Por que gan¨® Iliescu y otras preguntas sobre Ruman¨ªa
El texto hace una interesante reflexi¨®n hist¨®rica sobre la evoluci¨®n social de Rumania, el nacimiento de una clase media bajo Nicolae Ceausescu y la herencia violenta de la pol¨ªtica nacional. Presenta, adem¨¢s, al Frente de Salvaci¨®n Nacional (FSN), que acaba de ganar las elecciones generales, como movimiento de transici¨®n hacia una sociedad que busca su nuevo punto de equilibrio.
Finalmente pas¨® el d¨ªa 20 de mayo, y las cosas comienzan a estar claras en Rumania. Por el contrario, hace tan s¨®lo un par de meses, la confusi¨®n andaba por su punto m¨¢s alto. Fue con el comienzo de la campa?a electoral cuando los partidarios de las diversas tendencias salieron a las calles, todos a una, y el inmenso rompecabezas social y pol¨ªtico fue cobrando sentido. Y ya entrando en el mes de mayo, las ¨²ltimas piezas encajaron.Bucarest fue el peor observatorio, porque la fuerza le lleg¨® al partido en el poder desde las provincias. All¨ª el Frente de Salvaci¨®n Nacional (FSN) ten¨ªa mayores facilidades para maniobrar en todos los sentidos, y ello por varias razones. Primero, porque se apoy¨® en el poderoso aparato de poder local heredado del PCR. Y luego por la falta de competencia: la inmensa mayor¨ªa de los 81 partidos restantes hab¨ªan nacido en Bucarest o en alguna ciudad de provincias, pero en todo caso carec¨ªan de implantaci¨®n nacional importante. Queda por ver d¨®nde consiguieron votos los dos hist¨®ricos, el Partido Nacional Liberal y el Nacional Campesino Cristiano-Dem¨®crata; con todo, tampoco ellos tuvieron demasiado tiempo para reconstruir sus bastiones despu¨¦s de casi medio siglo de ausencia en el mapa rumano. Adem¨¢s, parece como si la mayor parte de estas agrupaciones hubieran dedicado demasiado tiempo a luchar en y desde Bucarest; quiz¨¢ se pensaba que los acontecimientos de la capital irradiar¨ªan en el resto del pa¨ªs. El efecto ha sido m¨¢s bien contrario: determinadas ciudades y regiones est¨¢n un tanto cansadas del protagonismo hist¨®rico de la capital. Timisoara, quiz¨¢ donde el FSN es m¨¢s impopular, es un claro ejemplo de ello: el sentimiento generalizado all¨ª es que en Bucarest se traicion¨® la revoluci¨®n genuina, es decir, la acaecida desde el 16 al 21 de diciembre.
La fuerza del 'aparato'
Como contraste, el FSN tom¨® medidas desde el Estado que llegaron a todas partes: reducciones de horarios de trabajo, aumento de determinados precios, reforma agraria -aunque confusa en su formulaci¨®n-, reactivaci¨®n del mercado interior. Frente a los hechos concretos, los partidos s¨®lo pudieron oponer promesas. Y lo peor de todo fue que, en su af¨¢n por no cerrarse caminos, la gran mayor¨ªa de los programas eran demasiado nebulosos; en el caso de los partidos hist¨®ricos se crey¨® err¨®neamente que las glorias pasadas -a veces bien inciertas- pod¨ªan tapar las grietas. Los nacional-campesinos, cuyo partido, nacido en 1926, era ya por entonces un producto absolutamente coyuntural, fueron el mejor ejemplo de ello: intentaron combinar una insistente hagiograf¨ªa de los l¨ªderes de hace 60 a?os, con el a?adido de las nuevas siglas de la Democracia Cristiana -incluyendo referencias directas al modelo itallano- y el reclutamiento, en el ¨²ltimo momento, de Ion Ratiu, con m¨¢s imagen de millonario que de pol¨ªtico de una tendencia determinada. Un c¨®ctel al que no le falt¨® un cierto toque de activismo callejero, a veces algo violento, como en los viejos tiempos.
El beso de la muerte
En realidad, la ocupaci¨®n de la plaza de la Universidad por una amalgama de manifestantes anticomunistas, muchos de ellos j¨®venes estudiantes e intelectuales, fue el de beso de la muerte para la oposici¨®n. En primer lugar porque el Gobierno hab¨ªa ido ganando en seguridad y conoc¨ªa ya con qu¨¦ fuerzas pod¨ªa contar. Se mostr¨® tolerante con ellos, evit¨® crear m¨¢rtires. Sab¨ªa que esos miles de ciudadanos no podr¨ªan derribarlo, y a cambio, a la larga, generar¨ªan importantes contradicciones entre todo el abanico de los partidos y fuerzas pol¨ªticas. Y en provincias, 6qu? alcance pod¨ªan tener esos agitadores? Desde la prensa del FSN, como el diario Adevarul, se les trat¨® despectivamente de intelectualillos sin sentido de la realidad; luego se les acus¨® de revolucionarios a sueldo. Los partidos hist¨®ricos no se solidarizaron directamente con ellos, temerosos de perder la plaza conquistada en el Parlamento provisional (CPUN) y en el juego pol¨ªtico institucional; con ello perdieron fuerza moral. Detr¨¢s de todo este asunto se extingu¨ªa lastimosamente el "s¨ªndrome del 21-22 de diciembre". Aquellas grandes manifestaciones en las que una inmensa comuni¨®n de las masas hab¨ªa derribado al tirano en 24 horas dejaron una resaca que se manifest¨® en varias ocasiones a lo largo de estos cinco meses: ?podr¨ªa reproducirse una vez m¨¢s aquella magn¨ªfica solidaridad despu¨¦s de a?os de desconfiar en el vecino? ?Volver¨ªa a caer un Gobierno con s¨®lo salir a la calle? Funcionar¨ªa otra vez el chispazo? Pero esta vez el pronunciamiento negativo de las provincias ahog¨® la efervescencia de la capital.
De todas formas, que la victoria del FSN o la derrota de la oposici¨®n? Est¨¢ claro que no todos los que han votado al FSN lo hicieron de forma entusiasta. Se produjeron casos de caciquismo desde los centros de poder local, en las cooperativas, en las f¨¢bricas; hubo tambi¨¦n violencia, con magullados, heridos y dos muertos nacional-campesinos. Pero existieron asimismo razones l¨®gicas para que muchos rumanos sintieran que el FSN era la fuerza que los representaba. En conjunto, la evoluci¨®n pol¨ªtica de Rumania va a ser un tema apasionante para historiadores y soci¨®logos. Un dato: como hace 50 a?os, el electorado rumano tiene tendencia a dar su voto a quien ya est¨¢ en el poder. Pero ahora toca analizar, por ejemplo, hasta qu¨¦ punto ciertos distritos -como es el caso de Buzau, hoy plaza fuerte del FSN- contin¨²an siendo estupendas zonas donde orde?ar votos para ganadores seguros. De esto sab¨ªa mucho el Partido Liberal de anta?o. La violencia tampoco es nada nuevo: en los a?os de entreguerras, las elecciones m¨¢s tranquilas fueron las de 1937, con s¨®lo cuatro muertos. Quien quiera saber de la tradici¨®n caciquil a comienzos de siglo puede leer el relato Un desconocido, de G. Calmescu (traducido al castellano): los abusos en las aldeas, las zonas acotadas en d¨ªas de elecciones por "epidemias" eran pr¨¢cticas corrientes.
La m¨¢scara de la transici¨®n
Y la ¨²ltima pregunta: ?ganaron las izquierdas? El argumento de que el FSN es un trasunto de la socialdemocracia es m¨¢s bien algo inventado sobre la marcha. En realidad, tras el partido en el poder late la prolongaci¨®n de un estado de transici¨®n que permita salvar y reconvertir los restos de toda una sociedad. Miles y miles de personas viven de una gigantesca burocracia; y si no son ellos, son sus familiares. 6C¨®mo desmontarla de golpe? Lo mismo pasa con las cooperativas, donde muchos campes ? nos ancianos creen que perder¨¢n sus pensiones en el caso de que se reprivatice la agricultura. Los obreros de las grandes empresas, escasamente rentables, temen el desempleo. Los que traducen FSN por Frente de Salvaci¨®n de la Nomenklatura se quedan cortos. Es posible intuir palpitaciones m¨¢s profundas. En Rumania, estos 41 a?os han ido creando una especie de clase media en torno a la industrializaci¨®n; ll¨¢mesele como quiera, pero tal estrato social de ingenieros, bur¨®cratas, gestores, t¨¦cnicos y tantas otras profesiones no exist¨ªa ni a comienzos de siglo, ni se lleg¨® a consolidar entre los a?os de entreguerras. Comenz¨® a cobrar forma a fines de los cincuenta, y pervivi¨® todos estos a?os, a pesar de que Ceausescu la desactiv¨® pol¨ªticamente a partir de 1971, despu¨¦s de que el final de la Primavera de Praga terminara con el aperturismo rumano. Ahora ese grupo social, reactivado en torno al FSN, defiende sus posiciones. Por otra parte, la decisi¨®n estalinista de erigir una industria pesada aut¨®ctona fue m¨¢s pol¨ªtica que econ¨®mica: deb¨ªa ser la cantera para generar el proletariado que un pa¨ªs agrario como Rumania no pose¨ªa a finales de los a?os cuarenta; esa clase apuntalar¨ªa socialmente al nuevo r¨¦gimen, como proclamaba el dogma marxista. Y sin embargo, de todo ello surgi¨® el marco favorable para que los campesinos se transformaran en obreros y a trav¨¦s de un extendido sistema de ense?anza sus hijos terminaran como clase media. Fluidez social asegurada y sin muchos riesgos de fracaso. Hoy la inercia de una paradoja muestra hasta qu¨¦ punto las sociedades cambian m¨¢s lentamente de lo que se tarda en crear un partido.
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