Tributo minero
LA SECULAR tragedia de la inseguridad de los mineros espa?oles hab¨ªa disminuido en los ¨²ltimos tiempos merced a las mejoras introducidas en las condiciones de trabajo y a las mayores inversiones destinadas a medidas de prevenci¨®n; sin embargo, la reciente muerte por asfixia de cuatro mineros en un pozo asturiano muestra que es pronto para bajar la guardia. La muerte sigue siendo, desgraciadamente, el negro tributo exigido a muchos trabajadores por causa de las precarias condiciones laborales todav¨ªa existentes en la miner¨ªa espa?ola.Los mineros muertos en el interior del pozo Mosquitera, de Siero, son los ¨²ltimos de las 24 v¨ªctimas que las minas asturianas se han cobrado en el a?o que termina. Un saldo sobrecogedor y, sin embargo, muy favorable si se coteja con los 39 que perdieron la vida el ya lejano 1973 o con los 36 fallecidos en 1985. En ese ¨²ltimo a?o, considerado negro en el terreno de la siniestralidad, hubo nada menos que 74 muertos en el conjunto de la miner¨ªa espa?ola y, si bien se redujo el n¨²mero de los accidentes mortales en los tres a?os siguientes, 1989 ha vuelto a reactivar las se?ales de alerta.
Las mejoras de seguridad introducidas en estos a?os en la miner¨ªa espa?ola, particularmente en la empresa p¨²blica y en la gran empresa privada, han corregido a la baja un ¨ªndice de accidentalidad que, no obstante, sigue siendo muy superior al de la media europea. Aparentemente, tales mejoras han evitado que el incendio del pozo Mosquitera haya tenido un desenlace todav¨ªa m¨¢s dram¨¢tico, si bien la p¨¦rdida de cuatro vidas humanas pone en evidencia el largo camino que todav¨ªa queda por recorrer. En cualquier caso, la obligada investigaci¨®n de lo sucedido deber¨¢ poner en claro si, como afirman los sindicatos, hubo tardanza en la orden de evacuaci¨®n y si Hunosa hab¨ªa dejado de establecer la exigida vigilancia en la cinta transportadora en la que se inici¨® el fuego.
La cr¨®nica negra de las minas espa?olas tiene m¨¢s responsables que el simple azar. A menos que las administraciones p¨²blicas, y muy principalmente las auton¨®micas, act¨²en con mayor empe?o, situaciones de duelo como las vividas en plenas fiestas navide?as por la miner¨ªa asturiana se pueden seguir repitiendo. Es cierto que en lo que se refiere a medios, condiciones de trabajo y garant¨ªas de seguridad, es m¨¢s propio hablar de minas que de miner¨ªa en general. Pues unos y otras son muy distintos seg¨²n se trate de una empresa p¨²blica, de una gran sociedad privada, de la peque?a y mediana empresa o de las explotaciones m¨¢s precarias, conocidas en el argot minero como chamizos. Estas ¨²ltimas tienen su origen en la rentabilidad arrancada a costa de la escasa o nula inversi¨®n en seguridad; en la ausencia total de estructuras, tanto t¨¦cnica como empresarial; en instrumentos de trabajo vetustos, y en una mano de obra barata, formada por trabajadores extranjeros que se encuentran en los l¨ªmites de la subsistencia, o por nacionales que huyen del desempleo o que buscan un complemento a su escasa jubilaci¨®n.
Este extendido minifundismo minero es una de las causas principales de la alta siniestralidad de la miner¨ªa espa?ola. En este sentido, sigue siendo un reto permanente la modernizaci¨®n empresarial del sector, para dotarlo de una estructura productiva competitiva que haga posible una mayor asignaci¨®n de recursos a la seguridad, a la que se est¨¢ lejos de dedicar lo que gastan por el mismo concepto los restantes pa¨ªses de la CE.
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