Italianas
Durante un largo viaje por Italia he visto a las italianas tutte nuove (como dec¨ªa Dante de Beatriz). Mirar es mejor que leer los sondeos. La suya es quiz¨¢ la mayor mutaci¨®n cultural de Italia, y no s¨®lo psicol¨®gica, sino tambi¨¦n fisiol¨®gica. Ahora son m¨¢s altas, entre cuatro y ocho cent¨ªmetros por t¨¦rmino medio. Se han afinado, su estructura corporal ha cambiado. Est¨¢n mejor alimentadas y lavadas. Se cuidan los dientes.Al verlas cruzar las calles y plazas de nuestras ciudades, las chicas italianas me han parecido, en conjunto, m¨¢s guapas que las europeas, comparadas con las de Par¨ªs, Londres o Berl¨ªn. Visten con fantas¨ªa, con sobriedad, y por cuatro perras. La imitaci¨®n de la moda caballos de circo de las ricachonas ociosas ha ca¨ªdo en desuso.
Viajan sin problemas a los pa¨ªses europeos, donde a menudo ejercen oficios humildes; tengo el ejemplo de una chica que ha sido camarera en Madrid para costearse los estudios, como otras muchas que frecuentan las universidades europeas. Estudian lenguas (sobre todo ingl¨¦s), leen los peri¨®dicos (y no s¨®lo los femeninos), y de cuando en cuando, un libro, adem¨¢s de aprender a utilizar los ordenadores.
Ahora ya no sienten sudores de muerte al dirigirse a los hombres en una universidad o en una reuni¨®n. El temor p¨¢nico a los varones en el poder -alcaldes, sindicalistas, dirigentes de partido, profesores, pensadores- las ha abandonado.
Hablan un italiano m¨¢s bien claro, apegado a las cosas. Quiz¨¢ las haya ayudado, curiosamente, la participaci¨®n en esa selva de juegos televisivos, a menudo cretinos, pero en los que se ejercitan en el di¨¢logo directo, movidas tambi¨¦n a veces por el deseo de ganar de golpe muchos millones.
He observado en todas partes, en un pa¨ªs constelado de esc¨¢ndalos, de megathriller, de mafias -con cuervos que van y vienen-, que no hay un solo ejemplo de soborno pol¨ªtico cuya protagonista haya sido una funcionaria. Las m¨¢s honestas son ellas. La relaci¨®n con la maternidad vuelve a plantearse como un valor. Las j¨®venes consideran el aborto no s¨®lo como una violencia contra s¨ª mismas, sino contra una vida nueva, porque todas creen que, acabe como acabe, librarse de un hijo es suprimir una vida. Con frecuencia censuran el viejo feminismo de sus madres con la frase provocadora: "Entonces, ?te habr¨ªas librado de m¨ª?". La relaci¨®n con los hijos se transforma en un cari?o absoluto, casi un enamoramiento, que sustituye a veces al del hombre.En amor, el hombre italiano, en tiempos adorado por las n¨®rdicas, parece en v¨ªas de extinci¨®n. Si no fuera por las mujeres, los apocados mozalbetes estar¨ªan de acuerdo en la reapertura de las casas de tolerancia (hay un proyecto de ley en el Parlamento que, dicho entre nosotros, suscribe m¨¢s la miseria del var¨®n que la humillaci¨®n de las mujeres). Por otra parte, hay una femineidad reforzada en la diferencia, por la cual el hombre ya no es el enemigo, sino alguien que, a su vez, necesita sost¨¦n. Defienden un nuevo valor, antes negado, su diferencia, y no como inferioridad, sino como fuerza.
En la base de la evoluci¨®n de la que estoy hablando se encuentra la independencia econ¨®mica. La criada v¨¦neta, la perla invocada por nuestras madres, pas¨® a la historia. Ahora es filipina. Atravesando el V¨¦neto de punta a punta he observado que cada v¨¦neta tiene hoy un comercio, un restaurante, una pensi¨®n, una peque?a industria de import-export. Algunas recogen, en peque?os clubes de mujeres, la tradici¨®n de los calados y el bordado, no como signo de antiguas servidumbres, escritas con los hilos, o labores de monjas y educandas, sino como creatividad que oponer a la homologaci¨®n de la sociedad de consumo que lo crea todo id¨¦ntico, an¨®nimo, de los vaqueros a las cortinas, a los bibelots, a las s¨¢banas.
En pol¨ªtica no se hacen muchas ilusiones. Piensan que quiz¨¢ la pol¨ªtica sea un hero¨ªsmo in¨²til. ?Hay entre los partidos y ellas un alejamiento m¨¢s profundo que el de los ciudadanos comunes y corrientes? ?Doblez de las mujeres italianas? Aplauden las leyes en su favor, pero al mismo tiempo no creen en su eficacia. Despu¨¦s de la ley contra la violaci¨®n, por ejemplo, no es que haya ahora menos violaciones, pero las mujeres han comprendido que m¨¢s vale no denunciarlas para no ser puestas en berlina.
Hay un aspecto inquietante en todo esto. Su desconfianza hacia quien gobierna proviene del cansancio por el doble trabajo oficina-casa, que las deja sin resuello y tienta a m¨¢s de una a tirar la toalla. Saben que quienes les piden que traigan hijos al mundo no las asistir¨¢n nunca con las estructuras sociales adecuadas, ni como madres ni como trabajadoras.
Quiz¨¢ nos estemos encaminando hacia un reflujo, un masivo regreso al hogar, entre persuasi¨®n oculta y desvaloraci¨®n ofensiva del trabajo femenino. La responsabilidad del mal funcionamiento de los bancos, achacada a las empleadas holgazanas, que siempre me han parecido jeques ¨¢rabes, es un palmario indicio negativo para muchas de ellas.
Es bien sabido adem¨¢s que estamos en el pa¨ªs m¨¢s al¨¦rgico, con respecto a los doce, a conceder responsabilidades de gobierno a las mujeres. Tina Anselmi ha dicho recientemente que el porcentaje de concejalas y las alcaldesas es desoladoramente bajo, entre el 5,6% y el 2,2%.
Las mujeres que triunfan tambi¨¦n fuera de nuestras fronteras son las empresarias, las industriales, las creadoras de moda y alguna actriz, escritora o cient¨ªfica. Es decir, todas ellas mujeres que se han hecho a s¨ª mismas, con independencia de la pol¨ªtica e incluso ligadas a esas democracias que el capitalismo necesita para desarrofiarse.
En mi viaje a lo femenino he o¨ªdo a las mujeres enjuiciar como inmoral la ocupaci¨®n de las instituciones por los hombres de los partidos. Pero no se les escapa que lo mismo ocurre al frente de los peri¨®dicos, de las televisiones, de los ministerios, de los ayuntamientos o en los nuevos centros del poder europeo. Y sin embargo, a las italianas, como a ninguna otra poblaci¨®n femenina europea, a su trabajo encarnizado, se debe el conocido milagro italiano, que es la octava maravilla inclustrial del mundo. No s¨®lo han contribuido a realizarlo, sino que llevan la iniciativa en ¨¦l en infinidad de actividades, frente a una maquinaria estatal "que no funciona", como escribe el Tribunal de Cuentas. ?Habr¨ªa alguien, aparte quien esto escribe, que les rinda un consciente y agradecido homenaje en este 1990 que inaugura la ¨²ltima d¨¦cada antes del 2000?
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