Afrodita, en el 'topless'
Las mujeres se inhiben ante la pornograf¨ªa, aunque comienzan a visitar a los 'chicos de alterne'
Apenas compran art¨ªculos er¨®ticos, aunque se sabe de secretas aficiones por la lencer¨ªa y los vibradores. Mandan emisarios en busca de revistas pornogr¨¢ficas o v¨ªdeos: a una de cada cinco mujeres universitarias, por ejemplo, le estimulan las pel¨ªculas er¨®ticas. A la parafernalia del sexo se acercan las se?oras con inhibici¨®n, aunque las cosas pueden estar cambiando. Algunas se animan a escribir textos er¨®ticos; otras, las feministas, optan por enterrar el hacha de guerra antipornogr¨¢fica y reivindicar la fantas¨ªa, y algunas, en comandita o en solitario, empiezan a visitar a los nuevos chicos de alterne.
Enfundada en cuero, con tacones y minifalda, no para de dar vueltas a la tienda. Hace que el paciente encargado le ense?e, uno detr¨¢s de otro, todos los vibradores que hay. Queda en volver otro d¨ªa. "Es que no he encontrado nada natural", comenta. Es un regalo "para una compa?era de trabajo muy estrecha". Pero ella, unos veinte a?os, aunque envejecida por el denso maquillaje, la gruesa raya en los ojos y el pelo pajizo de bote, vino otro d¨ªa "a por ropa", lencer¨ªa para su uso personal. "Y he vuelto porque a m¨ª no me da corte". Es la ¨²nica mujer entre los hombres malencarados y cabizbajos que deambulan ante los expositores a rebosar de mu?ecas / os hinchables con bocas desencajadas y penes desmesurados, dildos, taponadores anales, art¨ªculos de broma, lencer¨ªa, l¨¢tigos, v¨ªdeos y revistas incre¨ªbles que resumen todo el arco iris de las variantes sexuales.Persignarse
"El otro d¨ªa vinieron dos matrimonios maduros. Las se?oras se persignaban constantemente delante de dos pelvis, una de mujer y otra de hombre. Son de las que espantan al diablo y sin embargo, les gusta", cuenta Alberto, el dependiente de la tienda, enmarcado por unos capullos de rosa que resultan ser bragas. "Las mujeres vienen solas o en grupo. No es habitual, aunque ha habido d¨ªas en que eran mayor¨ªa. Y tambi¨¦n parejas que entran juntos a las cabinas de video", dice se?alando la fila luminosa de puertas del piso de abajo en las que el visitante puede ejercer de voyeur por 20 duros. No hay mujeres que escuchen al incansable pincha-discos, que anima a la clientela a disfrutar del peep-show, en el local madrile?o que se autodenomina el mayor sex-shop de Europa. "Ellas vienen y miran, y luego mandan a sus maridos o novios a por las cosas, eso seguro. Cuando compran, se llevan vibradores, ropa y art¨ªculos de broma para regalar".
"La lencer¨ªa me parece un elemento er¨®tico maravilloso. Se trata de hacer m¨¢s dif¨ªcil el acceso, en fin.. . ", dice Ana, una profesora de 35 a?os, que utiliza con su pareja revistas y v¨ªdeos, pornogr¨¢ficos a discreci¨®n, en funci¨®n de poder disponer "de m¨¢s tiempo, tranquilidad y soledad". Cree que muchos/as siguen sus mismas costumbres "aunque mienten como bellacos" y considera que los productos er¨®ticos est¨¢n dirigidos por igual a los hombres y las mujeres: "La demanda aparente es masculina, pero las cosas las usan los dos". La diferencia es que en los hombres no existe inhibici¨®n. "Uno va por la vida pensando que los hombres follan, como si las mujeres no lo hicieran..." Y pone el ejemplo del preservativo, un dispositivo en cuyo uso debe estar especialmente interesada la mujer, "y sin embargo, siempre lo compran los hombres, ya ves". Cosas de la vida, se incluye en ese grupo, prefiere que consiga las revistas o los v¨ªdeos su pareja, aunque confiesa que s¨ª ha aparecido por un sex-shop, en busca de preservativos.
Quien a¨²n no ha visto una sola mujer eri las tres semanas que lleva en una tienda del sexo de la zona de Gran V¨ªa, en Madrid, es su imberbe dependiente, que pone cara de susto al ver aparecer a esta periodista. En otro sex-shop cercano, el encargado asegura que los fines de semana, el bar cuando lo hab¨ªa hace unos meses, "se llenaba de matrimonios". Acuden much¨ªsimas menos mujeres que hombres (solo un 5%) que normalmente curiosean y no compran. El barrigudo portero de un antro de Chueca que anuncia un espect¨¢culo pornogr¨¢fico en que una pareja se lo monta sobre el escenario, tampoco ve mujeres. "Al mes vienen dos o tres matrimonios", concede, "pero aqu¨ª se trata de poner a tono a los hombres para las chicas del local".
Una mano indecente
"Usted ser¨ªa la primera mujer a la que vender¨ªa una revista porno", asegura un quiosquero de la calle de Atocha que lleva a?os all¨ª; "compran esos tebeos [por los er¨®ticos] mujeres raras, de esas que no han dormido en toda la noche", afirma otro. El encargado del video-club de un Vips dice que rara vez alquilan las mujeres pel¨ªculas er¨®ticas, colocadas en el apartado drama. "Usa videos much¨ªsima gente y los que se las dan m¨¢s de estrechos, m¨¢s lo utilizan", asegura Elba, periodista de 40 a?os, quien, sin embargo, los ha visto con otras parejas, "de cachondeo, nunca para excitarnos". Prefiere la fantas¨ªa.
Seg¨²n La conducta sexual de los espa?oles, de Carlos Malo de Molina y otros autores, publicado en 1988, una de cada 10 universitarias espa?olas reconoce que acudir¨ªa a recursos pornogr¨¢ficos en la pareja. Una de cada cinco de estas mujeres se masturba habitualmente con pel¨ªculas porno. A un 40% le excitan las narraciones er¨®ticas sobre el sexo contrario. Otra encuesta reconoce que un 6,5% de ellas utilizan consoladores, sobre todo entre los 31 y los 40 a?os. Una proporci¨®n casi id¨¦ntica usa vibradores.
"A ver, una mano indecente", vocea un apretadisimo y coqueto se?or, enfundado en una malla, el torso al aire, con pajarita y pu?os. Una de las 11 chicas del grupo sale disparada a sacar el numerito para el sorteo de un pimiento relleno (de pene). La agraciada es Gloria, de 35 a?os, empleada, que surge del grupo que m¨¢s ha silbado en el espect¨¢culo de chicos que acaba de concluir: "?Uhh!, ?qu¨¦ t¨ªo!, iguau!!!!". Se ha visto un ingenuo desnudo y mucho strip-tease mediocre inacabado. No celebran nada, son compa?eras de trabajo -su edad oscila entre 25 y 35 a?os- y el top-less masculino, que lleva abierto dos meses, les pareci¨® un buen sitio donde ir.
En la otra esquina del diminuto local, lleno de espejos, se sienta un grupo m¨¢s t¨ªmido y m¨¢s carroza, de mujeres formalitas, que ha venido ex profeso desde Alcal¨¢ de Henares. Es una despedida de soltera. El ambiente, con todas mirando medio arrobadas y peg¨¢ndose codazos, es colegial, como observa una empleada. "Entran mirando para abajo, pero luego salen encantadas", dice el due?o.
Benepl¨¢cito feminista
Cuando Gloria, que durante el espect¨¢culo le ha dejado a un gal¨¢n heavy sin medio pantal¨®n, regresa con su regalito, surgen los comentarios: "Mira, tensa pero blandita". "?Ya se te ha olvidado como es?". Los chicos, botella de champ¨¢n en mano, se sientan entre ellas. Javier, de 25 a?os, uno de los seis mozos que alternan, reconoce que las solteras son las m¨¢s desinhibidas, aunque no hay que perder de vista a las divorciadas. "Cuando te meten mano no te sueltan".
Juan, due?o de otro local que ha abierto la semana pasada tambi¨¦n en Madrid en el que -al contrario que en el primero- admiten, adem¨¢s de mujeres, parejas, cree que hay dos tipos de clientas, "las que tienen entre 30 y 40 a?os y vienen solas a tomarse una copa y a hacer proposiciones a los chicos, y las m¨¢s j¨®venes, de las despedidas de soltera, que chillan, piropean y, de vez en cuando, se les escapa una mano". Ellos tienen prohibido hacer lo mismo.
Beatriz Pottecher, autora del libro Artefactos er¨®ticos, gu¨ªa de objetos estimulantes del deseo, y una de las escritoras que ¨²ltimamente ha mostrado inter¨¦s por el erotismo (v¨¦ase el libro Camas de Lourdes Ortiz, el de lencer¨ªa de Ana Rosetti o las archivendidas Edades de Lul¨², de Almudena Grandes) cree que la mujer ha ele seguir su propio camino. "Siempre ha estado m¨¢s interesada por su propio cuerpo que el hombre y su sexualidad es ilimitada, aunque est¨¦ m¨¢s insatisfecha". Ella ha investigado la imaginer¨ªa er¨®tica de la antiguedad.
"Reconocer la excitaci¨®n que produce este tipo de materiales est¨¢ bien", reflexiona la feminista Empar Pineda. Sobre la pornograf¨ªa est¨¢ debatiendo el movimiento feminista espa?ol, que "opta por huir de establecer una normativa" y reivindicar la fantas¨ªa sexual y el particular mundo emocional de la gente, frente a la r¨ªgida actitud de condena de antes hacia el sexo y su industria. Cree que buena parte de la paraflernalia pornogr¨¢fica es mis¨®gina -"aunque de la misma manera que cualquier otro material literario y art¨ªstico"-, pero las mujeres lo usan mucho. "Es muy sano que las feministas no participen en los movimientos antipornograf¨ªa, como en EE UU", se congratula.
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