?Qu¨¦ puebo?
Hay cierta forma de plantear los problemas pol¨ªticos o morales que logra la filigrana de asentar una respuesta arbitraria so capa de pregunta neutral. Es decir, el que pregunta lo hace de tal modo que no puede obtener m¨¢s que la respuesta que desea forzar o deja a su oponente convicto de mala fe. El truco consiste en que el ¨¦nfasis :interrogativo recaiga sobre la parte predicativa de la cuesti¨®n, colando de rond¨®n un sujeto que ya incluye ese predicado entre sus notas propias. As¨ª, por ejemplo, en el tema del aborto, cuando alguien con supuesta ecuanimidad exclama: "Pero, vamos a ver, matar deliberadamente a una persona ?es cirug¨ªa o crimen?", o "Si el derecho a la vida es el m¨¢s b¨¢sico de los humanos, ?es l¨ªcito quitar la vida a un ser humano porque su madre no desea su nacimiento?". Naturalmente, si el feto es una persona, un ser humano, un ni?o, un registrador de la propiedad bajito o algo por el estilo, la pregunta sobre el. aborto no puede tener m¨¢s que una respuesta: quod erat demonstrandum. El procedimiento parece demasiado grosero, pero ft¨ªnciona. Y cuando se insiste en que el caso a debatir versa precisamente sobre si los fetos son niflos o personas y no sobre si hay derecho a matar a personas o ni?os, r¨ªo falta quien le- reproche a uno esquivar el fondo de la cuesti¨®n.Lo mismo est¨¢ pasando con el dichoso problema de la autodetenninaci¨®n, que ahora -por imperativo ilegal- nos toca tomar en serio. En este caso, la pregunta Suena as¨ª: "?Tienen derecho los pueblos vasco y catal¨¢n a la autodeterminaci¨®n7. Como se da por supuesto que un pueblo es una entidad ¨¦tnica., hist¨®rica y pol¨ªticamente diferenciada, poseedora de identidad propia ante los ojos del juez supremo, discernible de sus vecinos pese a las espurias aleaciones sobrevenidas y portador de esenciales valores eternos, entre los que destaca la vocaci¨®n de poseer Estado propio, la respuesta a dicho enigma no puede ser m¨¢s que afirmativa. Que la autodeterrain aci¨®n de marras sea independentista o federal, din¨¢mica o est¨¢tica, constructiva de naciones nuevas o destructora de las viejas, tanto da para el caso. Si cada pueblo es una entidad distinta, de las otras y, con soberan¨ªa pol¨ªtica inalienable, la pregunta por el derecho a la autodetermin aci¨®n viene a ser tan dificil de contestar como aquella otra c¨¦lebre encu.esta sobre el color del caballo blanco de Santiago.
Si no me equivoco, lo discutible no es la a utodeterminaci¨®n, sino el pueblo. Hay usosdescriptivos de la palabra pueblo, en los cuales funciona como una abreviatura del grupo de individuos que viven juntos en un territorio, compartiendo rasgos culturales convencionalmente elegidos entre todos los posibles (verbigracia, la lengua s¨ª y la religi¨®n no, o al rev¨¦s), y cierta memoria hist¨®rica com¨²n, cuya relevancia es determinada tambi¨¦n de modo pasablemente arbitrario. Otros prefieren un uso emotivo de pueblo, basado en la l¨ªrica, el folclor y el alma colectiva: el pueblo es noble, alegre, sencillo, espont¨¢neo, iridustrioso (o festivo), sufrido y generoso; a menudo, ?ay!, oprimido, etc¨¦tera. Un tercer uso de la palabra es normativo: pueblo es lo que hay que ser, lo que vale y tiene raz¨®n frente a la conspiraci¨®n ego¨ªsta de los individuos y el imperialismo depredador de oligarqu¨ªas multinacionales. Los tres empleos de la palabra (quiz¨¢ salvo el ¨²ltimo, que resulta el m¨¢s indigerible) tienen su disculpa, siempre que no reciban demasiado ¨¦nfasis. Pero en todos los casos se trata de una entidad que funciona a gusto del consumidor, una ficci¨®n ¨²til presentada como una esencia indiscutible, clara, distinta e inmutable. Para darle mayor instrumentalidad pol¨ªtica se suele reforzar el concepto de pueblo con el de naci¨®n, no menos ambiguo, y de este modo ha intervenido en todas las empresas estatales desde el romanticismo. En nuestro siglo, al emprenderse el proceso descolonizador, los organismos internacionales refirieron el derecho de autodeterminaci¨®n al pueblo exigiendo a ¨¦ste los rasgos de diferencia ¨¦tnica, subordinaci¨®n pol¨ªtica y alejamiento geogr¨¢fico de la metr¨®poli. RequIsltos convencionales, desde luego, pero ni m¨¢s ni menos que cualesquiera otros que entren en la descripci¨®n del pueblo.
Alfonso Sastre, que de cuando en cuando ampl¨ªa el ¨¢rea de su incompetencia hasta zonas no subvencionadas, y pasa del teatro al art¨ªculo pol¨ªtico, criticaba hace poco esta doctrina descolonizadora del pueblo llam¨¢ndola "del agua salada", por convertir al pueblo en cosa remota y ultramarina. No hay que fiarse de la topografla ni identificar sin m¨¢s Estado con naci¨®n, nos dice. La advertencia es bastante superflua, porque todos los Estados nacionales est¨¢n hechos a la vez de varias naciones, ya que a ¨¦stas, para serlo, les basta reclamarse como tales: la naci¨®n vasca es tan leg¨ªtima como la espa?ola, sin duda, pero no m¨¢s que la naci¨®n navarra, alavesa, vizca¨ªna o guipuzcoana. Para resolver tales contenciosos suelen surgir, por lo com¨²n, los Estados. Pero Sastre no se corta ante semejantes dificultades, porque ¨¦l, a las naciones, y sus correspondientes pueblos, las identifica a simple vista. ?A la legua se nota que los vascos son naci¨®n, pueblo y toda la pesca! Adem¨¢s aporta el testimonio confidencial de Jos¨¦ Bergam¨ªn, quien le dijo que hab¨ªa descubierto la existencia de la naci¨®n vasca mando sus padres le llevaban a veranear a Hondarribia, entonces Fuenterrab¨ªa. No s¨¦ qu¨¦ resulta m¨¢s ins¨®fito, si este descubrimiento o el hecho comprobable de que, citado por los abertzales, Bergam¨ªn (que pod¨ªa ser cualquier cosa menos lerdo) parece bobo de pedir sopa. Debe ser contagio con sus repetidores.
Parafraseando a Schopenhauer cuando se refer¨ªa ir¨®nicamente al esp¨ªritu hegeliano, pudiera decirse: ?el pueblo?, ?qui¨¦n es ese mozo? Y la chunga vale naturalmente lo n-¨²smo para el pueblo catal¨¢n o vasco que para el espa?ol. Que no nos vengan ahora con pueblos cuando tantas esencias absolutas van siendo descartadas. Mucho me temo que Europa vaya a tener pr¨®ximamente m¨¢s problemas con los pueblos de los que tuvo con los Estados. En Catalu?a o en el Pa¨ªs Vasco lo que hay son diversos modelos de ciudadanos del Estado espa?ol, un Estado surgido de la fuerza, la oportunidad y la marniobra, como todos los dem¨¢s. Si parece ventajoso organizarlo de otra manera a petici¨®n de algunos de sus socios, h¨¢gase as¨ª, porque tampoco los Estados son esencias sagradas. Subirse a la parra de la unidad de la patria o del Ej¨¦rcito como garante de afiliaci¨®n forzosa a la bandera no es m¨¢s que otro numantinismo irracionalista. En tal sentido,justo es decir que en el discurso del Rey durante la Pascua Militar me pareci¨® escuchar m¨¢s ecos anticonstitucionales que en ninguna de las declaraciones de Arzalluz o Pujol. Pero que quede claro que con tal transforin aci¨®n, si Negara el caso, no se devuelve ning¨²n derecho irrenunciable a ning¨²n pueblo oprimido, sino sencillamente que se institucionaliza otra convenci¨®n pol¨ªtica a petici¨®n de nuevos pol¨ªticos con nuevas ambiciones. Los cuales no retroceden ante ninguna tergiversaci¨®n por rid¨ªcula que parezca, como prueban estas palabras del secretario de Esquerra Republicana de Catalunya, ?ngel Colom: "Se trata de que en la casa com¨²n europea, los catalanes tengamos nuestro apartamento, como los suizos y los h¨²ngaros, y no una habitaci¨®n peque?a, estrecha, h¨²meda y sin sol en la mansi¨®n espa?ola" (Diario 16, 17 de enero de 1990). ¨ªHace falta mucha confianza en las tragaderas de la clientela propia como para presentar a Catalu?a encerrada en Espa?a como en una celda de castigo! Porque la verdad es no s¨®lo que ni vascos ni catalanes son pueblos esencialmente diferentes del supuesto pueblo espa?ol, sino que son los principales beneficiarios del Estado espa?ol moderno. El que mejor conoce lo que se pretende con tantas proclamas diferencialistas es probablemente Josep Borrell a la hora de recaudar la contribuci¨®n a la caja com¨²n. Por eso no creo que la pasi¨®n autodeterminista vaya mucho m¨¢s all¨¢ de la ret¨®rica, y en tal sentido, bueno ser¨ªa dar cauce sin demasiado estruendo a la propuesta de los partidos moderados vascos, pues despu¨¦s de todo lo importante es frenar a los lun¨¢ticos violentos, aunque para ello haya que bailar -un rato en corro con los viejos del lugar. ?Independencia? ?Venga ya! Hasta el menos escrupuloso de los tah¨²res sabe que cuando va ganando no puede levantarse de la mesa sin pedir permiso a los dem¨¢s jugadores.
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