Iris Murdoch conf¨ªa de nuevo en la historia
"Ahora s¨¦ que el hombre no pacta con la tiran¨ªa", dice la novelista, que llega hoy a Espa?a
La mujer de pelo gris que abre la puerta de cristal al fondo de un jard¨ªn no parece la novelista dif¨ªcil que algunos periodistas han dicho que es. No puede serlo, con esos ojos de un extraordinario azul, t¨ªmido y a la vez inquisidor, con los que no para de interesarse por las cosas. A sus 70 a?os, con todos los grandes premios de la literatura brit¨¢nica, intacta la impaciencia por escribir, Dame Murdoch, veterana profesora de filosof¨ªa en Oxford, sigue aprendiendo. Hace seis meses ten¨ªa la desolada certeza de que el mundo terminar¨ªa cayendo en poder de la televisi¨®n y los tecn¨®cratas. "Ahora s¨¦ que el hombre no soporta ninguna tiran¨ªa", dijo el martes en la soleada sala de su casita de cuento en Oxford. Hoy llega a Madrid.
La cita con Iris Murdoch tuvo casi tantas vueltas, intermediarios y recovecos como con una diva de ¨®pera, un heredero en fuga, un esp¨ªa, pero cuando al fin comenz¨®, la mujer que se sent¨® en el sof¨¢ de una soleada salita arreglada con el gusto de quien aprecia sobre todo la memoria y la vida parec¨ªa tener todo el tiempo a su disposici¨®n. Cualquiera sabe que no es as¨ª: Iris Murdoch, que en su juventud estuvo tan ocupada con la guerra que no pudo escribir, es la autora de una vasta obra de m¨¢s de veinte novelas, cuatro obras de teatro, var¨ªa poes¨ªa y numerosos art¨ªculos de filosof¨ªa (asignatura que ense?¨® en Oxford durante a?os), entre los que destaca Against dryness (Contra la sequedad).M¨¢s que la cita de Faulkner -"una guerra es algo que nadie se quiere perder"-, ella recuerda sobre todo al Doctor Johnson: quien no haya naufragado, vino a decir, se ha perdido algo, y luego Elisabeth Bowen. "?Conoce a Elisabeth Bown? Era irlandesa, muy buena. Ella escribi¨® mucho sobre la guerra". Y se queda pensando.
Murdoch pertenece a esa generaci¨®n que ya se encuentra en los libros (tambi¨¦n en los de esp¨ªas) que en los a?os treinta se convirti¨® al Comunismo y particip¨® en la Guerra de Espa?a, marchando incluso desde las piedras de privilegio y los jardines centenarios de Oxford y Cambridge. "Yo era ingenua en aquel tiempo", dice quien lamenta no tener televisi¨®n por no haber podido ver, y s¨®lo por eso, la ca¨ªda del Muro y la rebeli¨®n de Ruman¨ªa. Sobre todo por no haber podido ver a uno de sus amigos en la toma de la televisi¨®n, en Bucarest, donde cambi¨® la historia. Su amigo le ha escrito ahora con cierto retraso, y la raz¨®n es que encontraba papel para escribir.
Esclavos
Sigue la historia con no poco inter¨¦s y tambi¨¦n miedo, cree que Gorbachov es un gran hombre y que a ¨¦l se deben los cambios, y que ¨¦l y todos los dem¨¢s corremos grandes riesgos. "Hace s¨®lo seis meses, ten¨ªa miedo de que el mundo terminara en poder de la televisi¨®n y los tecn¨®cratas, y ya no lo tengo. Lo que no quiere decir que no existen peligros: Ignoro si en el futuro se leer¨¢n libros, o si habr¨¢ una peque?a oligarqu¨ªa que leer¨¢ y, la mayor¨ªa ser¨¢ esclava de la televisi¨®n. Ahora ya tengo la convicci¨®n de que la gente no pacta con la tiran¨ªa.
Los libros de Murdoch, nacida en Irlanda aunque en su caso ese sea un dato irrelevante, pertenecen a la corriente m¨¢s central del realismo, algo por lo dem¨¢s frecuente en la literatura brit¨¢nica. En la inmediata posguerra viaj¨® a B¨¦lgica y Austria para participar en programas de ayuda a los refugiados, y all¨ª recibi¨® una influencia decisiva del existencialismo, de Sartre (sobre quien escribi¨® su primer ensayo), y de Beckett, irland¨¦s trasplantado como ella. Hoy ella reconoce esas influencias, pero sobre todo se reclama eslab¨®n de los gran des realistas del XIX, como Tolstoi, de Proust, y sobre todo de los brit¨¢nicos: Dickens, Henry James, las hermanas Bront¨¦ y Thomas Hardy. Y Shakespeare, a quien considera gran maestro de realistas. "?El ingl¨¦s le debe tanto a Shakespeare!", dice. "?l mostr¨® a tantas clases de gente, exhibi¨® tantas emociones, ense?¨® tanto sobre pol¨ªtica!".
Estanques
Las novelas de Murdoch comienzan como estanques en calma sobre las que una brisa insistente va rizando olas cada vez m¨¢s grandes, y a menudo concluyen en tempestades. Aunque, ?concluyen? Hay quien lo pone en duda. Ella no. "Los finales, como los comienzos, son sumamente importantes. Lo que ocurre es que lo borroso, lo no claro, es una parte esencial de la historia". El estanque, por ejemplo, en La cabeza cortada (Alianza Tres), es un matrimonio perfecto de la burgues¨ªa brit¨¢nica en el que asoma la primera nube el d¨ªa en que ella entra en la sala de estar, sin haberse cambiado para la cena, y le anuncia a su marido que se ha enamorado de su siquiatra, el ¨ªntimo amigo de ambos, y que no hay componendas posibles. Es un amor sin remedio. El desarrollo del libro demostrar¨¢ que esa no es sino la primera de las historias, y que los espejos no hace sino devolver otros espejos.
En sus libros hace crisis el realismo de Murdoch, que no es m¨¢s que apariencia. "El realismo no es una fotograf¨ªa. Es algo impl¨ªcito, algo que viene de una determinada forma de pensar". Y pregunta: "?Le interesa la pintura?" A ella le interesa mucho, y no es la primera escritora que acepta un viaje a Madrid con la esperanza de ver la exposici¨®n Vel¨¢zquez.
Aunque no lee mucho a sus contempor¨¢neos, ni a los m¨¢s j¨®venes, tiene la intuici¨®n de que ¨¦stos est¨¢n muy influ¨ªdos por el constructivismo y el deconstructivismo, y tienen miedo a contar directamente una historia. ?Qu¨¦ les dir¨ªa a sus colegas m¨¢s j¨®venes? "Les dir¨ªa que no tuviesen miedo de los cr¨ªticos. Que escriban lo que quieren escribir y que lean la gran literatura". Una de las dificultades de entrevistar a Iris Murdoch es que a menudo es ella la que hace las preguntas, y en su caso no es truco de entrevistado. "?Es usted religioso?", pregunta. Cuenta que cuando muri¨® su padre, a quien le un¨ªa gran afecto, mucha gente la con solaba con la idea de que se reu nir¨ªa con ¨¦l en otra vida. Sin embargo, aunque ella no cree en otra vida, s¨ª cree que es "muy importante mantener abierta la puerta a la religi¨®n", dice. "?Tantos jovenes creen hoy que eso es superstici¨®n!. Creo que es una gran p¨¦rdida."
?De d¨®nde viene la gran tensi¨®n que se adivina tras su fuerte creaci¨®n?; ?no es acaso el deseo de inmortalidad, algo de lo que no podemos escapar? "A cualquier autor le place pensar que sobrevivir¨¢... No s¨¦... El futuro es muy misterioso".
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