La pobre Djuna Barnes

L¨¢stima de Djuna Barnes. Tan poco conocida todav¨ªa aqu¨ª -y muri¨® tan viejita, y hace tanto tiempo- y ya se echa encima de su Nightwood un director de escena de los llamados creativos, y hace de su novela otra cosa.Djuna Barnes ten¨ªa una escritura delicada, misteriosa, profunda y con un inevitable toque de humor de su generaci¨®n brit¨¢nica (1892-1982). Y con sus personajes complejos, relacionados angustiosamente entre s¨ª por formas de amor y de soledad.

Roberto Cortizo es el director y actor, que hace su dramaturgia personal y arroja a un trozo de escenario recubierto de arena a los personajes, que dicen algunos retazos cuyos antecedentes y consecuencias no se aclaran, envueltos en m¨²sicas que no son suyas, en vestimentas lejanas. No se puede entender nada de lo que pasa, y lo que se dice no siempre es perceptible.

No por la traducci¨®n, de Ana Mar¨ªa de la Fuente, sino por la dicci¨®n, que acostumbra a terminar cada frase en murmullo -a partir del propio Rodolfo Cortizo, que acapara todo el inter¨¦s para su personaje de relator, comentarista, cr¨ªtico, y deja desnutridos a los dem¨¢s- que resulta inaudible en per¨ªmetro grande y alto: el de la Sala Mirador, que siempre se esfuerza en programar -adem¨¢s de sus marionetas, de las que es asilo permanente- teatro de m¨¢s trascendenxcia.

En este caso, la trascendencia a?adida por la representaci¨®n enf¨¢tica y los ayes, gritos, ensimismamientos, voces tragadas, ahoga la de la palabra escrita. Una pena.