El dinero incoloro
La experiencia comercial de un mestizo surafricano en medio del Kalahari
ENVIADO ESPECIAL Willem Baartman es un mestizo de Upington que acaba de hacer historia. A finales del a?o pasado abri¨® un supermercado en el centro comercial de esta peque?a localidad surafricana, perdida en el desierto del Kalahari, a unos 800 kil¨®metros de distancia de Johanesburgo. El resultado de la primera incursi¨®n empresarial de un surafricano no blanco en el centro de una ciudad situada en lo m¨¢s profundo de la conservadora Sur¨¢frica afrikaans es mixto en lo pol¨ªtico y un secreto en el aspecto econ¨®mico. Tensiones subterr¨¢neas recorren la, en la superficie, pl¨¢cida vida en Upington, un oasis donde cada cual conoce perfectamente su sitio.
Los blancos toman a Baartamn como un ejemplo de la iniciativa de los mestizos frente a la abulia de los negros y como prueba de que el apartheid es cosa del pasado; entre los mestizos politizados, que rechazan la tradicional relaci¨®n de amo y criado entre ambos grupos, el audaz empresario encarna la corrupci¨®n del sistema por dar empleo a blancos.Ha abierto un nuevo supermercado en Upintong. donde ya tiene otro floreciente en la zona habitada por los mestizos, pero no da la impresi¨®n de ir muy boyante: no hay mucha clientela y muy pocos de los compradores son blancos. Todo lo contrario de lo que ocurre a la misma hora en los supermercados del centro.
El mestizo 'opresor'
Cinco de los 16 nuevos puestos de trabajo son ocupados por mujeres blancas, y s¨®lo un negro ha conseguido colocarse en el almac¨¦n. "Es indignante", dice el reverendo Aubrey Beukes, pastor de la congregaci¨®n mestiza de Upington. "Es una prueba del ¨¦xito del apartheid. Si tienes la ocasi¨®n, te vas, te olvidas de tu gente y te conviertes en opresor".
Beukes lleg¨® hace ocho a?os a Upington, y desde el primer momento ha participado en la lucha contra el sistema. Hace tiempo pas¨® tres meses en la c¨¢rcel por su activismo, que no es compartido por su comunidad. En 1984 pretendi¨® que los salones de su iglesia fuesen un centro para j¨®venes mestizos y negros, pero tuvo que quitarse la idea de la cabeza. "La gente me dijo que qu¨¦ hac¨ªan los kaffir, palabra despectiva que los blancos usan para referirse a los negros, en nuestra ¨ªglesia", recuerda el cura, quien tambi¨¦n tuvo un papel muy activo durante el juicio de lo que luego ha quedado en los 14 de UpingIon, el mayor n¨²mero de condenas a muerte dictadas en Sur¨¢frica de una sola vez contra un grupo de negros, acusados de intervenir en 1985 en el asesinato de un polic¨ªa en el gueto de Paballelo, en momentos de tensi¨®n por subidas de alquileres en las viviendas. El largo y accidentado juicio y la sentencia dictada el pasado mes de mayo conmovieron a la comunidad negra, ignorante y pusil¨¢nime, a la que intentan mantener despierta algunos activistas, con ayuda de las tropel¨ªas policiales.
A los mestizos no les gustan los negros -un colegio de primaria para mestizos se neg¨® recientemente a aceptar a ni?os negros- ni el activismo del pastor, que a¨²n puede leer en el suelo del atrio de su iglesia la pintada: :'Beukes: comp¨®rtate o l¨¢rgate". 'El problema con los mestizos es que no est¨¢n dispuestos a cambiar la situaci¨®n", comenta Alfred Gubula, el sabio de Paballelo para muchos de sus conciudadanos, tambi¨¦n conocedor de la c¨¢rcel por exigir mejores condiciones de vida en el gueto. "Consideran que est¨¢n m¨¢s cerca de los blancos".
Y tienen raz¨®n. Los mestizos est¨¢n m¨¢s educados, ganan mejores salarios, viven en mejores viviendas...,-y en Upington est¨¢n separados de los blancos s¨®lo por una calle, mientras Paballelo se levanta a unos tres kil¨®metros de la ciudad, con su entrada vigilada por una comisar¨ªa de polic¨ªa.
En Upington hay unos 30.000 mestizos, del orden de los 12.000 blancos y entre 11.000 y 20.000 negros. Las diferencias trascienden hasta en la muerte. El impecable y ajardinado cementario blanco se convierte en un terreno infame cuando ha de acoger negros. Los mestizos entierran a los suyos en un inmenso pedregal, excavando en el suelo rocoso.
En vida, la mayor¨ªa de los blancos de Upintong se dedican a la agricultura -se jactan de tener la segunda cooperativa vitivin¨ªcola del mundo- y al ganado bovino, que rinden ping¨¹es beneficios a juzgar por el inmaculado aspecto de la ciudad, un oasis a orillas del m¨ªtico r¨ªo Orange, de indiscutible sabor calif¨®rniano y desarrollado sector terciarlo: un centro comercial urbano de cuatro anchas calles, plagado de bancos, supermercados, tiendas y alg¨²n que otro restaurante. A las cinco de la tarde, esta zona se vac¨ªa y la mayor¨ªa de los blancos se retiran a sus residencias del noreste, de tipo chal¨¦, con dos plazas de garaje, amplio jard¨ªn y piscina, al tiempo que los menos afortunados entre ellos ocupan algunas viviendas en la parte opuesta de la ciudad, a lo largo del lado de Brug Straat m¨¢s pr¨®ximo al centro. En la otra acera se levantan las casas de los mestizos acomodados, no distinguibles como de mestizos por quien no est¨¦ en el secreto de la barrera racial que constituye la calle del Puente, y, m¨¢s alejadas, los centenares de viviendas de una sola planta y forma de paralelep¨ªpedo regular de los restantes mestizos, valladas, multicolores y con una peque?a zona verde.
En Paballelo, los negros viven en peque?as casas construidas con bovedillas huecas, con agua corriente, pero sin electricidad ni cuarto de ba?o, en las que se hacinan hasta cuatro generaciones en una distribuci¨®n tipo de cocina, cuarto de estar y dos dorm¨ªtorios, con retrete en el patio.
"Aqu¨ª llevan a?os sin hacer nada", clama Gubula, uno de cuyos nietos grita: "?Viva Mandela!, ?Viva el ANC!" (Congreso Nacional Africano, la organizaci¨®n ilegal que inspira Mandela) al divisar a lo lejos a unos polic¨ªas especiales que patrullan el gueto.
Todo blanco de Upington, donde no se da la especie del homo liberalis, insiste en que el apartheid no existe, que fue un error del pasado y que los negros est¨¢n satisfechos con su suerte. "Aqu¨ª nunca hemos tenido problemas", se?ala Douglas Jones, director de Gemsbok, el rotativo local. "Esto es una comunidad rural, apartada, pero no aislada, y no ocurre como en las ciudades, donde todo se politiza. Aqu¨ª todos somos hermanos".
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