Una ciudad a la medida del hombre
Los ayuntamientos -y as¨ª lo hemos entendido en el de Madrid- tienen la obligaci¨®n de intervenir sobre el precio de la vivienda para ponerla al alcance de las clases menos favorecidas. Existen varios mecanismos de intervenci¨®n. El m¨¢s inmediato es la calificaci¨®n de suelo y su puesta a disposici¨®n de la iniciativa privada. Sin embargo, ¨¦ste ha sido un mecanismo que se ha demostrado incapaz de cumplir su principal objetivo: vivienda a precios asequibles.Hay otro sistema que permite, en mi opini¨®n, una intervenci¨®n municipal mucho m¨¢s eficaz sobre el precio final de la vivienda: se trata de ceder suelo p¨²blico a precio tasado o gratuitamente, en derecho de superficie, a cooperativas y ciudadanos que no pueden acudir al mercado libre.
Se nos podr¨¢ decir que los socialistas no hemos tenido demasiada fortuna en estas actuaciones contra la especulaci¨®n del suelo. Tal vez. Sin inventar excusas ni falsas justificaciones, lo cierto es que desde 1986 hasta 1989 los huecos de la legislaci¨®n vigente permitieron la colocaci¨®n millonaria de dinero blanco y negro y el disparo de los precios. Pero nadie puede negar que algunos de los programas que hemos impulsado desde el Ayuntamiento de Madrid han supuesto una aut¨¦ntica revoluci¨®n en el mercado inmobiliario. -Sirva como ejemplo el Plan 18.000, concebido y puesto en marcha por el Gobierno municipal socialista y al que la moci¨®n de censura fren¨® casi en seco. Es una iniciativa que no puede ni debe quedar limitada al papel no s¨®lo por lo que el plan en s¨ª mismo supone, sino porque adem¨¢s es el inicio de una pol¨ªtica m¨¢s ambiciosa de vivienda social. El horizonte hoy est¨¢ en poner a disposici¨®n de cooperativas y particulares suelo p¨²blico para 100.000 viviendas sociales en un plazo de 10 a?os.
El d¨¦ficit de servicios en Madrid obliga al Ayuntamiento a ampliar su disponibilidad de suelo. Y no ¨²nicamente para viviendas. Hay que crear suelo incluso para universidades. Y tambi¨¦n para esa ciudad que ya existe. Es obligaci¨®n del Ayuntamiento abrir nuevos espacios en esa ciudad ya consolidada y renovarla urban¨ªsticamente.
En esta renovaci¨®n se incluye lo que hoy es el gran problema de Madrid: el tr¨¢fico, el elemento de crispaci¨®n que m¨¢s soportamos los hijos de este siglo. La renovaci¨®n urbana del Madrid de siempre va ligada, inevitablemente, a un nuevo concepto del tr¨¢fico, a una nueva cultura del autom¨®vil.
Desgraciadamente, no parece que las utop¨ªas basadas en la restricci¨®n radical del tr¨¢fico vayan a tener un ¨¦xito rotundo. Esa vuelta a una Arcadia feliz, sin autom¨®viles, sin humos, sin ruidos, est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s lejos de nuestras manos. Tendremos que reivindicar la utop¨ªa, pero con los pies en el suelo, y pensar en soluciones basadas en un uso m¨¢s racional de nuestro mayor y peor amigo / enemigo.
Un problema general
No es ning¨²n consuelo, pero no es un problema exclusivo de Madrid. Todas las grandes ciudades est¨¢n pagando su capacidad de moverse, su capacidad de comunicarse. Es el precio de una civilizaci¨®n que basa gran parte de su raz¨®n de ser en la velocidad. Y en este campo nadie ha inventado nada. Todas las soluciones se circunscriben a dos: restricci¨®n del veh¨ªculo privado y potenciaci¨®n del transporte p¨²blico.
Aunque defendamos, por necesarios, mejores accesos para Madrid, ¨¦stos no van a solucionar los problemas de tr¨¢fico de la capital. Es muy posible incluso que la facilidad de acceso dificulte la circulaci¨®n en las calles madrile?as. Habr¨¢, por tanto, que incidir en ese binomio transporte p¨²blico / transporte privado dentro de una idea humanista del espacio, del ¨¢mbito ciudadano, dentro de esa idea defendida por el PSOE de conseguir una sociedad a la medida del hombre.
Todo ello -filosof¨ªa y pr¨¢ctica- inscrito en un . plan ¨²nico que acomode las infraestructuras a las necesidades de una ciudad como Madrid. Nuestro Ayuntamiento, junto con la Comunidad, tiene ya ese plan, el que los medios de comunicaci¨®n bautizaron castizamente como el plan Felipe. En esencia, se trata de equiparar la regi¨®n metropolitana de Madrid a otras metr¨®polis europeas en cuanto a la capacidad y calidad de su transporte colectivo.
Todos estos problemas, todo lo que es en definitiva la vida y el futuro de Madrid, entronca en un nuevo concepto de la ciudad como centro de convivencia, de cultura, de progreso, de solidaridad. Se ha dicho que las ciudades, como las personas, son capaces de albergar alg¨²n sue?o. Madrid tiene el suyo: ser una ciudad a la medida de su gente.
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