Transici¨®n pol¨ªtica a la h¨²ngara
Imaginen que en los a?os de la transici¨®n espa?ola los parientes de los que murieron en la guerra civil en el bando republicano hubieran exigido, uno tras otro, la rehabilitaci¨®n moral y la colocaci¨®n de una placa de homenaje en el pueblo o barrio de cada fallecido. Que todos los condenados por sus actividades antifranquistas plantearan la revisi¨®n de sus juicios para obtener la restituci¨®n de su honor mancillado. Imaginen tambi¨¦n que la Espa?a franquista hubiera sido, por ejemplo, una semicolonia francesa, y que, a consecuencia de ello, se hubiera prohibido cualquier menci¨®n p¨²blica a la guerra de la Independencia. En la transici¨®n, seguramente, habr¨ªamos vivido una epidemia de afirmaciones nacionalistas.Algo as¨ª ocurre ahora en Hungr¨ªa: la principal y casi ¨²nica actividad pol¨ªtica en la mayor¨ªa de las ciudades y pueblos h¨²ngaros pertenece al mundo de los s¨ªmbolos y consiste en el homenaje, impedido hasta ahora, a los muertos en la II Guerra Mundial (los h¨²ngaros lucharon junto a los alemanes contra los sovi¨¦ticos), la instalaci¨®n de una estatua o una placa en conmemoraci¨®n de los ca¨ªdos en la revuelta anticomunista y antisovi¨¦tica de 1956 o la celebraci¨®n de una fiesta con motivo del 15 de marzo, d¨ªa de la independencia nacional, en recuerdo de la sublevaci¨®n fallida contra los austr¨ªacos en 1848.
A la vez se revisan juicios-farsa de finales de los a?os cuarenta, que condujeron al exilio, la c¨¢rcel o la muerte a los que se opusieron a la dictadura comunista, con el objetivo de limpiar el nombre de las v¨ªctimas. Los muertos cambian de tumba en actos multitudinarios de revisi¨®n de la historia, donde los cad¨¢veres pasan de fosas an¨®nimas a sepulturas en la zona de hombres ilustres
.El honor de los muertos
El honor de los muertos es asunto tan grave que el hijo de L¨¢szlo Rajk -ejecutado en 1949 y rehabilitado en 1956- ha pedido que los restos de su padre sean trasladados a otro lugar para no estar cerca de los de J¨¢nos K¨¢d¨¢r, dirigente del pa¨ªs desde 1956 hasta 1988. Los h¨²ngaros comprenden esta incompatibilidad entre muertos porque su sentido del honor parece no haber variado mucho desde la ¨¦poca de los hidalgos, gentilhombres y duelos entre caballeros de principios de siglo.
Humillados y ofendidos, heridos en su dignidad y acallados en su orgullo nacional, los h¨²ngaros est¨¢n mucho m¨¢s interesados en la restituci¨®n de honores negados por estos 40 a?os de dictadura que en el ejercicio de las nuevas libertades pol¨ªticas.
En las primeras elecciones libres que se celebraron en Hungr¨ªa tras cuatro d¨¦cadas de monolitismo pol¨ªtico -elecciones parlamentarias parciales en cuatro peque?as ciudades en julio de 1989-, la participaci¨®n fue tan baja que oblig¨® a repetir las votaciones. En uno de los casos, tampoco la segunda vuelta alcanz¨® un porcentaje suficiente de votantes.
Se apunt¨® entonces como explicaci¨®n la de que el campo siempre vive de espaldas a la pol¨ªtica. Unos meses m¨¢s tarde se celebr¨® en un populoso distrito de Budapest un proceso equivalente, y aqu¨ª, en el centro de la vida pol¨ªtica, en el mismo barrio del Parlamento y la sede del Comit¨¦ Central del Partido Socialista, la participaci¨®n electoral fue del 43%. ?Qu¨¦ les ocurre a los h¨²ngaros? ?Por qu¨¦ no aprovechan las posibilidades de su reci¨¦n estrenada democracia?
Los trabajadores carecen de derechos laborales que son moneda corriente en la Europa occidental, el viejo sindicato comunista no les representa, y est¨¢n viendo c¨®mo se enriquecen los gerentes sin arriesgar nada o c¨®mo se venden sus empresas a nuevos propietarios privados y se les informa cuando la operaci¨®n est¨¢ acabada. ?Por qu¨¦ no se defienden? ?Por qu¨¦ no existe en Hungr¨ªa, un movimiento obrero similar al de Solidaridad en Polonia?
Complejidad
Las razones son complejas. En primer lugar, Hungr¨ªa, como algunos otros pueblos de la cuenca del Danubio, nunca vivi¨® la experiencia de una democracia parlamentaria, exceptuando un corto per¨ªodo desde la liberaci¨®n por las tropas sovi¨¦ticas en 1945 hasta la proclamaci¨®n legal de la nueva Constituci¨®n monopartidista de 1949. Sin embargo, el valor educativo de esta ¨²nica experiencia democr¨¢tica qued¨® anulado por la violencia comunista, apoyada en las tropas de ocupaci¨®n sovi¨¦tica, contra todos los dem¨¢s partidos.
Hungr¨ªa era un pa¨ªs b¨¢sicamente rural cuando se implant¨® la dictadura estalinista, y las relaciones sociales en el campo h¨²ngaro iban desde la semiesclavitud de los sin tierra al vasallaje y caciquismo entre los peque?os campesinos y los grandes terratenientes.
A la larga, el car¨¢cter autoritario del r¨¦gimen socialista se adapt¨® y utiliz¨® en beneficio propio esta aceptaci¨®n secular de la jerarqu¨ªa paternalista y represora, y del caciquismo como medio de expresi¨®n pol¨ªtica.
En cuanto a la apat¨ªa pol¨ªtica de la clase obrera hay que se?alar dos factores importantes.
Uno es la dualizaci¨®n de los trabajadores, profundamente divididos a partes iguales entre un n¨²cleo mimado por el r¨¦gimen, formado por obreros cualificados, bien pagados en relaci¨®n a la media del pa¨ªs, que se han construido su segunda residencia, tienen coche y viajan al extranjero.
Estos trabajadores y sus grupos de taller eran intocables, y lo son a¨²n. Constituyen la legitimaci¨®n viva del r¨¦gimen que se acaba. Junto a ellos, o mejor dicho, bajo ellos, se encuentran los obreros no cualificados, que act¨²an a menudo de ayudantes y peones de los primeros, con salarios que apenas permiten la subsistencia. Este grupo no goza del menor poder pol¨ªtico, est¨¢ fragmentado y en gran parte constituido por los despreciados gitanos. Otro freno importante a la creaci¨®n de un movimiento obrero es la existencia de la segunda econom¨ªa, que en el mundo fabril supone una complicidad y un pacto impl¨ªcito entre la gerencia y los trabajadores, y que inunda el ambiente laboral de peque?as y grandes corrupciones.
Adem¨¢s, los obreros acomodados desprecian a los pol¨ªticos. No se trata de la vieja desconfianza de todos los pueblos hacia los pol¨ªticos profesionales. En Hungr¨ªa, este desprecio es consecuencia de orientaci¨®n individualista y del uso del nivel de renta como ¨²nico baremo del prestigio personal.
Los miembros de los nuevos partidos pol¨ªticos proceden generalmente de profesiones intelectuales, del trabajo en la Administraci¨®n, en la Universidad, en las escuelas, sectores donde el nivel salarial es bajo y sin el recurso a la segunda econom¨ªa. Si uno de estos pol¨ªticos se presenta ante una reuni¨®n de obreros con su Travant, el coche m¨¢s barato y el ¨²nico accesible para una gran masa de h¨²ngaros, despertar¨¢ rechazo y desd¨¦n.
Desconfianza
La lucha por el ¨¦xito personal, el individualismo y la insolidaridad social son la herencia ideol¨®gica del r¨¦gimen kadarista (1956-1988). Un ejemplo: cada vez son m¨¢s las personas que no pueden pagar el alquiler y los gastos de su vivienda y que acaban viviendo en la calle. En Budapest hay unas 10.000 personas sin hogar y se las puede ver a centenas durmiendo en las estaciones de tren. Pues bien, cuando el Ayuntamiento plante¨® la necesidad de buscarles alg¨²n refugio, ¨¦ste era el comentario general: "?Y por qu¨¦ ha de ayudarles el Estado? Que trabajen m¨¢s". Ni el mejor sue?o thatcherista podr¨ªa encontrar una poblaci¨®n tan bien dispuesta a aceptar la culpabilizaci¨®n de los pobres.
La desconfianza hacia los partidos pol¨ªticos y, en general, hacia cualquier grupo volcado a la actividad p¨²blica, lo que incluye tambi¨¦n a los nuevos sindicatos, aparece fielmente recogida en las encuestas de opini¨®n realizadas.
Los h¨²ngaros conf¨ªan m¨¢s en los medios de comunicaci¨®n o en las Iglesias que en ninguna instituci¨®n pol¨ªtica, incluyendo a los nuevos partidos opositores. Una muestra de esta desconfianza ha sido la reciente prohibici¨®n, por una decisi¨®n parlamentaria que fue ratificada en refer¨¦ndum, de la presencia de los partidos pol¨ªticos en los lugares de trabajo.
En muchos sentidos puede decirse que la legislaci¨®n pol¨ªtica y de derechos humanos de que se ha dotado la nueva Rep¨²blica est¨¢ muy por delante de la capacidad real de los h¨²ngaros para asociarse, expresar sus intereses en forma colectiva o hacer respetar sus derechos individuales.
Carmen Gonz¨¢lez es soci¨®loga y est¨¢ realizando una investigaci¨®n sobre la reforma pol¨ªtia h¨²ngara para la Fundaci¨®n Pablo Iglesias.
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