Consumismo sovi¨¦tico
"Ayer en Mosc¨² no hab¨ªa mantequilla". Esta conocida frase de Felipe Gonz¨¢lez en la campa?a electoral de las ¨²ltimas elecciones generales me hizo pensar en cu¨¢nta raz¨®n ten¨ªa. Este verano tuve la ocasi¨®n de estar en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y pude comprobar la escasez de productos y las largas colas que se pod¨ªan encontrar en tiendas y grandes almacenes. Cuando regres¨¦, recuerdo que a la ma?ana siguiente fui a comprar a un establecimiento, y casi me mare¨¦ al ver y reencontrarme con la gran cantidad y variedad de productos con los que disfrutamos aqu¨ª.La l¨®gica de este simple hecho nos hace comprender en parte los enormes cambios que se suceden en los pa¨ªses del Este. Para la Europa comunista, el camino a seguir es claro: derrocar el comunismo y emprender la senda hacia las dulces mieles que produce el mundo capitalista.
En tiempos de Franco hablar de los pueblos que se encontraban detr¨¢s del tel¨®n de acero era perseguido por la ley, y simpatizar con sus ideales era riesgo de permanecer un tiempo en la c¨¢rcel. Hoy, afortunadamente, no es as¨ª. Tenemos una corta pero intensa etapa democr¨¢tica, y las cosas han cambiado mucho. Pero es curioso. Tengo la extra?a sensaci¨®n de que ser comunista o hablar de ello aqu¨ª y ahora est¨¢ socialmente perseguido.
Tal debe ser la calidad y, por supuesto, objetiva informaci¨®n que recibimos acerca del tema para pensar as¨ª y para adoptar, en definitiva, una postura de total rechazo a todo lo que se refiere al hecho comunista.
No hace falta insistir en ello. A la vista est¨¢n partidos comunistas de Europa occidental que cambian de nombre y disfrazan ideolog¨ªas. La victoria del capitalismo sobre las sociedades que representan el comunismo es ya un hecho.
Hace poco, un testigo de Jehov¨¢ me dec¨ªa: "Ahora en Mosc¨² ya se venden Biblias". Claro, pens¨¦, y tambi¨¦n toda la industria pornogr¨¢fica babea ante el inminente y suculento negocio que reportar¨¢ el mercado en los pa¨ªses socialistas con la apertura de las fronteras.
As¨ª pues, disfrutemos y gocemos del supremo orgasmo colectivo que supone ir a comprar a los grandes almacenes, por ejemplo, cualquier s¨¢bado por la tarde, llenar a rebosar el carrito (como si la vida nos fuera en ello) con m¨¢s cosas de las que necesitamos y esperar una hora en la cola, entre achuchones y apretones, para pagar (que es de lo que se trata).
Peque?os detalles sin importancia como las numerosas muertes inocentes a causa del terrorismo, bolsas de miseria, clases marginales, injustas y grandiosas diferencias del poder adquisitivo, inseguridad ciudadana, deshumaniz aci¨®n, etc¨¦tera, no tendr¨ªan por qu¨¦ enturbiar la admiraci¨®n que sentimos por nuestro maravilloso y perfecto sistema capitalista.-Jordi Ma?osa.
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