Granitos
Hay gestos cotidianos, en apariencia inofensivos y banales, que son en realidad afinados emblemas de nuestro subconsciente. Reflexionaba yo el otro d¨ªa sobre tan honda verdad mientras corr¨ªa afanosamente en pos de un amigo con la aviesa intenci¨®n de espachurrarle una espinilla. Es decir, de s¨²bito comprend¨ª que me encontraba en los umbrales de un ancestral misterIo, a saber: ?por qu¨¦ las mujeres solemos padecer esa morbosa y algo cochina afici¨®n a extraerles las espinillas a los varones?Algo tiene que haber, alg¨²n trauma fundamental se enroscar¨¢ callada y oscuramente en nuestro ¨¢nimo para que las chicas mostremos semejante delectaci¨®n por una actividad tan Insulsa y tan b¨¢rbara. Pensando, pensando, se me ocurre que esa obsesi¨®n por limpiar los poros viriles de inmundicias quiz¨¢ no sea sino el s¨ªmbolo de esa otra pretensi¨®n, tan femenina, de limpiar de polvo y paja la vida de los hombres que tenemos a mano. Me refiero a la ambici¨®n redentora que padecemos las mujeres, a nuestra intensa vocaci¨®n de salvadoras. ?Qu¨¦ mujer no ha querido regenerar cuando menos a un varon en su vida? ?Qu¨¦ chica no se ha sentido tentada alguna vez por esa especie de narcisismo misionero del "yo a ¨¦ste le centro", "yo a ¨¦ste le saco de la depresi¨®n", "yo a ¨¦ste le hago un hombre"? Una pretensi¨®n condenada al fracaso, porque la realidad es obstinada y el car¨¢cter de las personas mucho m¨¢s. Algo de ello, de ese embeleco de salvaora de hombres perdidos, est¨¢ patente en ?tame, estupenda pel¨ªcula de Almod¨®var.
As¨ª es que a lo mejor lo de apretar granitos (extraer hasta la ra¨ªz las impurezas) no es sino una sublimaci¨®n de esa ansiedad regenerante. No consigues que el hombre en cuesti¨®n deje de beber lo mucho que bebe o que sea cari?oso en vez de un cardo, pero, por lo menos, puedes reventarle una espinilla. Qui¨¦n sabe: quiz¨¢ muchas parejas sigan estando juntas gracias a eso.
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