Carlos de Inglaterra
El pr¨ªncipe, contra el deterioro del ingl¨¦s
Carlos de Inglaterra, el pr¨ªncipe fil¨®sofo, ecologista y esteta, el futuro rey que se preocupa tanto por los j¨®venes en paro como por las deficiencias de la arquitectura sin alma, cabalga ahora sobre "un triste yermo de trivialidad, clich¨¦s y despreocupada obscenidad" en el que piensa librar su pr¨®xima batalla. En esta ocasi¨®n, el pr¨ªncipe de Gales ha levantado sus armas contra el creciente deterioro del uso de la lengua inglesa.El quinto centenario del nacimiento de Thomas Cranmer, primer arzobispo protestante de Canterbury y l¨ªder de la reforma inglesa, ha sido la ocasi¨®n escogida por Carlos para arremeter contra la, a su juicio, trivialidad que se est¨¢ comiendo al ingl¨¦s.
Cranmer compil¨® el Book of common prayer (texto vern¨¢culo de la liturgia de la Iglesia de Inglaterra), y con el nombre del prelado que bendijo buena parte de los divorcios de Enrique VIII ha sido instituido un premio para alentar el conocimiento de su m¨¢s conocida obra entre los escolares, quienes, desde 1980, como el resto de los fieles, leen en las iglesias el Libro de servicio alternativo, versi¨®n dem¨®tica de las "gloriosas cadencias y ritmos" del libro del siglo XVI, apenas modificadas en casi cinco siglos.
En el acto de entrega del premio, celebrado el pasado martes en una iglesia del centro de Londres, Carlos de Inglaterra se lament¨® por la p¨¦rdida que para el patrimonio cultural del pa¨ªs supone la modernizaci¨®n de las elevadas expresiones cl¨¢sicas salidas de la pluma de Cranmer, y puso esa vulgarizaci¨®n en un contexto m¨¢s amplio. "Mucha gente ve hoy con desaliento lo que le est¨¢ ocurriendo a esta lengua", dijo el pr¨ªncipe.
"Mirando c¨®mo se usa el ingl¨¦s en nuestros peri¨®dicos populares, en nuestra radio y programas de televisi¨®n y hasta en nuestras escuelas y nuestros teatros, se pregunta qu¨¦ le pasa a nuestro pa¨ªs y a nuestra sociedad para que nuestra lengua se haya empobrecido, desgalichado y limitado tanto que nos encontramos en un yermo de trivialidad, clich¨¦s y despreocupada obscenidad".
El ingl¨¦s, lengua materna de m¨¢s de 300 millones de humanos que hablan en la actualidad otros 500 millones, ha perdido con su expansi¨®n por el orbe la pureza y fuerza originales. En la propia Inglaterra, la vulgaridad, los latiguillos y los lugares comunes, por no hablar de las distintas jergas socioculturales y geogr¨¢ficas, han enterrado el uso de los modismos cultos, que se atribuyen a anticuados y reaccionanos.
"No me da miedo que me consideren un anticuado, y por eso estoy aqu¨ª, con mi traje cruzado y pantalones con vuelta, dispuesto a proclamar que creo que el prayer book es una gloriosa parte del patrimonio del anglohablante", arremeti¨® Carlos, que, en su exaltada defensa se?al¨®: "Si el ingl¨¦s se habla en el cielo (y la expansi¨®n del ingl¨¦s como lengua del mundo lo hace, cada vez m¨¢s posible), Dios emplea, sin lugar a dudas, a Cranmer para que le escriba los discursos".
El pr¨ªncipe de Gales, que hace unos meses critic¨® la baja calidad de la ense?anza del ingl¨¦s -puesta en evidencia, dijo, por los errores gramaticales y de deletreo que continuamente ten¨ªa que corregir a sus secretarios-, ofreci¨® a los presentes su versi¨®n del hamletiano mon¨®logo "Ser o no ser; ¨¦sa es la cuesti¨®n", que comenzar¨ªa as¨ª de haber sido escrito conforme a los patrones de hoy: "Bueno, francamente, el problema, tal y como lo veo aqu¨ª y ahora...".
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