La sangre y la esperanza
En Chile se impuso, por fin, luego de 16 a?os, la fuerza de la raz¨®n por sobre la raz¨®n de la fuerza. Nada hay m¨¢s fuerte ni m¨¢s s¨®lido que una elecci¨®n libre. Nada es m¨¢s d¨¦bil e insostenible hist¨®ricamente que la dictadura. La evoluci¨®n de la humanidad lo demuestra. Tarde o temprano, la racionalidad intr¨ªnseca de la democracia, es decir, de la libertad, temina por imponerse. Miremos al Este. Miremos al Sur. Miremos a Chile. Su pueblo, el de dentro, el de la familia que ha soportado digna, silenciosa y combativa tantos atropellos, y el de fuera, el del exilio y la a?oranza, ese pueblo sin metralletas, sin tanques, pero con el poder de la verdad, ha derribado su propio muro de Berl¨ªn.En estos 16 a?os se han mezclado siempre la sangre y la esperanza. El general ha hablado de guerra, el pueblo ha hablado de amor. A la violencia opuso la paz; a la divisi¨®n, la reconciliaci¨®n; al ego¨ªsmo, la solidaridad; a la campa?a de terror, un proyecto pol¨ªtico. ?sa es la gran diferencia. Se equivoc¨® la dictadura: paciencia no es lo mismo que temor, sino la astucia de la raz¨®n que acaba por embargarlo todo y expulsar de la historia a quienes s¨®lo pueden afirmarse en un poder autoconcedido.
Termin¨® un proceso inteligente, audaz, valiente, abnegado, de recuperaci¨®n de la democracia. Y se inicia otro, para dotarla de significado social. En esta tarea estar¨¢n todos comprometidos. Tambi¨¦n Espa?a y el resto de Europa, para ser consecuentes con su discurso solidario. Todos los chilenos, y los dem¨®cratas del mundo, viven con j¨²bilo esta jornada. Lo dijo nuestro poeta: "No se puede detener la primavera".-
Director del Centro (le Investicaciones y Promoci¨®n Iberoamerica-Europa (CIPIE).
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