Doble indemnizaci¨®n
Perdici¨®n es una de las obras, m¨¢s s¨®lidas y sutiles -curiosa paradoja, que s¨®lo se da muy de tarde en tarde- que ha dado el cine negro, y quiz¨¢ no sea ajena su enorme calidad y su inimitable construcci¨®n a las personalidades creadoras excepcionales que intervinieron en su elaboraci¨®n, los escritores Raymond Chandler y James Cain; el director, Billy Wilder, y los actores Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson. La autor¨ªa en el cine es siempre compartida porque el director no podr¨ªa hacer nada si el gui¨®n fuera malo o inadecuado, y, aun en el caso de contar con una buena historia escrita, ¨¦sta s¨®lo podr¨¢ funcionar si sus coIaboradores principales, los t¨¦cnicos y artistas, est¨¢n convencidos de su importancia y saben transmitirla con sus propios medios. Perdici¨®n es una magn¨ªfica muestra de que la suma de aciertos permite, a veces, la existencia de una obra incomparable.El esquema dram¨¢tico de Perdici¨®n es bien conocido y se puede encontrar en otros trabajos memorables de Cain -entre ellos, y de manera emblem¨¢tica, en El cartero siempre llama dos veces- basados en el amor culpable entre un hombre y una mujer casada, que desemboca en el asesinato del marido, a instancias de la esposa, para hacerse con una gran cantidad de dinero.
Perdici¨®n (Double indemnity)
Producci¨®n: Paramount. Escrita por Raymond Chandler y Billy Wilder, sobre una novela de James M. Cain. Im¨¢genes: John Seitz. M¨²sica: Miklos Rozsa. Director: Billy Wilder. Int¨¦rpretes: Barbara Stanwyck, Fred McMurray, Edward G. Robinson. Estreno, en versi¨®n original, Infantas Classics.
Lo que hace de Perdici¨®n una obra singular e inimitable es la diab¨®lica inteligencia de Wilder para contarnos el desarrollo progresivo de la influencia de la mujer en el hombre y, posteriormente, la degradaci¨®n de la pareja a consecuencia del remordimiento y, sobre todo, de la astucia del responsable de la compa?¨ªa -inolvidable Edward G. Robinson, en uno de los mejores personajes de su larga carrera- para impedir que los dos delincuentes defrauden a la empresa.
Chandler y Wilder
Es muy posible que Chandler, como cuenta la leyenda, se llevara mal con Wilder -tambi¨¦n es conocido su desprecio hacia Hitchcock, con quien colabor¨® en Extra?os en un tren, sobre la novela del mismo t¨ªtulo de Patricia Highsmith-, pero lo importante no es la an¨¦cdota, sino la categor¨ªa, es decir, que el cineasta austr¨ªaco consiguiera las aportaciones creativas que s¨®lo pod¨ªa proporcionarle el padre de Marlowe. Ese clima l¨ªrico y ag¨®nico, a la vez, presente en la ciudad de Los ?ngeles, junto a los toques mis¨®ginos, templados por la admiraci¨®n y repulsi¨®n simult¨¢neas que inspira el personaje femenino y la evocaci¨®n de un ambiente opresivo en el que el deseo s¨®lo es posible asociado a la muerte y la culpabilidad.El cine negro, que s¨®lo busca la intriga y se detiene en la pesquisa, en la resoluci¨®n del enigma policiaco, suele carecer de inter¨¦s. Cuando el punto de vista, en cambio, atiende, sobre todo, a la descripci¨®n interna de los personajes, a su retrato moral, en una palabra, el resultado suele ser mucho m¨¢s atractivo y, en el caso de Perdici¨®n, ofrece una calidad excepcional. Ser¨ªa muy interesante comparar la versi¨®n de Wilder -quien tuvo un enorme cuidado en no sobrepasar demasiado los niveles de sexo y de violencia impuestos por el c¨®digo Hays, absolutamente vigente en la ¨¦poca de la realizaci¨®n, 1944- y el remake, de Lawrence Kasdan con el t¨ªtulo de Fuego en el cuerpo, realizado en 1981. Pese a las restricciones expresivas con las que tuvo que contar, el director austr¨ªaco acert¨® a transmitir los elementos esenciales de una historia tremendamente humana, que sobrepasa su tiempo y todav¨ªa tiene una enorme vigencia, precisamente porque est¨¢ rodada con una gran convicci¨®n y se apoya en una aut¨¦ntica experiencia de la vida y no en los estereotipos literarios habituales. Perdici¨®n es una de esas raras pel¨ªculas que no se agota en una sola visi¨®n y, cada vez que la vemos, ofrece nuevas aportaciones y matices.
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