Juan Guerra
Me decido a enviar esta carta impulsada por el dolor que me causa el deplorable y zafio espect¨¢culo que se est¨¢ dando en este pa¨ªs con el asunto de Juan Guerra. Parece como si fuera la cosa m¨¢s grave que aqu¨ª ocurre (hablando de cosas graves sugiero la lectura del Informe de C¨¢ritas) concedi¨¦ndosele una importancia de tal magnitud que ha llegado a absorber totalmente el inter¨¦s de todos los medios de comunicaci¨®n, hasta convertirse casi en el ¨²nico tema de las tertulias y de la conversaci¨®n de las gentes.Sin duda esa legi¨®n de informadores que se tienen a s¨ª mismos por purificadores de la democracia es necesaria; y en verdad se podr¨ªan poner algunos ejemplos de periodistas que han realizado durante todos estos a?os una labor encomiable.
Pero la mayor¨ªa sigue ciegamente calibrando el tama?o de los titulares y el n¨²mero de p¨¢ginas dedicadas a un asunto seg¨²n la notoriedad directa o indirecta de la persona, y no seg¨²n la importancia p¨²blica real de la cuesti¨®n. As¨ª, sin la m¨¢s elemental visi¨®n hist¨®rica de lo que es y ha sido este pa¨ªs, llevan d¨ªas y d¨ªas dedicados como posesos a exprimir hasta la saciedad lo que tan s¨®lo reviste la condici¨®n de an¨¦cdota, alimentando con la mayor impudicia el morbo y los m¨¢s ruines sentimientos de millares de personas, en su persecuci¨®n despiadada de un chivo expiatorio al que hasta se han atrevido a llamar "Juan Ceaucescu". (Por el contrario, el ¨²nico editorial de EL PA?S dedicado al mismo tema era, en mi opini¨®n, tanto en su forma como en su contenido, de un gran acierto.)
Sin embargo, todav¨ªa m¨¢s lamentable me resulta el ensa?amiento e implacabilidad de una derecha compuesta en parte por familias que se han enriquecido inmensamente por el procedimiento de la explotaci¨®n m¨¢s feroz ejercida durante muchas generaciones, apellidos y estirpes que todav¨ªa hoy se benefician del tr¨¢fico de influencias del pasado, y que ahora se frota las manos, se relame de gusto, exigiendo claridad desde una pretendida inocencia, no porque realmente sea amante de la luz (?por qu¨¦ nunca dirige sus focos hacia ciertos multimillonario s de toda la vida as¨ª como de reciente fortuna?) sino s¨®lo y exclusivamente por estrategia pol¨ªtica.
Y me pregunto si en toda esta sa?a no se oculta una dudosa moral colectiva y puritanismo sospechoso que es frecuente entre aquellos que, en la misma situaci¨®n de Juan Guerra, har¨ªan probablemente lo mismo y tal vez con m¨¢s astucia. Es evidente, adem¨¢s, que no se trata de hacer comprender al pecador que ha obrado mal, sino de aniquilarle. Y no pretendo aqu¨ª defender al zorro, sino manifestar mi repulsa por la jaur¨ªa.
Asimismo, creo que el vicepresidente del Gobierno debe entender, entre otras cosas, que tambi¨¦n se le est¨¢ pasando una factura por sus burdas e injuriosas formas de descalificar a sus adversarios pol¨ªticos.
Juan Guerra procede, seg¨²n tengo entendido, de una familia modesta. No comparto su apetencia por el dinero y los coches caros, pero soy capaz de comprenderla. Por lo que s¨¦, tuvo siempre bastante poco de todo; vend¨ªa Biblias y tartas por las ca-
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