Frente al mar
Naci¨® en la Barcelona de 1928, cuando este pa¨ªs se encrespaba como una tea que finalmente ardi¨® dejando tras de s¨ª el rastro negro y prolongado de la posguerra, aquel tiempo en el que, en sus palabras, "no s¨®lo reinaba el hambre, sino tambi¨¦n la mezquindad". Creci¨® entre una generaci¨®n milagrosa: Jaime Gil de Biedma, Ricardo Mu?oz Suay, Alberto Oliart, Juan Garc¨ªa Hortelano, ?ngel Gonz¨¢lez, Jaime Salinas, Gabriel Ferrater; una especie de escuela de Barcelona ampliada. En 1950 obtuvo la licenciatura de Derecho e inmediatamente se hizo cargo de la editorial Seix Barra?, y logr¨® imprimir en ella una nueva direcci¨®n progresista y literaria que lanz¨® en Espa?a la joven narrativa latinoamericana. -
En 1952 aparece su primer libro de poemas, Las aguas reiteradas, pr¨®logo de Metropolitano y poemas (1957); 19 figuras de mi historia civil (1961); Figuraci¨®n y Juga (1966); Infor me personal sobre el alba y acerca de algunas auroras par ticulares (1970); Usuras yfigu raciones (1973) y Lecciones de cosas ( 1986). Una recopila ci¨®n de toda su obra po¨¦tica, con la inclusi¨®n de algunos poemas in¨¦ditos, apareci¨® con el t¨ªtulo de Usuras y figuracio nes-Poes¨ªa-1952-1972. En 1984 aparece Diez poemas para el nieto Malcolm, su ¨²lti mo poemario. Diario de metro politano, de 1988, recoge el d¨ªa a d¨ªa de la creaci¨®n del poema al tiempo que diversos poe mas de Usuras y 19 figuras de mi historia civil.
Con A?os de penitencia (Madrid, 1975) inicia Barral la publicaci¨®n de su prosa, toda ella de car¨¢cter memorialista a excepci¨®n de su ¨²nica novela, Pen¨²ltimos castigos (Barcelona, 1983). Los a?os sin excusa, (Barcelona, 1978) y Cuando las horas veloces (1988) completan su trabajo de expurgador del pasado. En catal¨¢n escribi¨® , entre otros, Catalunya des del mar y Catalunya a vol docell.
Barral fue acusado en 1986 de un delito de injurias por el editor Francisco Gracia Guili¨¦n, quien pretend¨ªa haber sido injuriado en algunos pasajes de la novela Pen¨²ltimos castigos. Barral renunci¨® a su inmunidad como parlamentario a fin de que el juicio pudiera llevarse a cabo, aunque la renuncia no le fue admitida. El intento de juicio trajo a la memoria de muchos otro al que s¨ª se le someti¨®: fue acusado de un delito de ultraje a la religi¨®n cat¨®lica y otro de blasfemias por haber publicado la edici¨®n castellana de Los Tarahumara, de Antonin Artaud.
Exquisito y culto en un pa¨ªs de esparto, amaba a Larrea, a Rilke, y sobre todo amaba sentarse mirando al mar para recordar, como quien siempre estuviera a punto de salir de casa.
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