Hablar de droga
LA CUMBRE celebrada ayer en Cartagena de Indias por los presidentes de Estados Unidos, Colombia, Per¨² y Bolivia para decidir el mejor modo de combatir el narcotr¨¢fico no parece haber abordado con suficiente detenimiento algunos de los problemas de fondo que hacen ese comercio posible, y no s¨®lo desde el lado de la oferta (pa¨ªses productores), sino tambi¨¦n desde el de la demanda (Estados Unidos y el mundo desarrollado). Porque, a pesar de la promesa del presidente norteamericano de actuar m¨¢s seriamente sobre el consumo, la cumbre hab¨ªa sido convocada sobre todo para incrementar la represi¨®n de la producci¨®n y tr¨¢fico de coca¨ªna.Pero incluso en este punto no se ha dado una respuesta satisfactoria al problema de c¨®mo eliminar el cultivo de la coca, cuyo rendimiento para agricultores, procesadores y comerciantes es superior a cualquier otra ganancia imaginable. La contestaci¨®n ciertamente no debe buscarse en ruinosos cultivos sustitutorios, sino en la mejora de los t¨¦rminos de intercambio de las materias primas y en la masiva ayuda al desarrollo. Estados Unidos ofrece una ayuda directa a los pa¨ªses productores -juzgada insuficiente por ¨¦stos-, pero no quiere ni o¨ªr hablar del resto.
Otras claves importantes se encuentran en los propios pa¨ªses importadores y no en los productores, sobre los que se ha hecho gravitar en exceso, hasta el momento, la responsabilidad del narcotr¨¢fico: nadie, por ejemplo, sugiere medios para interrumpir el tr¨¢fico desde los pa¨ªses desarrollados de compuestos qu¨ªmicos esenciales en el procesamiento de la coca¨ªna; ni parece ocuparse tampoco de interrumpir la producci¨®n y venta del armamento utilizado por los narcotraficantes. Por otra parte -y ¨¦stos son problemas que conciernen igualmente a los pa¨ªses ricos-, mientras no se encaren en serio las razones del consumo de coca¨ªna (no ya entre los marginados, sino entre las capas m¨¢s altas de una sociedad satisfecha) y mientras no se haga gran cosa por establecer m¨¦todos eficaces para romper un ciclo financiero que, con o sin blanqueo, supera en magnitud al generado por cualquier otra actividad humana, todo esfuerzo dirigido a la simple represi¨®n de su tr¨¢fico, a la destrucci¨®n de su cultivo, se perder¨¢ en la inutilidad m¨¢s completa.
Por otra parte, la exclusiva represi¨®n de tr¨¢fico, tal como la plantea el presidente Bush, no parece haber servido de gran cosa: en 1987, por ejemplo, la fuerza a¨¦rea estadounidense gast¨® m¨¢s de 2,6 millones de d¨®lares... para acabar interceptando seis env¨ªos de coca¨ªna y detener a 10 personas. Los integrantes de los c¨¢rteles de Medell¨ªn y Cali son unos asesinos, y la guerra sin cuartel contra ellos es necesaria. Pero, como en los tiempos de la prohibici¨®n en Estados Unidos, no es el consumo del alcohol o de la coca¨ªna lo que hace delincuentes; es el beneficio que se obtiene por su ilegalizaci¨®n. Ser¨ªa bueno que la sesi¨®n especial de la Asamblea General de la ONU dedicada al mundo de la droga, que se inicia la pr¨®xima semana, produjera algo m¨¢s, desde el punto de vista de las ideas e iniciativas, que la repetici¨®n de discursos cuya ineficacia ha quedado m¨¢s que probada.
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