La pluralidad de D¨¢maso Alonso
D¨¢maso Alonso es una de esas raras figuras que nos muestran con car¨¢cter eximio la multiplicidad del talento de un gran hombre.Desde muy joven aparece como un astro fulgurante en el terreno de la cr¨ªtica literaria. Su edici¨®n de Las soledades de G¨®ngora, con una traducci¨®n al lenguaje normal de lo que hab¨ªa sido, desde el siglo XVIII hasta entonces, un supuesto galimat¨ªas que nadie llegaba a descifrar, un curios¨ªsimo enigma que llenaba de indignaci¨®n o de frustraci¨®n a los lectores incluso muy cultos que se acercaban a tan aparentemente ¨¢cido texto, represent¨® una haza?a resonante, que otorg¨® m¨¢ximo prestigio a su autor, porque esta traducci¨®n apareci¨®, adem¨¢s, junto a otro libro del autor, La lengua po¨¦tica de G¨®ngora, que aclaraba, con muy precisa erudici¨®n y aparato cient¨ªfico, el porqu¨¦ de ese estilo, su descripci¨®n y las razones est¨¦ticas de ¨¦l. No puedo extenderme sobre los otros numerosos escritos de esta misma especie, y no menos importantes que ellos, de nuestro autor.
Pero D¨¢maso no era s¨®lo esto. Con ser tanto lo que acabo de atribuir. Junto al cr¨ªtico, estaba el ling¨¹ista y el profesor. Yo fui alumno suyo y s¨¦ la maravilla de claridad y conocimiento que introduc¨ªa en el laberinto de su asignatura: la ling¨¹¨ªstica rom¨¢nica. De otro lado, sus estudios del gallego asturiano, la regi¨®n precisamente donde yo nac¨ª, son, todav¨ªa hoy, un ejemplo de lo que deben ser los estudios de esta clase.
Como el l¨ªmite que imponen los art¨ªculos period¨ªsticos impide extenderse todo lo que uno quisiera sobre cada uno de los temas abarcados, paso ahora al comentario del otro costado de nuestro autor: el po¨¦tico. Porque resulta que este riguroso cient¨ªfico de la lengua, este agud¨ªsimo cr¨ªtico, este profesor de tanto m¨¦rito, se doblaba de una figura muy distinta, que otorgaba, adem¨¢s, a su persona humana la vivacidad, la alegr¨ªa jocunda, la humanidad, la ingeniosidad y el humor que seduc¨ªa a cuantos le han conocido de cerca.
?Cu¨¢l ha sido, visto hoy con perspectiva, la gran aportaci¨®n de D¨¢maso Alonso a la poes¨ªa espa?ola? Creo que aquello que quedar¨¢ con valor hist¨®rico permanente como aportaci¨®n suya es la introducci¨®n, con mayor valent¨ªa que ninguno de sus contempor¨¢neos espa?oles, del lenguaje coloquial en la pr¨¢ctica de la poes¨ªa, en un tono que ya no es el de los ismos. Se trata de un cambio radical seg¨²n el cual el tema po¨¦tico no es ya el contenido de la conciencia con desprecio del yo concreto del hombre o del artista y de su entorno objetivo, como hab¨ªa ocurrido entre el Parnaso y el superrealismo, sino que ahora lo que importa es, de nuevo, como en el Romanticismo, el yo concreto, pero, a diferencia de este ¨²ltimo movimiento, aparece ahora situado en una circunstancia o mundo sociales, a quien se concede id¨¦ntico valor que al primero, cosa que no suced¨ªa en el momento rom¨¢ntico.
Lenguaje de todos
Por eso se vuelve al lenguaje que evidenciaba con mayor fuerza el elemento social del yo. Se quiere hablar ahora desde el verso en el lenguaje de todos. Y es aqu¨ª donde D¨¢maso, en Hijos de la ira (1944), lleva a su necesario extremo esta tendencia de la ¨¦poca, probablemente apoy¨¢ndose para ello en el ejemplo de la poes¨ªa inglesa que, desde Wordsworth, Browning y T. S. Elliot, hab¨ªa acercado el verso a la prosa, con mucho m¨¢s acierto que nuestro Campoamor, que tambi¨¦n penosamente lo hab¨ªa intentado. Del mismo modo que al fin del siglo XIX la prosa aprendi¨® del verso, ahora ocurr¨ªa lo contrario, y ambas cosas han sido igualmente necesarias. Ahora bien: dentro de esta visi¨®n del mundo que es propia de la segunda posguerra (canto del yo concreto en la circunstancia concreta, otorgando el mismo valor a ambos t¨¦rminos), D¨¢maso inserta su visi¨®n personal del mundo, la cual consiste en la consideraci¨®n de que ¨¦l como hombre y los hombres todos con ¨¦l se hallan en un mundo cuyo sentido ¨²ltimo permanece, por lo menos, inc¨®gnito, indescifrable para la mente y el coraz¨®n de quienes ¨¢vidamente interroga. La vida humana circula "entre dos noches" de las que nada sabemos. De ah¨ª, el horror, la angustia. Por eso, Mujer con alcuza, s¨ªmbolo de la humanidad, est¨¢ desconcertada en un mundo fr¨ªo y oscuro, donde se siente perdida y sola.
Esta poes¨ªa es, pues, una poes¨ªa de fondo religioso, bien que torturada por el desnortamiento. El barco de los vivos tiene una br¨²jula que no se?ala a ninguna parte. El hombre hace preguntas sin respuesta, y a veces habla de Dios con m¨¢s necesidad que esperanza.
Si el mundo, y m¨¢s a¨²n la vida, son ininteligibles, si est¨¢n privados de sentido, la realidad se vuelve absurda y, consecuentemente, monstruosa. Lo monstruoso, lo escandalosamente anormal, lo que hace excepci¨®n a un concierto donde cada parte se inserta y legitima en un ordenado todo. El monstruo, mirado de ese orden, carece de funci¨®n, y, por tanto, de significado. Lo indescifrable ostentar¨¢ as¨ª la cualidad fundamental de lo monstruoso. Y como Hijos de la ira considera indescifrable la realidad c¨®smica y humana, la considerar¨¢ monstruosa tambi¨¦n.
De este modo de entender la realidad nace lo que tal vez sea el m¨¢s aparente leitmotiv del libro: la visi¨®n del ser humano como miseria y abyecci¨®n, tema que ahora tiene un sentido muy distinto del tradicional. El tema de los monstruos no es as¨ª m¨¢s que una compensaci¨®n especialmente destacada y visible de esa concepci¨®n m¨¢s gen¨¦rica y abarcadora. Y de ah¨ª nace tambi¨¦n la tendencia al autoimproperio en nuestro autor y hasta la comicidad o la ternura que le caracterizan.
Un gran prosista, un gran ling¨¹ista, un gran profesor, un gran poeta: tal es D¨¢maso Alonso, nuestro querido D¨¢maso.
Babelia
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