Ayer y hoy de la tragedia rumana
El dictador ca¨ªdo utiliz¨® durante d¨¦cadas el fantasma de una eventual invasi¨®n sovi¨¦tica
La situaci¨®n actual en Ruman¨ªa es el fruto de 25 a?os de dictadura personal y de 40 a?os de dictadura comunista estalinista. La llegada al poder de Ceaucescu en 1965 se produjo en un momento extremadamente propicio. Pocos meses antes, las tropas sovi¨¦ticas hab¨ªan dejado el pa¨ªs; el viejo presidente Georghiu-Dej y sus colaboradores, despu¨¦s de un viaje crucial a las filas de Mao Zedong, declararon la independencia de cada pa¨ªs comunista frente al hermano sovi¨¦tico.Entre 1944 y 1965, la Ruman¨ªa ocupada por las tropas sovi¨¦ticas vivi¨® en un estado de terror. La muerte de Stalin fue s¨®lo la ocasi¨®n de un ilusorio respiro. El ba?o de sangre de Budapest en 1956 fue la se?al m¨¢s elocuente para todos los pa¨ªses del Este de que la fuerza de los tanques puede ser m¨¢s grande que la de un pueblo. Cuando Ceaucescu tom¨® el poder, la todav¨ªa reciente declaraci¨®n de independencia pareci¨® al pueblo rumano la conquista m¨¢s digna de defender. Ceaucescu la garantiz¨®; el pueblo le aclam¨®. Fue la carta fuerte .del futuro dictador, una carta que se sacaba de la manga cuando lo cre¨ªa necesario: o conmigo o, si no, vienen los rusos.
Para una mente occidental, todo esto puede parecer imposible. Para una mente del Este, no. La expresi¨®n -el grito- "vienen los rusos" tiene en Ruman¨ªa (y no s¨®lo en Ruman¨ªa) connotaciones ancestrales. La expresi¨®n data no del tiempo de Stalin sino de el de Iv¨¢n el Terrible.
Entre 1965 y 1972, Ceaucescu hizo creer al pueblo rumano que la ¨²nica garant¨ªa frente al peligro ruso era ¨¦l mismo. S¨®lo ¨¦l, gracias a sus contactos con China, gracias a sus contactos (entonces muy intensos) con Estados Unidos, con Israel y con Europa occidental pod¨ªa garantizar que ni Budapest ni Praga se repetir¨ªan -en Ruman¨ªa. El pueblo lo crey¨® y la obsesi¨®n rusa jug¨® en este proceso un papel de primer orden.
Demasiado tarde
En 1971 y 1972, los rumanos empezaron a ver que algo pasaba: demasiados Ceaucescus en el Comit¨¦ Central, demasiados Petrescus (el apellido de Elena) en el Gobierno y en los puestos claves del Ej¨¦rcito y de la econom¨ªa, demasiados chicos (¨¦ste era el sobre-nombre de los guardias de seguridad) en todos los ¨¢ngulos de Bucarest cuando pasaba el coche presidencial.
Demasiado tarde. El pueblo comenz¨® a ver claro en julio de 1971, despu¨¦s de una c¨¦lebre conferencia del partido comunista, lo que todo el mundo ve hoy. Y adem¨¢s, nadie hab¨ªa o¨ªdo hablar entonces de Gorbachov, pero todos sab¨ªan qui¨¦n era Breznev. Mejor callarse. As¨ª se lleg¨® -dicho muy brevemente- hasta la matanza de Timisoara.
Corneliu Manescu es un ex ministro de Asuntos Exteriores rumano, ex embajador rumano en Par¨ªs. Es un hombre que Ceaucescu utiliz¨® en sus primeros a?os de poder. Es un hombre inteligente, cultivado, de buena presencia. Todas ellas cualidades que Ceaucescu odia (odiaba). Manescu pensaba demasiado con su propia cabeza y, en consecuencia, fue alejado.
El hecho de que su mujer fuera tambi¨¦n inteligente, cultivada y de buena presencia, jug¨® probablemente un papel importante en su alejamiento. La madre del pueblo, Elena, la esposa de Nicolae, no soportaba mujeres as¨ª en los banquetes de la nomenclatura.
Manescu fue tambi¨¦n embajador en Hungr¨ªa, pa¨ªs en el que tiene muchos amigos. Hace pocos meses firm¨® una ya conocida carta de protesta hecha p¨²blica en Occidente. Cuando poco tiempo despu¨¦s enferm¨®, los h¨²ngaros le ofrecieron tratamiento en un hospital de Budapest. Esto es necesario explicarlo porque hace no muchos a?os, otro ex compa?ero de Ceaucescu -Virgil Trofin-, que se atrevi¨® a enfrentarse con el genio de los c¨¢rpatas, muri¨® en un hospital rumano en espera de ser operado de una apendicitis. El permiso no lleg¨® nunca.
El jubilado Manescu tiene muchos amigos en Hungr¨ªa. Su imagen entre la poblaci¨®n rumana es buena, pero no excepcional. Podr¨ªa ser un Egon Krenz rumano, quiz¨¢ mucho menos. En los tr¨¢gicos acontecimientos de los ¨²ltimos d¨ªas no sali¨® ni una vez en la televisi¨®n. En las im¨¢genes que acompa?aban en las pantallas las primeras declaraciones del Frente de Salvaci¨®n Nacional y la lectura de los componentes del mismo Frente no aparec¨ªa ¨¦l, sino otro componente del comit¨¦, el actor Fergiu Nicolaescu, al que los medios de comunicaci¨®n confundieron en varias ocasiones con Manescu debido a un ligero parecido.
El verdadero hombre fuerte parece ser Ion Iliescu, que acaba de ser nombrado presidente del Consejo del Frente de Salvaci¨®n NacionaL Fue en su juventud secretario pol¨ªtico de la regi¨®n de Timisoara. All¨ª desarroll¨®, a partir de 1971, un papel extremadamente importante.
Il¨ªescu era el m¨¢s joven y el m¨¢s liberal colaborador del Ceaucescu predictatorial. ?l fue tambi¨¦n ministro de la Juventud, un buen M'inistro. Los j¨®venes le quer¨ªan. Fue tambi¨¦n secretario del Comit¨¦ Central del Partido Comunista, responsable de los asuntos de propaganda, un cargo muy importante pues, por tradici¨®n, quien ocupa este puesto es el que, en caso de accidente o de muerte del primer secretario del partido, debe asegurar el interregno.
Pero Iliescu cay¨® pronto en desgracia. Se enfrent¨® p¨²blicamente con su jefe. Por suerte, no enferm¨® desde entonces nunca, ni siquiera de una vulgar apendicitis. Iliescu, que hasta hace pocos d¨ªas era director de una peque?a editorial de Bucarest, conoce muy bien la vida del partido, sus estructuras y sus funcionamientos. Ha tenido siempre relaciones importantes. Una de ellas: el entonces joven Mijail Gorbachov, en los a?os en que ambos estudiaban en la academia pol¨ªtica de Mosc¨².
Artistas e intelectuales
Los otros miembros del Frente de Salvaci¨®n Nacional son en su mayor¨ªa artistas intelectuales. Mircea Dinescu es el m¨¢s conocido de todos. Poeta de gran talento, hombre de car¨¢cter ¨ªntegro, disidente declarado del r¨¦gimen. Sus persecuciones empezaron hace unos dos a?os, despu¨¦s de un viaje por las rep¨²blicas b¨¢lticas. Su mujer es de origen ruso.
Ana Blandiana es poetisa disidente, con un gran prestigio intelectual y humano. Ion Cagamitu es actor y su pasado no tiene manchas. Doina Cornea es una c¨¦lebre disidente profesora de franc¨¦s. Todos estos intelectuales han jugado y juegan un papel muy importante en los actuales acontecimientos. Pero no son pol¨ªticos. El camino hacia nuevas estructuras pol¨ªticas ser¨¢ muy dif¨ªcil. El dictador ha dejado exiliado, eliminado, gran parte del potencial de organizaci¨®n pol¨ªtica e intelectual.
Hay todav¨ªa en el pueblo rumano fuerzas capaces de jugar un papel importante en la obra de reconstrucci¨®n. Pero dudo que ¨¦sta. sea f¨¢cil. La instauraci¨®n de la democracia ser¨¢ mucho m¨¢s lenta que en otros pa¨ªses. del Este. No s¨®lo por raz¨®n del Estado catastr¨®fico en el cu¨¢l el dictador y sus chicos dejan el pa¨ªs. Los rumanos deben aprender que esa democracia, despu¨¦s de 45 a?os de dictadura y despu¨¦s de 25 a?os de locura, no es una tarea f¨¢cil.
Las elecciones libres previstas para abril de 1990 son ut¨®picas. ?C¨®mo organizar hasta entonces partidos y grupos pol¨ªticos? ?C¨®mo puede aprender la gente que expresar sus propias ideas no es un pecado sino un deber? ?C¨®mo puede ser eliminado el miedo? La desesperaci¨®n -lo acabamos de ver- es una posibilidad. No la mejor. Reconstruir el vivir libres, vivir sin miedo, se aprende. Para estas ¨²ltimas tareas el pueblo rumano necesita ayuda.
No puedo acabar sin ser pat¨¦tico. A la pregunta de -c¨®mo es posible todo lo que ocurre en Ruman¨ªa, quiero responder: si en estos d¨ªas navide?os apagamos las pantallas de televisi¨®n para comer nuestros turrones y no ver m¨¢s lo que pas¨® en Timisoara y Bucarest, todo esto ser¨¢ otra vez posible. All¨ª, aqu¨ª, o en otro lugar del mundo. Pensemos, cuando tomemos nuestra copa de champa?a, que lo de Ruman¨ªa no debe ocurrir m¨¢s. De ello todos somos responsables.
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