La carcajada de don Camilo
JUAN CRUZ, ENVIADO ESPECIAL
Camilo Jos¨¦ Cela, que cuando ten¨ªa 25 a?os ya quer¨ªa ser premio Nobel, volvi¨® a ser ayer, sobre las doce de la ma?ana, el autor desenfadado de La familia de Pascual Duarte y el Diccionario secreto. Cuando termin¨® su ensayo para recibir por la tarde el Premio Nobel de Literatura, el escritor de Padr¨®n hizo la preceptiva reverencia al supuesto p¨²blico, junt¨® las manos a las caderas como suele: hacer cuando no sabe qu¨¦ hacer con las manos, mir¨® a, los periodistas espa?oles que cubr¨ªan el ensayo y solt¨® una carcajada, que vale para difuminar la tensi¨®n que toda la parafernalia de la entrega crea sobre la cabeza ,de los laureados.
Fue un ensayo general con casi todo. Los nueve Nobel -son cinco las disciplinas, pero algunos galardones han sido compartidos- acudieron como les dio la gana a esta ceremonia de ensayo general: uno de ellos, el norte americano Sidney Altman, fue con la camiseta de la universidad. de Yale; su colega Harold E. Varmus, que ha sido Nobel de Medicina por su descubrimiento del origen celular de los oncogenes retrovirales, acudi¨® con vaqueros, y as¨ª todos fueron con la ropa que tuvieron m¨¢s a mano en uno de los d¨ªas m¨¢s fr¨ªos de esta semana del Nobel. El Nobel espa?ol acaso era el m¨¢s formal de todos, con su traje oscuro de rayas simples y su desconocimiento del ingl¨¦s, que en su caso, siendo hijo de brit¨¢nica, ha parecido siempre una excentricidad gallega.
El ensayo general no es, ni mucho menos, tan estricto como la ceremonia final de entrega del Nobel. Y se dan an¨¦cdotas que ponen al nivel de seres humanos normales y corrientes a los que la Fundaci¨®n Nobel ha dado carta de naturaleza como genios. El director de la Fundaci¨®n, Stig Ranmel, un hombre muy estricto y muy sobrio, dirigi¨® el ensayo con mano firm¨ªsima y mostr¨® maneras de rey, puesto que representaba all¨ª la figura del rey Carlos Gustavo y adem¨¢s ¨¦l mismo es bar¨®n.
Mirar a los ojos
El ensayo fue muy preciso: los acad¨¦micos ten¨ªan que aprender a levantarse y a sentarse, y tambi¨¦n ten¨ªan que aprender a cambiar el paso y a recibir con sobriedad el aplauso de su familia (no deb¨ªan mirar a los ojos a sus parientes o amigos, porque pudiera dar la impresi¨®n, dec¨ªa Ranmel, de que unos y otros pensaran que la ceremonia s¨®lo se hac¨ªa para ellos).
Fue un ensayo muy divertido. Camilo Jos¨¦ Cela estaba como si no se creyera toda la disciplina a la que se le somet¨ªa, y en general los premios Nobel parec¨ªan colegiales a los que les pod¨ªan coger en falta.
Lars Gillensten, el presidente de la Fundaci¨®n Nobel, les tranquiliz¨®: "Si no entienden los discursos no se preocupen; luego no haremos ning¨²n examen". Y Ranmel, que parec¨ªa el prefecto de un colegio de curas, les avis¨® adem¨¢s de cuando sonara el bang con el que la Orquesta Filarm¨®nica de Estocolmo iba a interpretar la Explosi¨®n polca, de Strauss, no deb¨ªan ponerse nerviosos, "porque ese ruido ensordecedor s¨®lo ser¨¢ m¨²sica".
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