El hundimiento de Ceaucescu
En un plazo de horas, una ciudad aterrorizada por la polic¨ªa, en la que nadie se atrevia a compartir con su vecino sus quejas por la falta de productos, se ha convertido en un volc¨¢n de entusiasmo popular, en un pueblo en pie que empieza a sentirse libre despu¨¦s de haber obligado a huir al odiado tirano y a parte de sus colaboradores. La transici¨®n de Ruman¨ªa ha batido todos los r¨¦cords de velocidad, y ello en un mes en que ya era diricil calcular cu¨¢nto m¨¢s hab¨ªa tardado la ca¨ªda de Honecker -seguida de la de Krenz- comparada con el desplazarniento de Hussak y Jakes. El muro de Berl¨ªn estaba en pie hace seis semanas. Y entonces se preve¨ªa que Rumania quedar¨ªa al margen de los cambios a causa de la represi¨®n aplicada por un Ceaucescu implacable. Pero el vendaval de la libertad ha sido m¨¢s fuerte que los c¨¢lculos sensatos. Estamos viviendo uno de esos momentos privilegiados -escasos en la historia- en que lo imposible se hace real en plazo de horas.?C¨®mo ha sido posible este hundimiento tan r¨¢pido del r¨¦gimen que parec¨ªa iba a quedar como reducto del socialismo real? Ser¨ªa pretencioso dar una respuesta acabada hoy; faltan muchas informaciones, que saldr¨¢n a la luz cuando se destape todo lo que estaba cubierto por una losa de censura y miedo. Sin embargo, esa ca¨ªda tan vertical no se debe a la casualidad.
Dentro de los reg¨ªmenes del Este, Ceaucescu hab¨ªa llevado al extremo la doble verdad -lo que se vive y lo que se dice- tan propia de esos sistemas. Empezando por una situaci¨®n econ¨®mica absolutamente desastrosa, de hambre para muchos rumanos, mientras los discursos oficiales repet¨ªan que el socialismo da al hombre una vida venturosa. As¨ª hora tras hora en una televisi¨®n que s¨®lo pod¨ªa emitir tres horas diarias por falta de fluido. Y mientras la gente ten¨ªa que levantarse de noche para poder cocer unas patatas, ya que de d¨ªa la llama del gas era demasiado d¨¦bil.
En medio de esa miseria, Ceaucescu se dedicaba a construir palacios babil¨®nicos que no serv¨ªan para nada. Rodeado por un culto a su persona s¨®lo comparable al de Kim II Sun en Corea, actuaba como un s¨¢trapa asi¨¢tico: hab¨ªa cerrado, por ejemplo, una de las avenidas de Bucarest, conducente a su palacio, para que s¨®lo su coche pudiese circular por ella. Un enorme abismo separaba al ciudadano de a pie de la casta de Ceaucescu y sus allegados. No eran s¨®lo privilegios econ¨®micos. Viv¨ªan en otro mundo.Durante mucho tiempo Ceaucescu jug¨® la carta del nacionalismo rumano, insistiendo incluso en las ra¨ªces latinas del pa¨ªs, para afirmar una independencia en relaci¨®n con la URSS que le vali¨® un trato privilegiado -Incluso una visita de Nixon- por parte de EE UU y otros pa¨ªses. Esa pol¨ªtica tambi¨¦n tuvo para ¨¦l efectos positivos en el plano interior. Logr¨® presentarse como l¨ªder nacionalista, despertar cierto orgullo nacional en extensas capas del pueblo. Pero esos mismos sentimientos se han vuelto contra ¨¦l. Los rumanos han tomado conciencia de que Ceaucescu les condenaba a ser la verg¨¹enza de Europa. El patriotismo ha sido, pues, al lado del anhelo de libertad y de una vida mejor, una de las palancas que han lanzado a las masas a la calle para derribar al tirano.?Era un r¨¦gimen estalinista? Sin duda, s¨ª, por la brutalidad de la represi¨®n. La polic¨ªa controlaba todo y mandaba m¨¢s que el partido. En los propios c¨ªrculos del poder los dirigentes desconfiaban unos de otros. Pero exist¨ªa una diferencia con el estalinismo: el car¨¢cter de banda familiar del equipo que gobernaba con Ceaucescu. Este se desprend¨ªa cada vez m¨¢s de muchos dirigentes con historial de militancia comunista para sustituirles por personas de su familia. Su mujer, Elena, era el segundo personaje del Estado y controlaba el aparato represivo. Hijos, hermanos, cu?ados y, o tros parientes llenaban los org anismos dirigentes del partido y del Estado. Al final Ceaucescu confiaba s¨®lo en personas de su familia. Signo quiz¨¢. patol¨®gico, pero que en todo caso reba¨ªaba el nivel intelectualy pol¨ªtico del equipo gobernante. Y multiplicaba las zonas de descontento dentro del propio partido y aparato estatal.Ceaucescu ha sido barrido por una poderosa marea popular, pero otro factor, importante de la ca¨ªda ha sido la oposici¨®n que, con mucha cantela, se hab¨ªa organizado dentro del sistema, y cuyas ramificaciones llegaban hasta alg¨²n miembro del comit¨¦ ejecutivo del partido. Incluso parte de la poilic¨ªa se inclinaba ¨²ltimamente por apoyar el cambio. El temor de muchos dirigentes a que la transici¨®n acarrease represalias sarignientas fue causa de inniovilismo durante un per¨ªodo. Mas cuando empez¨® a manifestarse la presi¨®n popular se ha producido una divisi¨®n entre los ultras y los inclinados a aceptar el cambio.
En ese clima se puede pensar incluso que la idea. de la manifestaci¨®n de homenaje a Ceaucescu, el jueves pasado, parti¨® de gentes interesadas en eliminarle. Fue una ocasi¨®n inesperada para que las masas se viesen juntas en la calle y estallase su ira. Ese desenlace, sin precedente en la historia -y digno de una ¨®pera de Verdi-, de un dictador increpado por un pueblo convocado poir ¨¦l paxa jalearle ha sido fruto de la conjunci¨®n de una protesta popular gigantesca e irresistible y de una conspiraci¨®n apoyada por- parte del aparato. Pero de ello se desprende tambi¨¦n la probabilidad de choques violentos hasta que la democracia pueda triunfar de verdad.
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