Rosario Murillo: "Volvimos a ser lo que ¨¦ramos"
"No quiero volver a salir en la foto al lado de Daniel Ortega", afirma su pol¨¦mica compa?era

El pasado mi¨¦rcoles, en el acto de cierre de campa?a electoral del Frente Sandinista de Liberaci¨®n Nacional (FSLN), Rosario Murillo reapareci¨® junto a Daniel Ortega sobre el veh¨ªculo que paseaba al presidente nicarag¨¹ense entre las multitudes. "Me hab¨ªa pedido que estuviese a su lado porque era un d¨ªa muy importante para ¨¦l. Al principio yo no quise: le dije que all¨ª subidos ¨ªbamos a parecer dos santos de pueblo, pero luego acept¨¦ porque me di cuenta de que me quer¨ªa tener all¨ª, me necesitaba".Acept¨® porque le dio la gana, como siempre hace las cosas ahora Rosario Murillo, que, como cualquier ser humano menos famoso, ha decidido a los 39 a?os replantearse su vida, cortarse el pelo, vestirse de forma extravagante y dejar de ser oficialmente la esposa del presidente de Nicaragua.
"No quiero volver a salir en la foto al lado de Daniel Ortega, ni que los periodistas me pidan entrevistas para sacarme qu¨¦ piensa Daniel Ortega", dice. Es ella misma: Rosario Murillo, poeta, madre de 10 hijos, rebelde, simp¨¢tica y charlatana, permanente dolor de cabeza del aparato sandinista y motivo constante de esc¨¢ndalo y pol¨¦mica.
"Cuando vi a Daniel all¨ª, solo, entre aquella multitud que lo aclamaba, sent¨ª miedo. A m¨ª me dio miedo desde el momento en que lo nombraron miembro de la Junta de Gobierno porque me di cuenta de que mi vida terminaba completamente a nivel personal, en cuanto a privacidad, en cuanto a tener las relaciones normales de pareja. Y ahora me sigue dando miedo porque terno que vaya a perder la posibilidad de relacionarme con ¨¦l como hombre y mujer, nada m¨¢s".
Relaci¨®n tensa y dif¨ªcil
Meses atr¨¢s se lo hab¨ªa dicho con un poema: "Pienso que nos venimos muriendo / con estas manos que han perdido los gestos del amor / porque nunca aprendimos / a cambiar el agua a los peces / y se nos fueron ahogando los misterios / sin que nos di¨¦ramos cuenta. / Yo no busco al hombre de las botas altas / me asustan sus ojos tristes / donde ya no quieren florecer heliotropos / ni magia. / Yo ya no te busco / perd¨ª la cuenta de los d¨ªas que llevaba sigui¨¦ndote / tras mapas y uniformes / sin abecedarios para la ternura. / Todo est¨¢ en su lugar, s¨®lo que yo / ya no soy la muchacha de la retratera. / Una mujer que todav¨ªa no existe est¨¢ a punto / de abordar un tren detenido hace tiempo / lleva espejos / y flores".
"Nuestra relaci¨®n es tensa y dif¨ªcil, en parte porque Daniel es un hombre entregado con vocaci¨®n de sacerdote a su trabajo. Yo, sin embargo, pienso que uno tiene derecho a descansar, a ver una pel¨ªcula, a ir al mar. Nuestra relaci¨®n es dif¨ªcil tambi¨¦n porque mucha gente no nos entiende. Con todo lo que ha ocurrido en mi vida este a?o, que me reencontr¨¦, que soy yo otra vez. Yo volv¨ª a mi ra¨ªz, volv¨ª a ser lo que siempre he sido. Curiosamente, sin habernos puesto de acuerdo, ¨¦l anda diciendo lo mismo, vuelve a usar el pantal¨®n vaquero y le cuenta tambi¨¦n a los periodistas que siempre ha pertenecido a la generaci¨®n del rock y esas cosas", afirma.
"Ayer", afirma, "nos pasamos toda la noche hablando sobre c¨®mo llegamos a lo mismo sin habernos puesto de acuerdo. Yo lo que digo es que la gente no nos entiende porque piensan que porque ya llevamos 10 a?os..., no, volvimos a ser lo que ¨¦ramos".
Nadie los entiende: nadie sabe si siguen juntos o no, si se les puede tratar como marido y mujer o no. Se ven cuando quieren y se niegan a actuar como pareja a. efectos protocolarios, pero se entienden mejor que nunca; esto es lo que dice Rosario.
Como al principio
"?l dice que nosotros pasamos por un per¨ªodo en el que nos tragamos el anzuelo. Nos cre¨ªmos que ten¨ªamos que hacerle caso a los que nos dec¨ªan c¨®mo vestirnos, qu¨¦ es lo que ten¨ªamos que hacer. Yo la primera vez en mi vida que me puse medias fue en la toma de posesi¨®n de Daniel, en 1984; ese mismo d¨ªa me dijeron que no pod¨ªa utilizar bolso porque las primeras damas no utilizan bolso porque entonces no ten¨ªan c¨®mo darle la mano a la gente. Yo acept¨¦ todo eso y empec¨¦ a caer en la trampa", se?ala.
"Hace un a?o me dije que yo no me vuelvo a disfrazar, y ¨¦l tambi¨¦n dijo eso mismo durante un viaje a Espa?a. As¨ª es que ambos llegamos a lo mismo por v¨ªas diferentes. Sin querer nos hemos dado cuenta de que estamos los dos como al principio, en t¨¦rminos humanos, en t¨¦rminos de que no queremos tener una relaci¨®n en la que yo ande con ¨¦l para todas partes. Cuando queramos estar juntos, vamos a estar juntos", agrega.
Pero ?y el amor?, ?ha vuelto a ser como al principio? "C¨®rno te alcanzo ahora", escribe Rosario Murillo en sus poemas, "si hemos soltado tanta geograf¨ªa / entre nosotros / si mis antenas ya no te tocan / y perdimos los idiomas secretos / del coraz¨®n y la noche. / Todo est¨¢ en su lugar / el hurac¨¢n y la guerra / Bush, la perestroika, el verano, / la normalidad es este cuarto con las ventanas cerradas / y yo adentro / desmantelada, el amor ca¨ªdo de la pared".
"No, sentimentalmente, las cosas no son como al principio. Es m¨¢s bien una evoluci¨®n en el sentido de que yo me recuper¨¦ como persona, me recuper¨¦ como poeta, estoy escribiendo, tengo mi propia voz, no estoy parada a la orilla de ¨¦l, y creo que eso nos ha dado tambi¨¦n una posibilidad de respeto mutuo mucho m¨¢s grande".
Apenas unos sue?os
No hacen planes, apenas unos sue?os. "El otro d¨ªa est¨¢bamos hablando en el vestidor de mi casa, y ¨¦l me dec¨ªa: 'Para qu¨¦ queremos toda esta mierda, todas estas camisas, todo esto, yo quiero tener voto de pobreza. Yo tampoco necesito nada, absolutamente. Y est¨¢bamos viendo si, despu¨¦s de todo esto, irnos (no s¨¦ si la seguridad nos dejar¨¢); es decir, vivir de otra manera. Est¨¢bamos discutiendo hasta la posibilidad de dejar nuestra casa, aunque no es una casa de lujo, no parece la casa de un jefe de Estado, pero de todas formas irnos a otro sitio".
Oyendo hablar a Rosario, uno dir¨ªa que se siguen queriendo, a su manera. "Lo que s¨ª existe entre nosotros es una gran solidaridad, una relaci¨®n casi m¨¢gica que tiene que ver mucho con nuestras relaciones de la c¨¢rcel. Existe una relaci¨®n de mucho amor y una forma particular y propia de defender ese amor, al margen de si la gente lo entiende o no. Un amor muy especial, muy particular; ha crecido con el tiempo, y mucha gente no lo entiende, pero lo importante es que nosotros s¨ª lo entendemos", se?ala.
"Tal vez ma?ana o pasado ma?ana nos separemos, nos divorciemos -no s¨¦ c¨®mo nos vamos a divorciar si no estamos casados-, bueno, nos separemos, pero vivir¨ªa como con la sombra, como con la marca de una relaci¨®n que es de esas que se dan una vez en la vida. Yo le escrib¨ª el otro d¨ªa un poema, que no ha le¨ªdo todav¨ªa -me da c¨®lera, se lo llev¨¦, se lo dej¨¦ sobre la mesa y no lo ley¨®-, en el que le hablaba de mis pasiones demasiado p¨²blicas. Vamos a resistir, en t¨¦rminos de amor y solidaridad, aunque no andemos bes¨¢ndonos en p¨²blico porque sentimos corte, pero s¨ª amor en lo esencial, amor invisible".
Mariposas, pasiones y libertad
Sus poemas hablan de mariposas, de pasiones y de libertad. Es una mujer extra?a que no encaja en el escenario verde olivo de Managua y que tiene una manera revolucionaria de entender la revoluci¨®n sandinista: "Hacemos la revoluci¨®n cuando escribimos un poema / o cantamos el amor de Diana Ross / los ojos de Bette Davis / y los suspiros de Barbra Streisand. / La hacemos con un vestido brillante / el maquillaje del mes sobre los ojos".La atacan los artistas por entregarse al Gobierno, la ataca Ernesto Cardenal por su concepci¨®n clasista del arte. Muchos creen estas cr¨ªticas, otros no. A ella le da igual. Encerrada en su oficina del Instituto Nicarag¨¹ense de Cultura, rodeada de cuadros, libros y de un mont¨®n de personajes que llamar¨ªan la atenci¨®n hasta en el Soho neoyorquino, Rosario hace lo que puede y es feliz. Odia a los bur¨®cratas, a los ministerios de Cultura, se espanta de la planificaci¨®n del arte y confiesa que en los primeros a?os de la revoluci¨®n se sigui¨® mec¨¢nicamente la experiencia de los pa¨ªses socialistas con la creaci¨®n de las uniones de artistas.
La mayor¨ªa interpreta su actitud cr¨ªtica como la venganza de una mujer que fracas¨® en el amor. "Un d¨ªa en una reuni¨®n un compa?ero me dijo, con aire de perdonavidas: 'S¨ª, yo puedo entender que est¨¦s expresando todo esto como resultado de tus crisis personales. Refiri¨¦ndose a que como, supuestamente, Daniel y yo nos estamos divorciando, entonces yo todo lo que estoy haciendo es una pol¨ªtica de reafirmaci¨®n personal en contra de la l¨ªnea pol¨ªtica sandinista, y que esto lo hago porque como ya me voy le quiero dejar el llano en llamas a Daniel". Totalmente falso, afirma. Est¨¢ m¨¢s segura de s¨ª misma que nunca, y, para disgusto de muchos, piensa quedarse en Nicaragua. Ni embajadora en Espa?a ni ninguna otra oferta le interesa tanto como su espejo y su flor.
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