Dos hijos
UNA INSTITUCI?N privada de reconocido prestigio internacional, el Comit¨¦ de Crisis de Poblaci¨®n (CCP), acaba de publicar un informe sobre las consecuencias de una expansi¨®n demogr¨¢fica incontrolada a lo largo del mundo. En su estimaci¨®n, si las parejas que habitan este mundo no recurren a la planificaci¨®n familiar para tener un m¨¢ximo de dos hijos, el n¨²mero de seres humanos que llenar¨¢n el planeta al cabo de los pr¨®ximos 40 a?os duplicar¨¢ la cifra actual y llegar¨¢ a casi los 27.000 millones al final del pr¨®ximo siglo.La alarma sobre los efectos de una superpoblaci¨®n planetaria no es nueva. Desde hace unos 25 a?os se ha seguido una l¨ªnea casi continua de llamamientos en torno a los necesarios l¨ªmites que deben imponerse al crecimiento poblacional, directamente relacionados con la escasez de recursos. El concepto de una Tierra finita y, por tanto, sometida a las reglas de una correcta administraci¨®n de sus espacios y fuentes de riqueza se encuentra lo suficientemente extendido en la actualidad. El resurgir de la preocupaci¨®n ecologista, convertida hoy no s¨®lo en una ocasi¨®n de alistamiento pol¨ªtico, sino tambi¨¦n en una elecci¨®n ¨¦tica se configura como la culminaci¨®n de una conciencia que reconoce los peligros de sobrecargar esta nave espacial con usos y explotaciones desmedidas. La advertencia del CCP a?ade, sin embargo, dos elementos conceptuales a la inquietud sobre el destino del mundo. El primero se refiere a la necesidad de regular el crecimiento de la poblaci¨®n extendiendo los m¨¦todos anticonceptivos al punto de que no se registre una tasa de nacimientos superior a dos hijos por pareja. De esta manera, a la altura del a?o 2000, el censo de habitantes podr¨ªa estabilizarse en torno a los 9.000 millones, frente a los 5.300 millones actuales.
La recomendaci¨®n se justifica, en t¨¦rminos humanitarios, con s¨®lo tener en Cuenta que en las presentes condiciones son nada menos que 40.000 los ni?os que mueren diariamente, v¨ªctimas de la falta de alimentos y las condiciones sanitarias. Pero la recomendaci¨®n se relaciona tambi¨¦n con las circunstancias del mundo en general, incapaces de albergar dignamente a la muchedumbre que se reproduce d¨ªa a d¨ªa en las zonas m¨¢s depauperadas. Una muchedumbre que cada vez encuentra mayores dificultades para encontrar sus medios de vida en la emigraci¨®n y es v¨ªctima de marginaciones sin cuento. ?ste es el primer elemento conceptual, de car¨¢cter global. Pero adem¨¢s un segundo factor reflexivo que introduce el informe del CCP alude a la idea parad¨®jica de que, desde una visi¨®n humanitaria, hay que limitar la humanidad. O tambi¨¦n que, obedeciendo a los dictados de la comunidad de los vivos, es preciso desprenderse de la ideal solidaridad con los que potencialmente podr¨ªan acceder a la vida. Para preservar a los vivos, en suma, se plantea la necesidad de sacrificar a los que podr¨ªan nacer.
De nuevo aqu¨ª, cuando el llamamiento afecta a los individuos, uno a uno, surge, como en otras ocasiones contempor¨¢neas, tales como el aborto, los trasplantes discriminatorios seg¨²n la edad o la concepci¨®n de un hijo para salvar al otro, el asunto de la vida prestada para preservar o remediar otras vidas. En este caso, el requerimiento general a no tener m¨¢s que dos hijos, y en su extremo, a limitar la libertad de la procreaci¨®n para permitir la opci¨®n de vida a otros, consolida la emergencia de una nueva manera de entender el derecho a vivir o no vivir en este mundo. Un entendimiento sobre el valor de la vida individual que implica, en este supuesto, la marca de la solidaridad, pero que, en efecto, obliga a reformar el aprendizaje moral sobre la supervivencia, la sacralizaci¨®n de la paternidad y de sus antiguas prerrogativas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.