H¨¦roes y divas
El cine europeo tiene hoy un lugar de honor en la programaci¨®n cinematogr¨¢fica de la nueva emisora Antena 3 TV, lo que est¨¢ muy bien -aunque la calidad de los t¨ªtulos no sea excepcional-, porque la ¨²nica manera de subrayar la importancia cultural de las cinernatografias del Viejo Continente es dando ocasi¨®n a las pel¨ªculas perdidas en los cat¨¢logos para que vuel. an a la cita con sus espectadores naturales. La mejor de las tres producciones reunidas por los seleccionadores es, sin duda, La provinciana, adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Alberto Moravia, rodada en 1952 por Marlo Soldati, realizador italiano que nunca se afianz¨® realmente en la industria de acuerdo con sus m¨¦ritos. ?l era, adem¨¢s, un escritor valioso que acab¨® dejando la c¨¢mara por la pluma y, gracias a la literatura, lleg¨® a conseguir una cierta notoriedad. La provinciana fue un filme que, en su d¨ªa, provoc¨® alg¨²n esc¨¢ndalo por la relativa franqueza de sus escenas er¨®ticas, que quiz¨¢ hoy s¨®lo provoquen una sonrisa condescendiente.La estrella de la pel¨ªcula era una Gina Lollobrigida que, entonces, era una aut¨¦ntica diva, m¨¢s por el lado fisico -la maggiorata la llamaban sus compatriotas, aludiendo a sus dimensiones anat¨®micas- que por sus cualidades dram¨¢ticas. El texto de Moravia era, como puede comprenderse, bastante audaz, pero fue algo aguado para la pantalla.
El Zorro, curiosa versi¨®n europea de las averituras del h¨¦roe californiano, se rod¨® en 1975, a la mayor gloria de un Alain Delon todav¨ªa juvenil, cuando se iniciaba su declive como estrella masculina internacional.
Aunque la pel¨ªcula no llega a igualar, ni de lejos, el brillo y la iron¨ªa de la magn¨ªfica version de Rouben Mamoulian, en 1941, con Tyrone Power -y, por supuesto, tampoco la de Douglas Fairbanks, padre, en 1920, dirigida por Fred Niblo, cuyo Ben-Hur acabamos de ver hace un par de d¨ªas-, se deja ver-con una clerta indulgencia, en funci¨®n del entusiasmo de Duccio Tessari, un director italiano especializado en el mundo de la aventura cinematogr¨¢fica, que, aleuna vez, acert¨® a dar en la diana, entre encargo y encargo alimenticio, despachados sin mucha convicci¨®n.
La peor producci¨®n del lote es, desde luego, Ninguno de los tres se llamaba Trinidad, un producto t¨ªpico de una ¨¦poca olvidada que puede ofrecer todos los honores cinematogr¨¢ficos imaginables (ojal¨¢ traiga, tambi¨¦n, alguna sorpresa agradable, para equilibrar el conjunto). Dirigido por el espa?ol Pedro L. Ram¨ªrez en 1972, con Ricardo Palacios y Tito Garc¨ªa, dos actores secundarios de peso, junto a la bella y desconocida Fanny Grey.
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