Cambalache via sat¨¦lite
Nadie sabe c¨®mo se las arreglan los gremios de Hollywood para hacer que su gazpacho primaveral de premios resulte siempre -aunque las votaciones sean secretas- un guiso comercial y pol¨ªtico tan perfectamente calculado que parece acordado de antemano y escrito con tiral¨ªneas ante un notario. Es obra de un olfato colectivo arraigado en gentes muy curtidas en su oficio y con raras capacidades adivinatorias de los gustos ambientales que han de acariciar con sus decisiones. Nada tan previsible como lo ocurrido ayer, pero una vez ocurrido. Es la en¨¦sima versi¨®n hollywodiense de la historia del huevo de Col¨®n.Considerar mejor pel¨ªcula del a?o -que es ¨²nico oscar que realmente importa, pues el resto son adornos est¨¦ticos; b¨¢lsamos para la buena conciencia; coartadas y juegos de compensaciones entre intereses en pugna; o simples matizaciones correctoras de esta suprema decisi¨®n pol¨ªtica, para as¨ª dar gusto a todos y callar la boca a los discrepantes- a Paseando a Miss Daisy, es un disparate may¨²sculo y, sin embargo, visto como hecho consumado, resulta de una aplastante coherencia.
Hollywood decidi¨® este a?o cambiar su estrategia de los ¨²ltimos tiempos y relegar a segundo t¨¦rmino las producciones de gran presupuesto (La ¨²ltima cruzada y Batman, por ejemplo, lograron insignificantes premios t¨¦cnicos) dando el protagonismo de la noche a pel¨ªculas pobres, esas que reivindican y hacen suya la vieja gloria artesanal -hoy, cuando la gran producci¨®n se planea con sofisticadas t¨¦cnicas de prospecci¨®n de mercados y se realiza con l¨®gica de computadora- del cine imperecedero.
Miss Daisy, como filmef¨®rmula, se atiene milim¨¦tricamente a ese buscado modelo artesanal de aspecto eterno, pues se trata de una impecable pel¨ªcula barata; con mensaje bondadoso y convivencial; de factura s¨®lida y con ingredientes -los tres actores- expert¨ªsimos e incluso exquisitos; y realizada de tal manera que a nadie puede desagradar, contentando a todos sin entusiasmar a nadie: un modelo de cine independiente domesticado.
Miss Daisy es defendible ante sus competidoras -Nacido el cuatro de julio, Mi pie izquierdo, El club de los poetas muertos y Campo de sue?os- y s¨®lo el filme de Oliver Stone pod¨ªa -y deb¨ªa, puro ese es otro asunto- quitarle la estatuilla Pero este filme duro y engorroso (no habla de Vietnam, sino de la deforme formaci¨®n de la ideolog¨ªa nacionalista estadounidense) qued¨® oscurecido y al mismo tiempo iluminado con un premio a su director, pasando a ser una pel¨ªcula comparsa pero asumida y con su acidez endulzada por el reconocimiento a su director.
Cap¨ªtulo de ausencias
El lado sucio de este limp¨ªsimo juego de malabares, hay que buscarlo en otra hora que la del show de ayer, en la etapa preparatoria del astron¨®mico espect¨¢culo con mil millones de espectadores. Si la consigna fue alentar caminos del cine barato, convivencial y de factura cr¨ªtica e independiente ?por qu¨¦ se dejaron fuera del concurso a las cuatro pel¨ªculas -las mejores, por ser las m¨¢s comprometidas con lo que cuentan- que encarnan ese camino elegido: Sexo, mentiras _y, v¨ªdeos, Delitos y faltas, Haz lo que debas y La caja de m¨²sica? La pregunta se responde sola.
Los filmes de Soderbergh, Spike Lee, Woody Allen y Costa Gavras, con todos sus defectos a cuestas, son los m¨¢s serios de esta poco seria competici¨®n. Los dos primeros tuvieron alguna compensaci¨®n, con aires de limosna oportunista, en la pedrea de los oscar menores. El tercero, nada. Y el cuarto menos que nada, pese a que barri¨® en Berl¨ªm y a que ayer optaba al oscar al mejor gui¨®n original con el mejor gui¨®n original -muy por encima del ganador- de todos cuantos all¨ª compet¨ªan. La operaci¨®n de escamoteo se vuelve as¨ª di¨¢fana.
Babelia
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