Una cima
Esta vez se llen¨® el Auditorio "hasta la bandera". Se trataba de Daniel Barenboim en las Variaciones Goldberg, de Juan Sebasti¨¢n Bach. Es decir, ninguna concesi¨®n, m¨²sica sin cart¨®n ni trampa en la obra y en el int¨¦rprete. El resultado fue absolutamente inolvidable. Lo que hizo el gran pianista y m¨²sico superlativo que es Barenboim escapa a toda descripci¨®n. Todo lo dem¨¢s son dificultades a la hora de comentar en un lenguaje -el escrito- cosas de otro lenguaje bien diverso, el musical. Las Goldberg constituyen una de las cumbres bachianas ante el teclado y uno de los m¨¢s grandes monumentos al arte de la variaci¨®n, entendida no como ejercicio, sino como pura creatividad.Peri¨®dicamente se discute sobre la idoneidad del piano para interpretar una obra semejante. Unos prefieren el clave, otros consideran hasta her¨¦tico el uso del Steinway. Discusi¨®n in¨²til, pues la cuesti¨®n me parece clara: interpretadas en uno u otro instrumento, las Variaciones funcionan como dos hechos musicales diferentes. Entonces, todo depende de la jerarqu¨ªa del int¨¦rprete. Si alcanza la altura de la obra interpretada, nos permite el supremo goce de no elegir, pues nada nos impide quedarnos con las dos posibilidades.
Ciclo Piano 2000
Daniel Barenboim (piano). Variaciones Goldberg, de Bach. Auditorio Nacional. Madrid, 17 de diciembre.
Genialidad
Lo importante es que cuando escuchemos las Goldberg al piano no nos acordemos para nada del clave y viceversa. En el caso de Barenboim, es indudable que cualquier recuerdo de todo lo que no sea pian¨ªstico desaparece; se cuida muy mucho el gran pianista de no metamorfosear su versi¨®n con datos, evocaciones o imitaciones clavecin¨ªsticas, y su concepci¨®n, perfect¨ªsimamente realizada, incluso llevada a cabo con genialidad, encierra ins¨®lita belleza por su profundo y medido humanismo, por su riqueza color¨ªstica, por su estructuraci¨®n general que convirtieron el acto interpretativo en acontecimiento de extremado valor est¨¦tico.Desde la soberana exposici¨®n del sencillo tema, tan serena y precios¨ªsticamente sonora, pod¨ªamos adivinar lo que iban a hacer las 30 variaciones y el aria da capo. Entre otras cosas, un largo e Incre¨ªble proceso de tensi¨®n ascensional en cuya intensificaci¨®n juegan los recursos ornamentales, a veces de una riqueza inusitada, pero tambi¨¦n una potencia expresiva y una suerte de memoria interna que en cada variaci¨®n parece resumir su origen inmediato y anunciar las sucesivas consecuencias. Esa presencia del ahora, el antes y el despu¨¦s, imprescindible para que la momentaneidad adquiera significaci¨®n, tuvo en Barenboim un minucioso analista y un realizador creativo. A la salida del concierto, tras cinco minutos de aclamaciones, me dec¨ªa Marsillach: "Reconforta pensar que hay hombres capaces de hacer esto". En estas nueve palabras puede resumirse la cr¨ªtica de esta jornada inolvidable por la que Barenboim merece no aplauso, sino gratitud.
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