La Iglesia ha obedecido al imperio
Quiz¨¢ no fue m¨¢s que un sue?o la firme declaraci¨®n del portavoz de la Santa Sede, Joaqu¨ªn Navarro Valls, en el sentido de que Noriega jam¨¢s ser¨ªa entregado a Estados Unidos, que hab¨ªa agredido e invadido la Rep¨²blica de Panam¨¢. Rep¨²blica de Panam¨¢: ?pero sigue teniendo alg¨²n sentido hablar de este pueblo como si de un Estado se tratara? Naci¨® en 1903 de la decisi¨®n unilateral de EE UU de dividir Colombia. Se vio obligado, desde los or¨ªgenes, a albergar una guarnici¨®n estadounidense en la zona del canal. En 1977, los presidentes James Carter y Omar Torrijos Firmaron un tratado que preve¨ªa la evacuaci¨®n de las tropas norteamericanas para el a?o 2000. Era el reconocimiento pleno de la figura de Estado a aquello que hasta ese momento hab¨ªa sido un protectorado. Pero Torrijos fallece en un accidente a¨¦reo. Ahora se dice que no fue ajeno a este suceso el hombre de la CIA en Panam¨¢: Noriega. A Carter le sucede Ronald Reagan, que ten¨ªa otra concepci¨®n del derecho internacional: como lo demuestra el caso de la contra nicarag¨¹ense. Que este tema haya llegado casi al punto de salpicar al presidente y posteriormente esto se haya podido evitar no viene sino a demostrar que el mundo pol¨ªtico estadounidense, que no perdon¨® a Richard Nixon haber violado en su propia patria los derechos de los ciudadanos norteamericanos, fue m¨¢s benigno con Reagan, que hab¨ªa actuado en el extranjero.El derecho internacional es una realidad fr¨¢gil: se fundamenta en tratados y convenciones que pueden ser interpretados y respetados de formas diversas. Hasta el momento, el derecho internacional no dispone de un brazo secular, es un conjunto de normas no sancionables. Entre estas normas imperfectas figura la de aceptar las decisiones del Tribunal Internacional de la Haya. Este tribunal conden¨® a Estados Unidos en base a un recurso presentado por el gobierno de Nicaragua. Pero el presidente de EE UU no reconoci¨® el valor de la sentencia. ?Sobre qu¨¦ base jur¨ªdica se asienta la intervenci¨®n norteamericana en Panam¨¢? El ¨²nico principio lo constituye su derecho unilateral a actuar en el territorio de otros Estados americanos como si del suyo propio se tratara: la doctrina Monroe.
Existen leyes en Estados Unidos que reconocen a su polic¨ªa el derecho a actuar en territorio de otros Estados sin necesidad de contar con el benepl¨¢cito previo de sus gobiernos. La DEA, la Agencia Norteamericana de Antinarc¨®ticos, est¨¢ autorizada a apoderarse de los responsables del tr¨¢fico de drogas en otros pa¨ªses sin que medie el consenso de los respectivos gobiernos. Para Am¨¦rica Central, y para Am¨¦rica Latina, esto conlleva, como condici¨®n de principio, una soberan¨ªa limitada objetiva.
Pero, ?habr¨ªa actuado Washington como lo ha hecho en Panam¨¢ si la Uni¨®n Sovi¨¦tica no hubiera dejado de ser una superpotencia mundial para convertirse en una potencia regional? Ca¨ªdo el segundo imperio en cuanto tal, el primero se ve reconocida una zona de intervenci¨®n que ¨¦l mismo puede definir seg¨²n su propia voluntad.
El imperio de Occidente es ya el ¨²nico imperio: sus acciones unilaterales (respecto a Nicaragua, Panam¨¢, Cuba o Colombia) dependen tan s¨®lo de su propia decisi¨®n. Por ello, todo esfuerzo pol¨ªtico, como los meritorios llevados a cabo por Europa para conducir Am¨¦rica Latina a la democracia, tiene ¨¦xito en proporci¨®n directa a la irrelevancia para Estados Unidos del territorio en cuesti¨®n. En el resto, la deuda internacional, que enfrenta a los pueblos con los gobiernos en los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, arrebata por s¨ª sola a pa¨ªses como Brasil, Argentina o Per¨² cualquier pretensi¨®n de actuar como sujetos pol¨ªticos. El gobierno de la deuda externa como gobierno de los pueblos puede ser incluso la mejor pr¨¢ctica de la hegemon¨ªa en nuestra ¨¦poca.
El valor de los principios
Es dif¨ªcil defender un principio pol¨ªtico cuando su beneficiario es un hombre como Noriega. Pero, vamos a ver, ?es que los principios sirven tan s¨®lo para proteger a personas sobre cuya honestidad no recae sospecha alguna? El problema afecta al Vaticano muy particularmente. El Vaticano ha mentido: ha dicho que jam¨¢s entregar¨ªa a Noriega a Estados Unidos cuando lo cierto es que lo estaba haciendo. La excusa esgrimida por el Vaticano es que el general se entreg¨® por propia voluntad; esto no parece muy veros¨ªmil. Pero el nuncio es una figura diplom¨¢tica singular: es un embajador, pero tambi¨¦n un sacerdote. No s¨®lo representa a la Santa Sede como ¨®rgano de gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano. Representa tambi¨¦n al papado romano y a la Iglesia cat¨®lica. El derecho de extraterritorialidad conferido a las sedes diplom¨¢ticas se superpone inevitablemente, en el caso de la nunciatura pontificia, con el derecho de asilo, propio de la Iglesia y, en general, de las religiones. Lo sagrado como protector del culpable es una actitud recogida en el Viejo Testamento, conocida por griegos y romanos.
El beneficiario del derecho del asilo es el culpable o el as¨ª considerado. ?sta es la base del derecho de asilo sagrado, de aqu¨ª la extraterritorialidad de las embajadas y, por as¨ª decirlo, la memoria laica. Pues bien, la representaci¨®n diplom¨¢tica que mejor deber¨ªa haber sabido conjugar el asilo como derecho sagrado y la extraterritorialidad como derecho laico era precisamente la de, la Santa Sede.
Firme en el Este, la Santa Sede se muestra m¨¢s d¨®cil en el Oeste. Confi¨¢bamos en que no fuera as¨ª: nos hemos equivocado. En Panam¨¢ ha perdido una ocasi¨®n: justo cuando se le abren grandes espacios en el Este y en el Sur, la Iglesia cat¨®lica sigue siendo ante todo la Iglesia de Occidente. Demasiado poco, incluso para Occidente.
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