¢ficas, con una puesta en escena de Werner Herzog. Para el autor de Aguirre y Fitzcarraldo trabajar en Bolonia ha sido un retorno a sus recientes or¨ªgenes l¨ªricos: aqu¨ª debut¨® hace cuatro a?os con Doktor Faust, de Ferruccio Busoni.
ENVIADO ESPECIALTras su paso por Bayreuth, con un Lohengrin pol¨¦mico pero que ha acabado convenciendo a los m¨¢s, Herzog vuelve a la palestra del bel cant¨® con una pieza juvenil de Verdi que no se re presentaba en Italia desde los lejanos a?os sesenta."?La ¨®pera? No voy nunca Tampoco asisto a exposiciones ni conciertos. La verdad es que me siento mucho m¨¢s c¨®modo en un campo de f¨²tbol." As¨ª de lapidario se muestra Herzog en una entrevista publicada en el programa de mano de Giovanna d?Arco. No mucho m¨¢s expl¨ªcito se mostr¨® con este diario la noche del martes. Concluida la representaci¨®n, a la que acudi¨® para supervisar personalmente la grabaci¨®n televisiva de la productora inglesa NVC, se limit¨® a comentar: "Las cosas no han salido bien, en absoluto. Ha fallado la luz. Muy mal. Y no s¨®lo la luz. Desde luego, no ha sido una noche afortunada".
Acto seguido, impelido por insondables pensamientos como los que animan a muchos de sus personajes -Kaspar Hauser, Fitzcarraldo, Aguirre, la misma Juana de Arco- abandon¨® el teatro, dejando al equipo televisivo sumido en un profundo desconcierto. Quedan dos representaciones m¨¢s para rectificar el -supuesto- desaguisado. Desde luego, los operadores de la productora brit¨¢nica no lo van a tener f¨¢cil porque el nivel de exigencia de este director, nacido en M¨²nich hace 47 a?os, de rostro enjuto y pocas palabras, amante de las largas caminatas en solitario y los paisajes glaciares, se intuye alto. Por lo dem¨¢s, en otro momento de la citada entrevista afirm¨® que el teatro en prosa y la televisi¨®n est¨¢n definitivamente muertos. Y eso, francamente, no debe ser un gran est¨ªmulo para sus colaboradores.
Aunque Herzog no haya sido expl¨ªcito al respecto, es evidente que existe un hilo conductor en las ¨®peras de cuyo montaje se ha responsabilizado hasta ahora. Tanto Fausto como Lohengrin y Juana de Arco son personajes de pi?¨®n fijo, que act¨²an impulsados por misteriosas fuerzas interiores. En todos ellos est¨¢ presente el debate dram¨¢tico entre el bien y el mal, Eros y Tanatos, luz y tinieblas, libre determinaci¨®n y regla moral impuesta.
En Giovanna d?Arco el cineasta busca el estatismo de los personajes, convencido de que su fuerza interior procede de la m¨²sica de Verdi y no del impresentable libreto de Temistocle Solera, rotundo fiasco en buena parte responsable del olvido en que ha ca¨ªdo esta ¨®pera, que aparece comprimida en la producci¨®n del compositor entre Ernani y Macbeth. Para el vestuario y los decorados Herzog ha vuelto a servirse, como en sus anteriores montajes y en buena parte de sus pel¨ªculas, de Henning von Gierke.
Encapuchados
El tema central de la producci¨®n es la guerra entre franceses e ingleses del siglo XIV, con todos sus horrores. Un lienzo con una ciudad de fondo al estilo flamenco y unos p¨¢lidos cad¨¢veres en primer plano que recuerdan el expresionismo de un Kokoschka, da paso, concluida la obertura, a una escena despejada, fr¨ªa -siempre los paisajes g¨¦lidos-, en la que evoluciona una procesi¨®n de encapuchados de Semana Santa lorquiana. Predominan en el vestuario el rojo y el negro. Al inicio del primer acto, en el campo de los ingleses derrotados, el tema de los cad¨¢veres vuelve a aparecer con inquietantes maniqu¨ªes distribuidos por el suelo y un impactante caballo muerto, con las patas apuntando hacia el cielo. Un cr¨ªtico italiano ha pensado con acierto en el Guernica, aunque a Herzog los referentes pict¨®ricos, seg¨²n ha declarado en diferentes ocasiones, le interesan muy poco.La escena final se desarrolla en el opresivo interior de una iglesia g¨®tica. La luz divina, mientras la protagonista asciende a los cielos, aparece representada por un potente foco de luz descubierto tras la veloz ca¨ªda de una serie de velos interpuestos: es la apoteosis de la verdad revelada. "Si alguien me exigiera un ejemplo de santidad, dar¨ªa el nombre de Juana de Arco. No s¨¦ decir por qu¨¦", ha dicho Herzog.
En definitiva, un trabajo brillante, sugestivo, pensado, cuidado en los detalles. De nada servir¨ªa, sin embargo, si no tuviera una correspondencia musical a su misma altura. Y ah¨ª hay que decir sin medias tintas que al titular de la formaci¨®n bolo?esa, Riccardo Chailly, que compagina esta actividad con el Cocertgebouw de Arnsterdam, no le tiembla el pulso: su direcci¨®n es en¨¦rgica y clara, respetuosa siempre con las voces.
De la orquesta obtiene en algunos momentos resonancias strawinskianas, por m¨¢s alejado que pueda estar el compositor ruso del de Busseto. Bueno es tambi¨¦n el reparto vocal: la norteamericana Susan Dunn (Juana de Arco), a cuyo cargo van dos bell¨ªsimas arias, dio pruebas de seguridad en el papel; se mostr¨®, con todo, m¨¢s c¨®moda en la octava central que en la superior, donde presenta alg¨²n desequilibrio; result¨® convincente el joven tenor italiano Vincenzo La Scola (Carlos VII), que desde Bolonia, donde ha actuado ya en anteriores ocasiones, se est¨¢ consolidando como una de las voces masculinas m¨¢s interesantes del panorama italiano; finalmente el veterano Renato Bruson (Giacomo, padre de Juana) dio una aut¨¦ntica lecci¨®n de l¨ªnea vocal, de fraseo sereno, en un papel, todo hay que decirlo, bastante mal tratado por el joven Verdi, alejado a¨²n de los futuros Rigoletto y Falstaff.
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