La inesperada pasi¨®n b¨¢ltica,

Los sectores m¨¢s inquietos e ilustrados del nacionalismo catal¨¢n viven una inesperada pasi¨®n b¨¢ltica, al calor de las multitudinarias manifestaciones que reclaman la independencia de Letonia, Estonia y, en especial, Lituania. El enamoramiento se traduce en referencias constantes en art¨ªculos de prensa, comentarios radiof¨®nicos, programas televisivos y actos p¨²blicos. Aparece tambi¨¦n en algunas iniciativas pol¨ªticas, la m¨¢s espectacular de las cuales es el viaje que esta semana emprenden los tres diputados auton¨®micos de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) a las tres naciones b¨¢lticas.El resurgir de los nacionalismos en el imperio sovi¨¦tico fue ya el plato fuerte de las jornadas sobre el nacionalismo catal¨¢n organizadas en mayo pasado por el responsable de cultura de Convergencia Democr¨¢tica de Catalunya (CDC), Max Cahner, en las que ofreci¨® una conferencia la corresponsal de EL PA?S en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Pilar Bonet. Y en septiembre la fundaci¨®n Acta, integrada por j¨®venes intelectuales y profesionales nacionalistas, apadrin¨® en Barcelona una conferencia del periodista estoniano Tiit Made. La votaci¨®n en el Parlamento catal¨¢n, el 11 de diciembre, de la proclama sobre el derecho de Catalu?a a la autodeterminaci¨®n recogi¨® y aument¨® la excitaci¨®n provocada. Uno de los intelectuales nacionalistas que sigue con atenci¨®n el proceso b¨¢ltico, el historiador Joan B. Culla, afirma que su resurgimiento se ha convertido en el principal punto de referencia exterior de amplios sectores del nacionalismo catal¨¢n.

Lo que m¨¢s interesa a estos sectores de opini¨®n es la hipot¨¦tica aparici¨®n de un precedente: el del nacimiento de tres nuevos estados europeos por vez primera desde el fin de la II Guerra Mundial. Este precedente permitir¨ªa a los independentistas combatir la generalizada convicci¨®n, compartida por la pr¨¢ctica totalidad de los catalanes, incluidos los nacionalistas, de que la actual configuraci¨®n de las naciones-estado en Europa, con sus fronteras fijadas en la Conferencia de Yalta, es inamovible y hace imposible la creaci¨®n de un estado catal¨¢n a estas alturas del siglo XX.

Los nacionalistas catalanes ven con asombro y, en algunos casos, con admiraci¨®n cuando no envidia, c¨®mo los l¨ªderes lituanos se alzan ante el ruso Mija¨ªl Gorbachov, representante del gigante sovi¨¦tico, y le dicen: "No somos ni rusos ni sovi¨¦ticos. Lo que queremos es la independencia". Este gesto es para ellos la materializaci¨®n de un sue?o que muchos no se atrev¨ªan ni siquiera a confesar. Ahora contemplan admirados a Alguirdas Brazauskas, el dirigente del partido comunista lituano, pidiendo a Gorbachov que acepte la independencia de Lituania.

De momento, la ¨²nica r¨¦plica a la enso?aci¨®n b¨¢ltica que agita las mentes de los independentistas catalanes ha sido la del alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall. "Yo no me siento lituano", ha dicho en el fragor de la pol¨¦mica sobre la autodeterminaci¨®n.