Socialistas y comunistas espa?oles
Un trimestre lleva Europa discutiendo acaloradamente sobre el futuro del socialismo a la vista del desplome del comunismo y sobre el futuro de Europa tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Aunque nuestro irremediable casticismo ha preferido entretenernos durante este tiempo con el s¨ªndrome juanguerrista, signos hay -como la reciente conferencia pol¨ªtica del PCE y el anterior encuentro en Madrid de los Occhetto, Rocard, Martelli, etc¨¦tera- de que la ola europea ha terminado por alcanzarnos.Resulta que en Espa?a existe un partido comunista y un partido socialista: ?afecta en algo al comunismo espa?ol la hecatombe del socialismo real?, y, tambi¨¦n: ?tiene algo que ver la crisis del comunismo con el futuro del socialismo? La primera pregunta concierne al comunismo y la segunda al socialismo. El destino de la izquierda, empero, depende de ambas. Si resulta, en efecto, que nada de lo que ocurre en el Este afecta al PCE, y que el futuro del socialismo espa?ol poco tiene que ver con la suerte del comunismo, estar¨ªamos igual que hace un a?o, es decir, que todo el mundo est¨¢ viviendo un momento hist¨®rico, menos nosotros, que no nos damos por enterados. Darse por enterado no significa s¨®lo estar informado o participar en debates o tornar iniciativas sobre el socialismo del futuro. Darse por enterado significa en este caso sacar de la crisis general las consecuencias pertinentes, emprender un riguroso camino de autocr¨ªtica. La magnitud del acontecimiento no permite que nada en la izquierda sea igual que antes porque se han removido las bases sobre las que la izquierda se ha pensado y proyectado desde la II Guerra Mundial: la divisi¨®n del mundo en dos bloques militares enfrentados, la divisi¨®n de Europa en dos sistemas pol¨ªticos antag¨®nicos pero igualmente victoriosos sobre el fascismo: la socialdemocracia y el socialismo real. Se ha roto el molde y los contenidos se han desparramado.
Nada puede ser igual y, sin embargo, menudean las declaraciones o an¨¢lisis tanto socialistas como comunistas a tenor de los cuales lo ocurrido viene a darles la raz¨®n que siempre tuvieron.
Para el socialismo democr¨¢tico el desplome del comunismo sancionar¨ªa su v¨ªa reformista. La socialdemocracia ser¨ªa, a medio plazo, la salida natural de estas sociedades. El triunfo de la socialdemocracia estribar¨ªa en la validez universal de su modelo. Ahora bien, para que la socialdemocracia pueda afirmar la universalidad de su modelo reformista deber¨ªa tener en cuenta, am¨¦n del fracaso del comunismo, el hecho de que el ¨¦xito de su reformismo, cristalizado en el Estado de bienestar, s¨®lo ha funcionado en unos pocos pa¨ªses desarrollados y con tradici¨®n capitalista. De ah¨ª la cuesti¨®n: ?necesitar¨¢ la socialdemocracia para que triunfe en algunos pa¨ªses un reparto del trabajo en el mundo tal que unos se especialicen en suministrar barato materias primas y otros en vender caro los productos elaborados? Hasta ahora la socialdemocracia reconoc¨ªa la inviabilidad de su f¨®rmula all¨ª donde faltaran las condiciones de posibilidad. En unos casos se refer¨ªa al supuesto econ¨®mico (sin un grado de desarrollo econ¨®mico no hay Estado de bienestar posible), y en otros, al supuesto pol¨ªtico (sin libertades formales no hay Estado social de derecho posible). De esta suerte, la socialdemocracia se autoexclu¨ªa del Tercer Mundo y de los pa¨ªses sometidos al socialismo real, con lo que su universalidad era muy particular: se agotaba en las fronteras nacionales de pa¨ªses ricos o se extend¨ªa a los integrantes de la Comunidad Econ¨®mica Europea: ?ampliar¨¢ la socialdemocracia su solidaridad al menos a todos los pa¨ªses europeos? ?scar Lafontaine se dec¨ªa en voz alta la noche triste de las elecciones en la DDR que para ¨¦l m¨¢s importante que la promoci¨®n social de un par de L?nder alemanes (tesis nacionalista-conservadora) por ser alemanes era la promoci¨®n social de cualquier sociedad europea por estar por estar necesitada. Pero ?scar Lafontaine es cada vez m¨¢s una voz aislada en Europa. ?se es el desaf¨ªo de la socialdemocracia. Y hay razones para ser pesimista, no porque falte voluntad pol¨ªtica en algunos l¨ªderes cuanto por falta de cultura pol¨ªtico-moral, carencia que llevar¨ªa a la ruina electoral a cualquier partido socialista que diera dos pasos al frente. Uno al menos s¨ª que tendr¨¢ que dar, so pena de negar su propio principio de solidaridad.
Los comunistas tienen menos razones para seguir en sus trece. Estamos viendo c¨®mo en el Este s¨®lo comunistas v¨ªctimas del socialismo real pueden dar cr¨¦dito al nombre y a la cosa del comunismo. Pero ?qu¨¦ pasa en pa¨ªses como Espa?a, con un comunismo que nada tiene que ver con el socialismo real? La situaci¨®n es mucho m¨¢s compleja. Aqu¨ª el partido comunista se ha desdoblado en una estrategia socialdem¨®crata, la de Izquierda Unida. Ser¨ªa, sin embargo, una grave,ilusi¨®n pensar que ese desdoblamiento es la respuesta a la crisis del comunismo, porque una de dos: o es socialdem¨®crata el PCE, con lo que el desdoblamiento est¨¢ llamado a desaparecer, o no lo es, y entonces subsiste una incongruencia. ?Son socialdem¨®cratas los referentes te¨®ricos y simb¨®licos del comunismo espa?ol? Seguramente que no. La cultura te¨®rica comunista est¨¢ marcada por el leninismo y lo que, tras la crisis del leninismo, han dado en llamar "el marxismo revolucionario". Por supuesto que son se?as de identidad difusas y que cuando Anguita invoca el leninismo (invocaci¨®n frecuente hasta hace unos meses) no lo entiende ni siquiera como lo interpreta la perestroika. Pero por muy difusa que sea esa cultura existe y su existencia pesa decididamente en dos momentos de la reconstrucci¨®n de la izquierda. El primer momento se refiere a la valoraci¨®n del pasado del comunismo. A la vista de lo que ha ocurrido hay que preguntarse con toda crudeza c¨®mo generaciones de hombres virtuosos y sabios han podido dar cr¨¦dito y prestar legitimaci¨®n te¨®rica a un sistema pol¨ªtico del que nadie que le ha padecido quiere acordarse. La seducci¨®n del leninismo sobre tantos intelectuales, pol¨ªticos y compa?eros de viaje es uno de los fen¨®menos m¨¢s dram¨¢ticos de nuestro siglo. No se puede poner en duda la generosidad de entrega de tantos hombres y mujeres ni la nobleza de sus ideales. Pero ?qu¨¦ ha ocurrido para que todo eso fuera instrumentalizado en provecho de pr¨¢cticas tan extra?as a la emancipaci¨®n y liberaci¨®n de los hombres? S¨®lo tendr¨¢ credibilidad la recuperaci¨®n de la parte emancipadora y democr¨¢tica de su historia en la medida en que ajusten cuentas con esos referentes te¨®ricos tandefinidores del comunismo.
Esa cultura de referencia determina, en segundo lugar, sus relaciones con la socialdemocracia. La relaci¨®n con el PSOE no puede ser igual desde una mera Izquierda Unida que desde una Izquierda Unida condicionada por el PCE. En el primer caso el entendimiento ser¨ªa posible porque ser¨ªan dos planteamientos socialdem¨®cratas, por muy cr¨ªtico y radical que fuera el de Izquierda Unida sobre el del PSOE. En el segundo, el entendimiento ser¨ªa mucho m¨¢s dif¨ªcil porque la cr¨ªtica al PSOE se hace desde una cultura de referencia profundamente enfrentada. Desde ah¨ª se entiende que Anguita compare a Felipe Gonz¨¢lez con Aznar y a los socialistas con los conservadores. Es una l¨®gica que tiene conocidos antecedentes, pero que a fin de cuentas s¨®lo favorecen a la derecha.
Ahora bien, en la medida en que se acepte que la izquierda espa?ola pasa por el PSOE y que no puede conformarse sin contar con lo que representa Izquierda Unida, se impone una estrategia de di¨¢logo o debate que no hay que inventar sino que viene dada por la crisis del Este. Ah¨ª se ha puesto en evidencia el provincianismo de la universalidad pretendida por la socialdemocracia, as¨ª como la peligrosa inconsistencia del discurso comunista. El punto de partida es la autocr¨ªtica, a sabiendas de que la izquierda tiene que renunciar, como recientemente recordaba en este peri¨®dico Claus Offe, a las alternativas sist¨¦micas. S¨®lo en el reformismo pueden hacerse verdad los sue?os emancipadores que, en algunos casos, han producido monstruos.
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