Sobre Antonio Machado en Torino
Se clausur¨® en la bell¨ªsima ciudad de Torino el congreso conmemorativo de los 50 a?os de la muerte de Antonio Machado con un banquete, ofrecido por la alcaldesa de la ciudad, en el maravilloso palacio Barolo. No muy lejos de m¨ª sonre¨ªan, anchas y hermosas, las tres sobrinas de Machado, principales hu¨¦spedes del congreso. Cuando di las gracias a la alcaldesa por las cordial¨ªsimas palabras que me dedic¨® le record¨¦ que el grande de don Antonio jam¨¢s hab¨ªa comido as¨ª, como nosotros lo hac¨ªamos en su honor conmemorando los a?os de su muerte Santo don Antonio, ahora con un gran parador en Soria que lleva su nombre, con un retrato suyo monumental en la puerta, su nombre en grande tambi¨¦n por algunos caf¨¦s y establecimientos de Madrid Pero don Antonio no puede permanecer triste, hoy sobre todo, que en Florencia se halla el alma de su desvelado admirador Oreste Macr¨ª, que no duerme pensando en que pueda faltar un acento a su verso o una palabra a su filos¨®fico pensamiento.Temprano iba yo a las sesiones del congreso en la universidad, saliendo del gran hotel Torino, en la bell¨ªsima plaza de la estaci¨®n de ferrocarril.
De pronto, una tarde llamaron a la puerta de mi cuarto. Era Marcos Ana, el preso m¨¢s a?os preso de toda Europa. Veintitr¨¦s a?os en la c¨¢rcel desde que acab¨® la guerra de Espa?a. Siempre condenado a muerte, esperando todas las noches su ejecuci¨®n. Es el autor de unos poemas, entre los cuales Toda la vida es patio me conmueve especialmente. Marcos Ana me hablaba de lo maravilloso de la ciudad, de los d¨ªas en que ven¨ªa desde Francia para pasear recre¨¢ndose en ella. Ciudad con plazas grand¨ªsimas, abrigadas de armoniosos soportales, abiertas perspectivas, la ciudad m¨¢s europea de toda Italia, atravesada en l¨ªnea recta por el Po, claro y ancho, ciudad preciosa para celebrar el gran congreso machadiano.
A las nueve en punto de la ma?ana del 18 de febrero abri¨® el rector de la universidad el encuentro, concediendo la medalla de plata de esta instituci¨®n a los escritores espa?oles Ram¨®n de Garciasol, Jos¨¦ Hierro, Leopoldo de Luis, a la poetisa argentina Olga Orozco, al cubano Cintio Vitier y a m¨ª.
Entre la infinidad de intervenciones, siempre destacaban las de Oreste Macr¨ª, que jam¨¢s dudaba de las s¨ªlabas de todos los versos de don Antonio, distinguiendo muy bien los de nueve de los de ocho. Maravilloso Macr¨ª, ex¨¦geta impar de nuestro gran poeta.
Los congresos ofrecen, entre otras cosas, la posibilidad de reencontrar el pulso de las ciudades y las bellas amigas que alegran las largas sesiones. Recuerdo Varsovia, Mosc¨², Budapest, Praga... El de Torino era un congreso dedicado a un poeta fundamentalmente desgraciado. Yo lo admiraba much¨ªsimo. Su voto para Marinero en tierra fue el que m¨¢s me emocion¨® cuando logr¨¦ el Premio Nacional en el a?o 1924. Y lo vi luego, no demasiadas veces, siempre m¨¢s bien triste. Pero nunca tanto como en sus Cartas a Guiomar, la pobre y est¨²pida diosa de su correspondencia publicada por la reaccionaria Concha Espina, que lo presenta en cierto momento como un republicano tibio y dudoso. ?Ay, pobre don Antonio, feliz de haber encontrado un maravilloso arc¨¢ngel como Oreste Macr¨ª, que se muere por ti alab¨¢ndote en todo momento y queri¨¦ndote poner al lado de los m¨¢s grandes fil¨®sofos! Yo, de cuando en cuando, me acordaba de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, el otro gran maestro de nuestra generaci¨®n, cuyo comportamiento durante la guerra franquista, a su manera, fue tambi¨¦n ejemplar. No quiso ¨¦l volver a Espa?a y escribi¨® textos sorprendentes durante la guerra, Guerra en Espa?a. Qu¨¦ cosa horrible es tener que arrastrar para siempre este pasado de sombras y desesperaci¨®n. Comenzaba a renacer en nuestro grupo de j¨®venes poetas un nuevo amor y admiraci¨®n por Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, y sobre todo desde su gran poema Espacio, el m¨¢s extraordinario de los suyos. ?l no quer¨ªa volver a Espa?a ni como muerto. Se hallaba muy bien enterrado en un cementerio marino de San Juan de Puerto Rico, sobre cuya tapia estallaban las olas. Pero apareci¨® de pronto alguien de su familia y se lo arrebat¨® para trasladarlo a Moguer, su pueblo natal, junto a una triste casa empapelada con toda su obra. Qu¨¦ p¨¢lida visi¨®n del inmenso poeta, lejos del fulgurante mar de Puerto Rico.
El congreso sobre Antonio Machado termin¨® en Torino en el momento en que el gran Oreste Macr¨ª pronunci¨® su ¨²ltima palabra y parti¨® para su universidad de Florencia.
Otra luz estallaba en la poes¨ªa de Juan Ram¨®n, Jardines lejanos, Baladas de primavera, Arias tristes, tan admirado por Antonio Machado que le dedic¨® el hermos¨ªsimo poema Mariposa de la sierra por su libro Platero y yo: "Para que t¨² nacieras, / a la tormenta de la piedra, un d¨ªa, / mand¨® callar un hada, / y encaden¨® los montes / para que t¨² volaras".
Los dos, Juan Ram¨®n y Antonio, siguen siendo para m¨ª los m¨¢s grandes poetas espa?oles de nuestro siglo.
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