Bendici¨®n y maldici¨®n
En estos d¨ªas de Gog y Magog, cuando antiguas verdades y la moral festejan su victoria sin apenas derramamiento de sangre, dictaduras se desploman, jefaturas de polic¨ªa secreta son eliminadas y el comunismo impuesto por la fuerza de las bayonetas, con sus s¨ªmbolos y monumentos, se quiebra f¨¢cilmente a manos de intelectuales y estudiantes tambi¨¦n nosotros aqu¨ª en Israel podemos y debemos celebrar nuestra peque?a fiesta de la verdad. No s¨®lo en el sentido pol¨ªtico, cuando la Europa del Este rompi¨® injustamente sus relaciones con nosotros despu¨¦s de la guerra de los seis d¨ªas, guerra en la que ¨¦ramos la v¨ªctima en ofensiva, sino una verdadera fiesta principalmente en el sentido sionista. Puesto que nuevamente se verifica hasta sorprender el diagn¨®stico elemental sionista cuyo origen se remonta a la visi¨®n acertada de aquel jud¨ªo asimilado, Benjamin Zeev Herzel, que vio claramente hace m¨¢s de 100 a?os lo que muchos jud¨ªos aut¨¦nticos no lograron ver.En primer lugar nos damos cuenta que aquella antigua oraci¨®n: El a?o que viene en Jerusal¨¦n, que dijeron, dicen y seguir¨¢n diciendo generaciones de jud¨ªos a lo largo de la historia, no es s¨®lo un parlamento intelectual-espiritual que se refiere a una Jerusal¨¦n celestial, sino que contiene un fondo existencial y se refiere a un hecho real y concreto. Por tanto hay que considerarlo seriamente, tanto por parte del no jud¨ªo que lo oye como por parte del jud¨ªo que lo dice y no lo cumple.Jerusal¨¦n no s¨®lo es un s¨ªmbolo religioso, espiritual, abstracto, como la Meca para el musulm¨¢n y el Vaticano para el cristiano, sino un hogar en el simple sentido de la palabra, y s¨®lo el claro y sencillo sentimiento del retorno a casa es lo que da una seguridad extra?a e infantil que llega al coraz¨®n; que llena las almas de millares de jud¨ªos que despu¨¦s de generaciones de asimilaci¨®n y distancia se acogen ahora entre nosotros.De aqu¨ª deriva una segunda verdad, pero ¨¦sta es ya dolorosa. El antisemitismo no es la creaci¨®n de una cultura u otra, fruto de la teolog¨ªa cristiana o de la fantas¨ªa isl¨¢mica, no est¨¢ relacionado con ninguna mentalidad nacionalista y sus fuentes no derivan de ninguna incitaci¨®n gubernamental. El antisemitismo est¨¢ relacionado con la interacci¨®n patol¨®gica entre el jud¨ªo y el gentil en el fen¨®meno de la di¨¢spora. Es el resultado de una reacci¨®n del no jud¨ªo que sale contra el principio jud¨ªo de la identidad parcial que se anexiona a la identidad de otros pueblos sirvi¨¦ndose de sus pa¨ªses como de una cadena de hoteles. El antisemitismo que renace actualmente en la Europa del Este y en Rusia deriva precisamente del esp¨ªritu de libertad que corre; del fin a la ignorancia del Estado y del fortalecimiento de la identificaci¨®n con ¨¦l, y del marcado sentimiento de mayor participaci¨®n en el proceso gubernamental. El ciudadano que por medio del proceso democr¨¢tico fortalece su involucraci¨®n al pueblo y a la sociedad se dirige al jud¨ªo y le pregunta: ?qu¨¦ es lo que realmente t¨² quieres aqu¨ª? ?Acaso mi hogar es realmente s¨®lo un hotel para ti? Y dado que el jud¨ªo (aquel que se identifica de forma verdadera e inicial como tal) efectivamente en su coraz¨®n no se asimila absolutamente, pues siempre existir¨¢ en ¨¦l la opci¨®n de El a?o que viene en Jerusal¨¦n, en realidad, y no como un s¨ªmbolo abstracto, no puede sino confesar de forma indirecta en voz baja e interrumpida que la patria de los dem¨¢s es realmente para ¨¦l s¨®lo un albergue en el infinito camino hacia Jerusal¨¦n, y por tanto no es de sorprender que r¨¢pidamente encontrar¨¢ el gentil habl¨¢ndole en el mismo lenguaje que nosotros los sionistas le hablamos, a diferencia s¨®lo del verbo. En vez de "ven a casa", que nosotros decimos, le dicen "vete a casa".Pero no olvidamos tambi¨¦n que a pesar de la alegr¨ªa y de los festejos en estos d¨ªas por las olas de jud¨ªos que llegan a Israel, en especial despu¨¦s de una ¨¦poca tan larga de decadencia y sequ¨ªa en la emigraci¨®n, a pesar de la comprensi¨®n, existe tambi¨¦n una tristeza al ver c¨®mo surge nuevamente dentro de la ola de libertad que azota a la Europa del Este y a la URSS un odio espont¨¢neo contra los jud¨ªos, y cuanto m¨¢s festejamos esta emigraci¨®n en espacios televisivos, sabemos que en la realidad todav¨ªa las cosas no son tan f¨¢ciles. Nuevamente los jud¨ªos se ven obligados a ser errantes, a huir, cambiar la lengua y la profesi¨®n, separarse de sus amigos y de sus familiares y comenzar a adaptarse a una nueva realidad de extra?os paisajes y a la realidad israel¨ª que muy pronto cuando finalicen los festejos les mostrar¨ªa sus dientes y sus u?as. ?Acaso esto debe ser siempre as¨ª? ?Acaso este pueblo no aprender¨¢ nunca la moraleja por s¨ª mismo sin la ayuda del gentil? ?Acaso no puede volver a casa sin ser obligado por el miedo?
Pero otra vez cu¨¢nta raz¨®n ten¨ªa el sionismo en sus principales argumentos, especialmente en la diversidad de opiniones dentro del pueblo jud¨ªo (los no jud¨ªos fueron mucho m¨¢s admiradores del sionismo que los mismos jud¨ªos). Primeramente, en la definici¨®n del pueblo jud¨ªo como pueblo y no como un grupo religioso. Como pueblo que carga ocultamente su noci¨®n de patria, que espera siempre la interacci¨®n peligrosa con la sociedad que le rodea.
En el transcurso de los ¨²ltimos a?os discut¨ª estos argumentos con toda clase de postsionistas, y nunca llegu¨¦ a entender su postsionismo. El "sionismo muri¨®" declaraban ma?ana y tarde en la Prensa, y he aqu¨ª que de pronto todos estos antiguos argumentos resucitan, sosteni¨¦ndose firmes y claramente como el sol de mediod¨ªa. Agotamos nuestra fuerza en pol¨¦micas sin fin sobre la ley del Retorno, la que quisieron anular y castrar por todos los lados y que se consideraba como algo anticuado, pero que ahora trabaja horas extras por la noche, cuando los aviones de emigrantes aterrizan. No hay t¨¦rmino medio, o hay ley, de retorno o no. ?Qui¨¦n es la persona que se puede alzar y decir: "Detengan los aviones, hagan una selecci¨®n; acojan s¨®lo a los emigrantes verdaderamente perseguidos"? Nadie en este pa¨ªs tiene el derecho a decir algo semejante, ya que al fin y al cabo todos somos emigrantes o hijos de emigrantes. Tambi¨¦n aquellos que llegaron a mediados del siglo XIX. Nadie tiene el derecho de cerrar la puerta por la cual entr¨®. Por tanto debemos rezar para que realmente llegue toda esta emigraci¨®n prometida, que no se detenga en el camino; que no la bloqueen, que no se pierda en una guerra civil imprevista en la URSS. Los dem¨¢s no entienden a veces esta enorme hambre por nuestros hermanos, pero como
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es bien sabido perdimos a mediados de este siglo casi la mitad de nuestro pueblo. No es de extra?ar que nuestra alma ans¨ªe recibir a todo jud¨ªo y jud¨ªa que quieran reunirse con nosotros.
El enorme sentido positivo de esta emigraci¨®n se refleja tambi¨¦n en otras dos vertientes. Esta emigraci¨®n convierte en un mont¨®n de cenizas todos los documentos y todas las vanas discusiones sobre la cuesti¨®n de qui¨¦n es jud¨ªo. V¨¦amos qui¨¦n es el rabino que sea capaz de plantearse en las escalerillas del avi¨®n y examinar qui¨¦n es jud¨ªo seg¨²n la estipulaci¨®n rab¨ªnica y qui¨¦n no lo es. Toda esta exagerada pol¨¦mica se derrumba por la nueva tormenta. Vienen emigrantes circuncisos e incircuncisos. Hijos de madre no jud¨ªa y padre jud¨ªo, y tambi¨¦n matrimonios mixtos. De nuevo surge y destaca la verdadera y ¨²nica definici¨®n de tan discutida identidad: jud¨ªo es qui¨¦n se identifica o se declara como tal. ?sta es la misma definici¨®n que en los a?os cincuenta sirvi¨® de fundamento para promulgar la ley del retorno en el joven Estado de Israel., y tambi¨¦n entonces trabaj¨® ininterrumpidamente d¨ªa y noche en el puerto de Haif¨¢ y en el aeropuerto de Lod, cuando llegaban sobrevivientes del holocausto y las grandes olas de refugiados jud¨ªos de pa¨ªses ¨¢rabes. Es ¨¦sta la verdadera definici¨®n existencial. V¨¦amos qui¨¦n dir¨¢ ahora que la defuiici¨®n de un jud¨ªo sovi¨¦tico no es igual a la de un jud¨ªo americano y exija nuevamente la conversi¨®n seg¨²n la halaj¨¢.
Esta emigraci¨®n si llegase incluso al modesto pero para nosotros fant¨¢stico n¨²mero de 250.000 jud¨ªos desmentir¨ªa las fat¨ªdicas profec¨ªas sobre el supuesto peligro de la minor¨ªa ¨¢rabe en Israel despu¨¦s de la creaci¨®n de un Estado palestino. Jam¨¢s he cre¨ªdo en la sinceridad de aquellos profetas que vaticinan las tribulaciones que nos vendr¨¢n de la minor¨ªa ¨¢rabe palestino-israel¨ª dentro de Israel y de sus pretensiones por formar parte del Estado palestino. Tambi¨¦n al respecto nos ayudar¨¢n los jud¨ªos de Rusia que vienen a nosotros, haciendo caer estas falsas predicciones de temor. La minor¨ªa ¨¢rabe palestino-israel¨ª disminuir¨¢ en proporci¨®n al n¨²mero general de la poblaci¨®n que se incrementar¨¢ con la llegada de los emigrantes a Israel, no a los territorios. Galilea no debe ser m¨¢s de mayor¨ªa ¨¢rabe. Desde el principio no son ellos los culpables de que zonas enteras en Galilea est¨¦n repobladas de ¨¢rabes. El hecho de que los jud¨ªos no hayan querido asentarse all¨ª no es culpa de los ¨¢rabes que quedaron arraigados a sus tierras (a veces incluso en contraposici¨®n a sus propios intereses, renunciando a la industrializaci¨®n y al desarrollo tecnol¨®gico). Sin estas oleadas de emigraci¨®n podr¨ªamos haber asentado all¨ª muchos jud¨ªos, cuanto m¨¢s ahora con ellas.
Pero si esta emigraci¨®n, que todos con alegr¨ªa y esperanza de todo coraz¨®n deseamos, despertase nuevamente la ilusi¨®n vana y el enga?o, la injusticia y la falsa ilusi¨®n de la gran Israel, con los territorios ocupados, detuviese el proceso de paz y el compromiso con el pueblo palestino, entonces sobre los escombros de las posibilidades de paz del d¨ªa de hoy nacer¨¢ un nuevo holocausto dentro de 20 a?os. Y s¨ª por esta emigraci¨®n creyeran algunos de nosotros que en un mundo que se libera y se reconcilia podr¨¢ un pueblo incluso de cuatro millones seguir pisoteando los derechos de otro pueblo de dos millones, mermar sus derechos humanos, expropiar sus tierras, hipotecar y explotar econ¨®micamente; todo ello en la fachada principal de la historia, a la vista del mundo civilizado, frente a 100 millones de sus hermanos ¨¢rabes, tratar, mientras una mano est¨¢ tendida a la mendicidad, de construir una especie de nueva Sur¨¢frica en versi¨®n israel¨ª cuando en la misma Sur¨¢frica se desmorona el apartheid. Si esta grande y maravillosa emigraci¨®n crea de nuevo espejismos al pueblo que siempre se ha inclinado a ellos, que pens¨® a principios de este siglo que s¨®lo a ¨¦l le estaba permitido definirse como pueblo y seguir por el mundo sin una patria y sin responsabilidades, inmiscuirse en los asuntos de otros pueblos conservando en el bolsillo para el caso oportuno su documento de propiedad sobre la tierra de Israel, es decir, estar siempre en unaespecie de semiembarazo, o mejer dicho, embarazo extrauterino, una vana y peligrosa ilusi¨®n que finalmente nos condujo a la horrenda patria que nos prepararon las naciones, el pla neta de Auschwitz, que incluso de si horripilante recuerdo no podemos tener presunci¨®n. Si esta emigraci¨®n en vez de ser un consorte para la paz, el desarrollo y la prosperidad para positivos cambios en el Estado de Israel, crease una base de insistencia en que una gran emigraci¨®n necesita una gran Israel (nosotros y todo el mundo sabemos exactamente cu¨¢l era la intenci¨®n de quien lo dijo, a pesar de las explicaciones filos¨®ficas) y nuevamente se crear¨¢ la ilusi¨®n del embarazo extrauterino, es decir, ocupar un territorio sin dar plenos derechos civiles a sus habitantes, entonces la gran benclici¨®n se convertir¨¢, sin cul pa suya, en maldici¨®n.
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