El toro chico
JOAQUIN VIDAL Al tercer toro de ayer, hierro Ib¨¢n, un amplio sector del p¨²blico lo protest¨® por chico, con airadas voces y grandes aspavientos. Ten¨ªa raz¨®n el amplio sector del p¨²blico: el toro era chico. Lo cual no imped¨ªa que, a su vez, fuera toro, con todos sus pronunciamientos. Establecida as¨ª la cuesti¨®n parecer¨¢ un contrasentido y, naturalmente, hace falta explicarlo. A eso vamos.
A los toros les ocurre lo que a los hombres, dicho sea sin ¨¢nimo de ofender y no se se?ala a nadie. Los hay de estampa paquid¨¦rmica, y no son m¨¢s hombres que los tipo tirillas; antes al contrario, puestos a tener peligro, estos ¨²ltimos suelen ser los peores. Pues bien, tales diferencias, versi¨®n toro, se dieron ayer en el ruedo de Las Ventas. El toro tirillas tercero -hierro Ib¨¢n- met¨ªa miedo a todo el mundo, y el paquid¨¦rmico -hierro Mart¨ªnez Benavides- no met¨ªa miedo a nadie. Por lo menos a Jos¨¦ Antonio Campuzario no se lo meti¨®.
Ib¨¢n / Campuzano, Mendes, Plaza
Cuatro toros de Baltasar Ib¨¢n, terciados aunque con trap¨ªo -chico el 32- y con casta; 4? de Mart¨ªnez Benavides, grande e inv¨¢lido; 52, sobrero de Jos¨¦ V¨¢zquez, de mucho peso y cuajo, manso y bronco, se parti¨® un cuerno. Jos¨¦ Antonio Campuzano: estocada corta trasera (algunos pitos); estocada -aviso con un minuto de retraso- y dos descabellos (algunas palmas). V¨ªctor Mendes: estocada (escasa petici¨®n y vuelta); pinchazo hondo y bajonazo perdiendo la muleta (silencio). Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza, que confirm¨® la alternativa:. pinchazo hondo atravesado muy bajo, estocada trasera y dos descabellos (algunas palmas); media atravesada baja (algunos pitos).Plaza de Las Ventas, 11 de mayo. Segunda corrida de feria. Lleno.
La comparaci¨®n podr¨ªa resultar capciosa, cierto, ya que el cuarto, adem¨¢s de grandote era inv¨¢lido. Pero Jos¨¦ Antonio Campuzano se atrev¨ªa con ¨¦l, no porque fuera inv¨¢lido, sino porque embest¨ªa modorro. Hasta tal punto se atrev¨ªa Jos¨¦ Antonio Campuzano, que se ceg¨® peg¨¢ndole pases y nos dieron las tantas. En cambio V¨ªctor Mendes al toro chico le peg¨® los justos y con sumo cuidado. El toro chico no era ninguna broma: recarg¨® en dos fort¨ªsimos puyazos, embisti¨® codicioso en la brega, desbord¨® a varios peones, a V¨ªctor Mendes tambi¨¦n en banderillas, y tuvo hasta su muerte una embestida encastada y seria.
Banderillero tan seguro como V¨ªctor Mendes, le pas¨® en falso una vez, prendi¨® medio par otra, y a la tercera entrada hubo de jug¨¢rsela asom¨¢ndose al balc¨®n. Luego la faena resultar¨ªa vibrante, pues la casta del toro pon¨ªa emoci¨®n en cada una de sus embestidas y Mendes dio la r¨¦plica del pundonor y la valent¨ªa, lo mismo en la faena de muleta que en el estoconazo final. S¨®lo le falt¨® a Mendes a?adir a las suertes temple y un poquit¨ªn de gusto torero, porque cuando hay en la arena un toro de casta, mejor procede torear que pelearse, y en pelearse consisti¨® la faena de V¨ªctor Mendes, m¨¢s bien
A veces tama?o paquid¨¦rmico y peligro se unen, y ese- fue el caso del sobrero. El sobrero, poderoso y bronco, les habr¨ªa dado muchos disgustos a las cuadrillas de no ser porque en el primer encuentro con el caballo se rompi¨® (le cuajo un cuerno, y a partir de ah¨ª la lidia consisti¨® en abreviar, lo que hizo Mendes no sin sobresaltos.
Los restantes ibanes exhibieron el trap¨ªo y la casta caracter¨ªsticos de la casa, lo cual supon¨ªa una interesante novedad, en estos tiempos cr¨ªticos de la ganader¨ªa de bravo. Para los toreros, no tanto, por supuesto. Sobre todo lo de la casta, a los toreros, es que les puede. Y Jos¨¦ Antonio Campuzano, se alivi¨® en su primero con los disimulos que da el oficio, mientras Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza, sencillamente perd¨ªa los papeles.
Lo de Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza result¨® sorprendente porque parec¨ªa que no sab¨ªa torear, y sin embargo sabe torear, ?adem¨¢s muy bien!, seg¨²n demostr¨® repetidas veces durante su etapa de novillero. Jos¨¦ Mar¨ªa Plaza deb¨ªa estar nervioso por la solemnidad de su confirmaci¨®n de alternativa, o no se entiende. Empe?ado en meter pico abusivo en cada pase, sin pulso para templar, sin ritmo para acompa?ar las suertes con el giro de cintura que mandan los c¨¢nones, sin serenidad para aguantar las embestidas, puso trapaceo donde la buena casta de sus toros demandaba arte y dominio. Quiz¨¢ por culpa de los nervios no se enter¨® de lo que llevaban dentro aquellos toros de equ¨ªvoca apariencia. El toro chico enga?a mucho.
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