Espa?a lugar de encuentro intelectual
Resultar¨ªa algo excesivo, desde luego, decir que he escrito los diferentes cap¨ªtulos que componen mi ¨²ltimo libro pensando en la Espa?a de hoy, pero la verdad es que la Espa?a de hoy es sin duda uno de los modelos de sociedad posmoderna, donde el car¨¢cter social parece poder brindarse tambi¨¦n como chance de emancipaci¨®n (una emancipaci¨®n distinta de la reaprobaci¨®n dial¨¦ctica hegelo-marxista y diversa a la vez de esa vuelta a lo sagrado, a la comunidad, a la familia, etc¨¦tera, de que habla el nuevo integracionismo cat¨®lico). Cu¨¢ntas veces, a la vuelta de seminarios y debates tenidos en Madrid y Barcelona, en Bilbao o Pontevedra..., se me ven¨ªa a la cabeza, para reordenar tantas impresiones, hacer una par¨¢frasis del t¨ªtulo (uno de los t¨ªtulos en proyecto) del gran escrito de Benjamin: Madrid capital del siglo veinte -igual que Par¨ªs para Benjam¨ªn era la capital del diecinueve- Durante los ¨²ltimos a?os cuando menos, y quiz¨¢ tambi¨¦n porque la democracia es todav¨ªa relativamente joven en este pa¨ªs, Espa?a, mucho m¨¢s que Par¨ªs o Londres, y hasta puede que Nueva York incluso, ha sido efectivamente el lugar ideal donde se han dado cita todas las aventuras intelectuales de Occidente. A lo mejor decir esto resulta un poco exagerado, pero probablemente, como latino, no sea yo un observador del todo imparcial.Un aspecto ¨¦tnico
Y esto introduce aqu¨ª otro posible aspecto de la cuesti¨®n. Lo que quiero decir es que no estoy del todo seguro de que los rasgos (plausiblemente) posmodernos de la actual sociedad y cultura espa?olas est¨¦n s¨®lo vinculados a su experiencia pol¨ªtica, a la vitalidad de su econom¨ªa, a cualquier otro factor de los espec¨ªficamente sociol¨®g¨ªcos, pues creo que se debe contar adem¨¢s con un elemento ¨¦tnico, entendido en sentido ampl¨ªo. A primera vista este discurso ha de resultar inaceptable, para los espa?oles en general y para cualquiera que rechace una visi¨®n entre tur¨ªstica y racista de la cultura y la pol¨ªtica. Pero no se trata con ¨¦l de volver a situar la imagen de la Espa?a actual en el plano del flamenco, de la corrida, o de la sangre caliente andaluza..., lo mismo rechazar¨ªa que se redujera la imagen de la cultura italiana a las mandolinas, las spaguetti o el mito del lat¨ªn lover. En sentido enteramente distinto, eludir a nuestra herencia latina me parece albergar otro significado, ni banal ni reductivo: el sentido desde el cual se puede oponer a la idea de una racionalizaci¨®n y modernizaci¨®n weberiana, capitalista-asc¨¦ticoprotestante, una concepci¨®n de la modernidad menos r¨ªgida, mec¨¢nica, y, en el fondo, represiva. Podr¨ªa ser que la modernizaci¨®n no hubiera podido desarrollarse de otra manera que as¨ª: tal como la describiera Weber, y como la ha realizado, al menos tendencialmente, el capitalismo de la Europa protestante. Sin embargo hoy, tambi¨¦n gracias a este proceso de racionalizaci¨®n dura, dentro de la jaula de acero que se ha consolidado en gran parte del planeta y particularmente en Occidente, se abre tal vez una posibilidad (le existencia diversa, en la cual, por lo pronto, puede que la misma jaula de acero no necesite ser ya ni tan r¨ªgida ni tan implacable. Discurso ¨¦ste, que sigue las huellas del de Nietzsche sobre la muerte de Dios: es justamente porque Dios -o la creencia en un r¨ªgido orden moral-racional del mundo- ha hecho posible una sociedad m¨¢s segura, y menos sujeta tanto a la violencia de la naturaleza como a la guerra de todos contra todos, por lo que toda r¨ªgida disciplina y la misma creencia, en Dios, terminan por volverse innecesarias...
Lo cual equivale a decir que si hay -como yo creo que lo hay- un pasaje que franquea la modernidad y que se delinea ya en la l¨®gica misma de nuestra sociedad mediatizada, dentro de la cual, en m¨²ltiples sentidos, el principio de realidad parece consumirse y atenuarse, tal pasaje puede asignar un papel central a aquellas culturas que, hasta ahora, han compartido menos el programa de la modernizaci¨®n y la empresa de racionalizaci¨®n rigurosa impuesta tanto a la econom¨ªa como a la vida social y a la misma existencia individual.
Culturas latinas
Si lo moderno estuvo guiado por las culturas anglosajonas, ?no podr¨ªa la posmodernidad ser la ¨¦poca de las culturas latinas? Me hago cargo de los riesgos de este discurso, por eso no se explicita en el texto sino que se aventura aqu¨ª fuera del texto, como en un preludio. Se esconden, no obstante, aqu¨ª, muchas posibilidades y sugerencias, algunas de las cuales revisten un car¨¢cter plenamente razonable y de dignidad cient¨ªfica. ?No es verdad que quiz¨¢ la popularidad de la hermen¨¦utica en la cultura de hoy podr¨ªa estar indicando tambi¨¦n el retorno de una cierta cultura barroca y la vigencia de tem¨¢ticas tales como aquella de la discreci¨®n de Baltasar Graci¨¢n, por ejemplo? (no es casual que Omar Calabrese, un autor italiano, haya propuesto recientemente leer la posmodernidad como una edad neo-barroca).
Y si-a estas sugerencias (que, por otra parte, provienen de la obra clave de la hermen¨¦utica contempor¨¢nea, el libro de H. G. Gadarner sobre Verdad y m¨¦todo, que tanta importancia concede a la tradici¨®n humanista y ret¨®rica, as¨ª como a la noci¨®n barroca de discreci¨®n) se a?ade el peso que un subcontinente como la Am¨¦rica Latina parece estar destinado a tener en la historia de nuestro futuro inmediato, todo este discurso sobre el posible acento latino de la posmodernidad, el que podr¨ªa depararle una fortuna cercana, puede empezar a resultar mucho menos arbitrario.
?Sociolog¨ªa-fant¨¢stica, fantaseo-pol¨ªtica, fantas¨ªa-filos¨®fiea?... Quiz¨¢ sea as¨ª; desde luego, el riesgo de equivocarse estrepitosamente est¨¢ ah¨ª siempre. Pero al menos no se podr¨¢ decir, como han dicho algunos lectores de este libro, que representa una apolog¨ªa de la sociedad existente, una pasiva aceptaci¨®n de las cosas como son, desprovista de todo alcance cr¨ªtico y toda dimensi¨®n ut¨®pica.
Lenin y Marcuse
Una posmodernidad que se realizara como forma de racionalidad social m¨¢s ligera, menos l¨®bregamente dominada por el realismo de la raz¨®n calculadora y de la asc¨¦tica capitalista, burocr¨¢tica, o revoluc¨ªonario-leninista, propone una utop¨ªa digna del m¨¢ximo respeto, y capaz quiz¨¢ de estimular tambi¨¦n nuestro empe?o ¨¦ticopol¨ªtico. En ella se registra y expresa a la vez (como lo hace tambi¨¦n en muchos otros pliegues del pensamiento d¨¦bil) la escisi¨®n entre las dos almas que tuvo el sue?o revolucionario del Sesenta y ocho: la leninista y la marcusiana.
?Es posible actuar una emancipaci¨®n que libre la existencia a sus aspectos de gozo inmediato, es decir, que nos aproxime la felicidad, o, al menos una vida buena, sin tener que pasar por la violencia que la revoluci¨®n entra?a y ejerce sobre todo en los militantes revolucionarios?
La esperanza en una revoluci¨®n que se act¨²e mediante una peque?a distorsi¨®n del sentido de las mediatizaciones de nuestra vida -del consumismo, de la inflaci¨®n misma del valor de cambio, etc¨¦tera- persigue encontrar y dar una respuesta afirmativa a esta pregunta. Pero, ni que decir tiene, que se trata s¨®lo de una hip¨®tesis, y que lo pertinente es verificarla.
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