Las balas de Ceaucescu
LAS NOTICIAS que llegan de Ruman¨ªa, a pesar del cierre de todas las fronteras, confirman que cientos de personas han muerto como consecuencia del ametrallamiento de manifestaciones masivas en Timisoara y en otras ciudades. Se trata de la ¨²nica respuesta que es capaz de dar Ceaucescu a la protesta leg¨ªtima contra un r¨¦gimen que ha condenado a su pueblo a la cadena perpetua del hambre y a la opresi¨®n.No es la primera vez que el tirano de Bucarest dispara contra los ciudadanos. Hace dos a?os, la represi¨®n se abati¨® sobre los obreros de Brassov. Pero las balas que han segado estos d¨ªas cientos de vidas en varias ciudades de Transilvania cobran un significado especial en un momento en que la Europa del Este vive una transici¨®n pac¨ªfica a la democracia.
Los ciudadanos que est¨¢n sufriendo la represi¨®n en las capitales rumanas han sido estimulados en su protesta no s¨®lo por su propio rechazo del sistema que padecen, sino tambi¨¦n por el ejemplo de los avances de la libertad en los otros pa¨ªses de Europa central y oriental que, hasta hace muy poco, ten¨ªan el mismo r¨¦gimen del llamado socialismo real. Pero en Ruman¨ªa est¨¢ ocurriendo lo que no ha ocurrido en Varsovia, ni en Budapest, ni en Berl¨ªn, ni en Soria, ni en Praga, donde las manifestaciones de masas han impuesto actitudes negociadoras de los Gobiernos. Al disparar contra los manifestantes indefensos de Timisoara, Ceaucescu dispara contra hombres ymujeres pero tambi¨¦n contra la propia historia.
Cuando un Gobierno recurre al ametrafiam¨ªento de ciudadanos indefensos no s¨®lo muestra su desprecio a los principios m¨¢s elementales de la civilizaci¨®n, sino que pone de relieve su incapacidad para mantenerse en el poder por medios pol¨ªticos. Ceaucescu ha entrado, con sus ¨²ltimos cr¨ªmenes, en la etapa de su hundimiento. Es cierto que dispone de una polic¨ªa omnipresente y del Ej¨¦rcito, que recorre las calles de muchas ciudades, entre ellas la capital, en virtud de un estado de guerra de hecho. Elena Ceaucescu, esposa del dictador, que ejerce el poder durante el viaje que su marido est¨¢ realizando a Ir¨¢n, puede ahogar en sangre las nuevas manifestaciones que puedan producirse. Pero el hecho mismo de que todas las fronteras del pa¨ªs hayan sido cerradas -lo que limita obviamente las posibilidades de obtener informaci¨®n- pone de relieve el miedo del Gobierno a que el mundo sepa lo que va a ocurrir en las pr¨®ximas jornadas. Y, desgraciadamente, hay razones para pensar en lo peor.
?Qu¨¦ va a hacer en esta coyuntura el sector cr¨ªtico que, en el propio partido comunista rumano, se preparaba para ofrecer resistencia a los abusos de su m¨¢ximo dirigente? En cuanto al Ej¨¦rcito rumano, comprometido directamente en la represi¨®n, ?seguir¨¢ aceptando un papel que lo lleva al suicidio, sobre todo en un momento en que todo indica que el inmovilismo de Ceaucescu est¨¢ condenado al fracaso? Para acelerar la evoluci¨®n en los sectores que m¨¢s pueden ayudar a poner fin a la actual situaci¨®n, es importante que la reacci¨®n internacional contra las matanzas de Ceaucescu alcance el m¨¢ximo vigor. El Gobierno espa?ol y la Comunidad Europea deben tomar medidas demostrativas de que Europa no tolera una violaci¨®n de los derechos humanos que se traduce en matanzas horribles. Por primera vez existen hoy condiciones para que el Este y el Oeste de Europa encuentren una misma voz para condenar las matanzas que ensangrientan Ruman¨ªa y que son una verg¨¹enza de todo el continente.
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